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López Obrador y los medios de comunicación: mala prensa para su legado

Los constantes desencuentros con los reporteros y editores erosionan la credibilidad del mandatario mexicano

López Obrador en su conferencia matutina del 23 de febrero.
López Obrador en su conferencia matutina del 23 de febrero.José Méndez (EFE)
Carmen Morán Breña

La relación de Andrés Manuel López Obrador con los medios de comunicación ha basculado sobre dos constantes en el sexenio: su exposición cada mañana ante los periodistas y sus ataques a la prensa, incluso con una sección semanal para ello. Con lo primero ha logrado situar su mensaje con gran éxito, con lo segundo se ha ganado una imagen autoritaria, de presidente enojón con poca cintura. Ambos aspectos definirán su sexenio, ya en la recta final. La capacidad del mandatario, incluso física, para mantenerse de pie cada día frente a decenas de reporteros que le preguntan por cualquier cosa, es digna de mención; pero su legado adolecerá también del déficit democrático que supone para el titular de cualquier Ejecutivo no dar entrevistas a los medios de comunicación como interlocutores sociales. Muchos presidentes comienzan su mandato en luna de miel con los medios y acaban divorciándose de ellos. López Obrador, sin embargo, ha sido fiel a su línea desde el primer momento.

El pasado miércoles, el presidente sorprendía con una larga entrevista concedida a la periodista Inna Afinogenova para el canal español Red, que dirige Pablo Iglesias, fundador del partido de izquierdas Podemos, donde no se trataron los asuntos más candentes por los que cualquiera preguntaría a un presidente. La misma semana que ha atacado con dureza a una reportera de The New York Times por un artículo en el que se sugerían contactos del mandatario con el narco. Días antes fue otro colega estadounidense el blanco de los dardos por un reportaje similar. Por tanto, el sexenio cierra en la misma tónica en que empezó.

Quizá algo más bravo. Entre los periodistas que asisten con regularidad a la conferencia matutina se extiende la crítica de que a ella asisten cada vez menos independientes y más acólitos. Para el presidente, los medios son “de manipulación”, con excepciones, algo con lo que no todos están de acuerdo. El columnista Sergio Aguayo hace historia: “En la biblioteca del Congreso de Estados Unidos he documentado que en 1920 había en México 550 periódicos y un 10% agrupados en una organización de editores. Casi todos los medios actuales se fundaron después de la revolución de 1910/17 en la que ellos combatieron contra el dictador Porfirio Díaz y contra Victoriano Huerta y se ganaron un lugar en la familia revolucionaria”, describe Aguayo.

Aquellas cabeceras jugaron también un importante papel ante la deriva autoritaria de los presidentes Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles. Para Aguayo, los medios resisten también hoy con una figura particular de México, el columnista cronista, “que aporta información y opina, dando lugar al debate político”. “Yo escribo desde 1971, conozco bien la prensa mexicana y con sus altas y sus bajas puedo decir que sí hay un periodismo independiente actual, que en décadas pasadas se mantuvo firme en los Estados”, afirma Aguayo. Opina que hay resistencia en la prensa ante un presidente “con indudable vocación autoritaria”.

Los ataques a la prensa, descarnados a veces, en un país que registra un intolerable número de víctimas mortales entre los reporteros es algo que se le ha señalado al presidente en ocasiones. Una de las organizaciones que se dedica a documentar este asunto, Artículo 19, también ha sido víctima de las embestidas presidenciales. Su director regional para México y Centroamérica, Leopoldo Maldonado, destaca la triple función de una prensa en democracia: “Buscar, recibir y difundir información e ideas de toda índole. Los medios son el vehículo de escrutinio de lo público, algo que no puede hacer cualquier ciudadano”, dice. “En toda América Latina hay líderes que defienden la interlocución directa con el pueblo, su transparencia e identificación con el ciudadano sin intermediarios. Eso es falaz y peligroso con las discrepancias, que corren el riesgo de ser rechazadas de la comunidad política. Algunos de estos líderes acaban entendiéndose con medios a los que criticaron antes, pero siguen fustigando a los independientes, incluso a personas en su individualidad”, dice. Maldonado explica que no les molestan tanto “los grandes medios que acaparan la información como aquellos, aunque pequeños, que les critican y sacan a la luz los actos de corrupción”.

La casi ausente relación de López Obrador con la prensa es algo de lo que su sucesora, si finalmente Claudia Sheinbaum ganara las elecciones, tendrá que diferenciarse, opina Claudia Benassini, investigadora de la Universidad Lasalle y experta en Prácticas Digitales. Cree que la exposición cada mañana del presidente ante la prensa es envidiable, “cuando otros han tenido que sustituirle ha sido un fracaso, incluso la conferencia que da la candidata de la oposición, Xóchitl Gálvez, cada día no es funcional”, pero no basta, dice. “A los reporteros hay que dejarles hacer su trabajo, los medios son el canal que pone en contacto a la ciudadanía con el presidente. La actitud de López Obrador solo favorece la reproducción de notas falsas, desinformación y la presencia cada vez mayor de medios digitales que poco tienen que ver con el periodismo. Solo se hacen pasar por reporteros y hablan bien de él. Lo que está pasando tiene poco que ver con la calidad democrática”, dice.

Cualquier presidente puede elegir a quién darle o no entrevistas, “todos tienen sus medios consentidos, pero el profundo desprecio que López Obrador manifiesta por la prensa es un error quizá irremediable para su sucesión”, afirma Benassini.

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.
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