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Cadáveres en el río Suchiate: el enésimo episodio de la crisis de inseguridad que castiga a Chiapas

Al menos tres cuerpos, arrastrados por la corriente, han sido recuperados esta semana. El episodio pone de manifiesto en toda su crudeza la espiral de violencia en la que está inmerso el Estado más pobre de México

Alejandro Santos Cid
Un grupo de migrantes cruza el río Suchiate a bordo de una balsa, en una imagen de archivo.
Un grupo de migrantes cruza el río Suchiate a bordo de una balsa, en una imagen de archivo.Hector Guerrero

El vídeo es estremecedor y tiene baja calidad, como sacado de una película de terror de bajo presupuesto. Pero es real. Un bulto alargado, envuelto en bolsas de basura negra, es arrastrado por las corrientes del río Suchiate, a su paso por un poblado con el mismo nombre. Cuando se acerca a la orilla, a un embarcadero humilde donde esperan varios balseros que viven de cruzar a diario esas aguas marrones —la frontera entre Guatemala y México—, se ve sin lugar a dudas que es un cadáver humano: todo el cuerpo está tapado por los plásticos, salvo el rostro, en proceso de descomposición. “¡Verga, loco!”, exclama uno de los hombres que graban la escena en sus teléfonos móviles.

Cadáveres envueltos en bolsas de basura flotando corriente abajo a través del Suchiate, el río que dibuja la frontera entre los dos países en la región más próxima al Pacífico. La imagen es quizá el ejemplo más brutal para ilustrar lo que los habitantes de la zona, los expertos y las oenegés llevan tiempo denunciando: Chiapas se ha convertido en una zona de guerra; una plaza caliente disputada por intereses de muchos colores y signos: crimen organizado como el Cartel de Sinaloa y el Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG); grupos paramilitares con el beneplácito de las autoridades; el Ejército y la Guardia Nacional, guerrilleros o grupos de autodefensas.

En la última semana, al menos tres cadáveres han sido encontrados flotando en el río, de acuerdo con “reportes de la policía” citados por La Jornada. Las corrientes arrastraron el cuerpo del vídeo a la orilla guatemalteca y fue recuperado por un grupo de bomberos voluntarios del municipio de Ayutla. Estaba “en estado de putrefacción”, aseguró uno de los rescatistas al diario mexicano. Otros dos cadáveres aparecieron río abajo, en la comunidad Miguel Alemán el lunes y en la comunidad la Isla el miércoles. Fuentes del Ministerio Público recogidas por el mismo periódico afirman que se trata de un hombre y una mujer de identidad desconocida. Se investiga si se trata de migrantes que se ahogaron al intentar cruzar a territorio mexicano.

Los cadáveres en el Suchiate ya no son un fenómeno nuevo en la región. De acuerdo con la revista Proceso, desde hace meses es habitual avistar cuerpos en el agua. La desembocadura del río, en el océano Pacífico, es una suerte de vertedero lleno de basura, restos humanos y animales, sobrevolado por los buitres y acechado por perros salvajes en busca de alimento.

Aquello de que Chiapas, el Estado más pobre del país, había conseguido mantenerse al margen de la lógica de guerra y narcotráfico que domina grandes porciones de México, ya es historia. La entidad está ahora en el punto de mira del crimen organizado, lo que agrava el conflicto armado latente que se esconde en la región desde principios de los 90: cuando el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) se alzó en armas contra la desigualdad de los pueblos indígenas, lo que fue respondido por una fuerte campaña de contrainsurgencia estatal y paramilitar.

El Cartel de Sinaloa y el CJNG, las dos organizaciones de narcotráfico más poderosas del país, mantienen una encarnizada batalla por el control de Chiapas. La porosidad de la frontera entre Guatemala y México, que cualquiera de los balseros del Suchiate atraviesan decenas de veces en un solo día, crea las condiciones perfectas para el tráfico de drogas y personas. Las tres principales rutas cruzan la selva Lacandona, hogar simbólico del EZLN, Frontera Comalapa y la región cercana a la costa del Pacífico, donde se encuentra el Suchiate.

Además, en los últimos tiempos, el desarrollo de grandes proyectos industriales, turísticos como el Tren Maya, mineros y extractivistas de distinto tipo, han hecho que el territorio se cotice al alza, fértil para la especulación. De acuerdo con todos los informes, análisis, testimonios de especialistas y de la gente que lo sufre en sus carnes, las nuevas dinámicas están conduciendo a la destrucción del tejido social de una región poblada en su mayoría por comunidades indígenas y campesinas. Los sucesos violentos se cuentan por decenas cada mes: masacres, feminicidios, secuestros, violencia sexual, desapariciones, desplazamientos forzados.

Al igual que por el narcotráfico, la frontera está atravesada por la migración proveniente de Centro y Sudamérica: personas en tránsito en condiciones de pobreza, especialmente vulnerables a caer en las redes del crimen organizado, la trata de personas, o a convertirse directamente en víctimas.

El propio EZLN, que mantiene un perfil pacífico y un total silencio mediático desde hace años, lo advirtió el pasado mayo en un comunicado desesperado: “Chiapas está al filo de la guerra civil, con paramilitares y sicarios de los diversos cárteles que se disputan la plaza y grupos de autodefensas, con la complicidad activa o pasiva de los gobiernos de Rutilio Escandón Cadenas [gobernador del Estado] y [el presidente de la República] Andrés Manuel López Obrador”.

Tras el último gran escándalo, en el que una caravana de coches presuntamente del Cartel de Sinaloa desfilaba por un pueblo entre vítores —no está claro si genuinos u obligados por el grupo criminal—, López Obrador aseguró que mandaría a la Guardia Nacional. El presidente también acusó que era mayor la propaganda de la noticia que la infiltración real de los cárteles en la zona. Llegó a afirmar que quienes difundían esas imágenes eran personas “en contra de la transformación”, como llama a su movimiento político. “En Chiapas estamos muy contentos porque esta maravillosa obra del tren Maya todavía no se inaugura y está ya dando un gran resultado”, se limitó a decir Escandón. Por el momento, el gobernador del Estado guarda silencio ante la profunda crisis de inseguridad y mira hacia otro lado, entre fuertes críticas y llamadas de auxilio de los habitantes, que denuncian que las autoridades los han abandonado a su suerte.

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Sobre la firma

Alejandro Santos Cid
Reportero en El País México desde 2021. Es licenciado en Antropología Social y Cultural por la Universidad Autónoma de Madrid y máster por la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS. Cubre la actualidad mexicana con especial interés por temas migratorios, derechos humanos, violencia política y cultura.

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