¿Qué está pasando con el Popocatépetl y cuáles son los riesgos de las próximas explosiones?
Hugo Delgado Granados, Investigador del Departamento de Vulcanología del Instituto de Geofísica de la UNAM, despeja las principales inquietudes sobre las últimas explosiones del volcán y la caída de ceniza
La actividad reciente del Popocatépetl, uno de los volcanes más activos del planeta, ha atrapado la atención del centro de México, una región que concentra más de 25 millones de personas en un radio menor a cien kilómetros de su cráter. En Puebla, donde la constante caída de ceniza ha obligado a suspender clases y las autoridades sanitarias llaman a utilizar cubrebocas, los rugidos del volcán aumentan en frecuencia e intensidad, especialmente en las localidades más cercanas, donde las explosiones de los últimos días han cimbrado puertas y ventanas. La actividad de la madrugada del sábado, un pulso eruptivo que provocó la caída de ceniza en el norte y oriente de Ciudad de México, obligó al cierre de los aeropuertos de la capital. Los videos de explosiones nocturnas con material incandescente y columnas de gas que se extienden por kilómetros inundan las redes, pero ¿qué está pasando realmente con el Popocatépetl y cuál es el escenario esperado por expertos en el futuro inmediato?
A partir del análisis del registro histórico de erupciones, el vulcanólogo Hugo Delgado Granados y sus colegas han propuesto un patrón en el comportamiento del Popocatépetl: “Hace muchos años publiqué un artículo en el que decía que más o menos cada 70 años el volcán se reactivaba, duraba un tiempo activo y después se volvía a dormir”, explica a EL PAÍS. Ese periodo, de aproximadamente siete décadas, coincide con su última fase de actividad eruptiva, que inició en 1919 y se apagó para 1927. A partir de entonces, el Popo entró en una fase de reposo que se alargó durante la mayor parte del siglo XX, hasta que el aumento de su actividad en 1993, seguido de una serie de explosiones el 21 de diciembre de 1994 que obligaron a la primera evacuación moderna en los poblados aledaños, confirmaron las sospechas iniciales: el gigante había despertado.
¿Qué está pasando con el Popocatépetl?
A propósito de las explosiones más recientes del Popo, Delgado explica que si bien la actividad ha aumentado respecto a los últimos meses, esta continúa dentro de los parámetros esperados y conocidos desde 1994, que implica explosiones de intensidad menor a moderada, llamadas vulcanianas. “Las explosiones que están ocurriendo hoy día las podemos comparar con eventos anteriores y lo que podemos demostrar con datos es que, hasta el momento, no se ha rebasado el nivel en términos de energía esperada que el volcán ha manifestado después de casi 30 años”, explica.
De acuerdo con el último informe del Centro Nacional para la Prevención de Desastres (Cenapred), el escenario esperado para el corto plazo seguirá la tónica de las últimas semanas, con “explosiones de tamaño menor, algunas moderadas y ocasionalmente grandes, acompañadas por emisiones de ceniza y fragmentos incandescentes, dentro del radio de exclusión de 12 kilómetros”.
Semáforo de alerta volcánica: ¿cómo se monitorea el Popocatépetl?
El proceso eruptivo que inició en 1994 y se mantiene activo marcó un parteaguas en el estudio del Popocatépetl. Desde entonces, el monitoreo se intensificó con la instalación de nuevos sistemas para medir su actividad y hoy se trata de uno de los volcanes más vigilados del mundo, con 16 estaciones que cubren las tres líneas de observación recomendadas por la Asociación Internacional de Vulcanología (IAVCEI, por sus siglas en inglés).
El primer indicador a observar son los sismos y tremores que ocurren debajo del Popocatépetl e indican el movimiento de los materiales y gases en su interior. Delgado compara los tremores con las vibraciones producidas por el aire al tocar una flauta y tapar algunos de sus orificios, según la nota deseada. El resultado de estos movimientos, captados en sismogramas, arroja datos clave para conocer la cantidad de material magmático y gases dentro del volcán. El segundo es el análisis sobre la emisión de gases, especialmente de dióxido de azufre, un compuesto que sirve de indicador para estimar la cantidad de magma acumulado en el edificio volcánico. El último es la deformación que sufre la superficie del volcán, que se infla o desinfla dependiendo de los materiales en su interior y se analiza con sistemas de posicionamiento global.
“Cuando combinamos al menos estas tres líneas de evidencia, podemos observar qué está haciendo el volcán”, explica Delgado, miembro del Comité Científico Asesor, un grupo integrado por vulcanólogos e ingenieros que emite recomendaciones y opiniones técnicas que sirven de guía para las políticas y decisiones de la Coordinación Nacional de Protección Civil (CNPC). De ahí que, a pesar de los estallidos, la caída de ceniza y las imágenes que parecen mostrar un aumento alarmante de la actividad del Popo, el semáforo de alerta volcánica fijado por Cenapred continúe en amarillo fase 2. “Si bien hay explosiones muy importantes, por el momento la energía liberada por estos eventos que son muy espectaculares, sobre todo cuando ocurren de noche, de ninguna manera ha rebasado instrumentalmente lo que conocemos”, asegura el experto.
Erupciones plinianas y vulcanianas: entender al volcán
Para entender el estado actual del volcán es necesario mirar a su pasado remoto, una época que se remonta miles de años antes de que los mexicas y otras civilizaciones mesoamericanas encontraran tierra fértil para establecerse en el centro de México. A lo largo de sus 21.000 años de historia, es posible distinguir a grandes rasgos entre dos tipos de erupciones en el Popocatépetl: las plinianas, las más grandes y destructivas, cuya frecuencia se estima una vez cada miles de años; y las vulcanianas, de magnitud baja a media, que suceden en un intervalo de decenas o cientos de años.
A partir del historial de erupciones del Popo, Delgado estima que el volcán atraviesa un periodo interpliniano, dentro del cual comenzó un nuevo proceso eruptivo a finales de 1994. “En los últimos 5.000 años han ocurrido cinco erupciones plinianas, la última fue hace 1.300 años. Entre erupción pliniana y erupción pliniana ocurren erupciones de menor magnitud, que pueden ser fuertes, contener muchísimo gas, pero no son tan grandes como una pliniana”, detalla.
En los últimos 29 años, la actividad del Popocatépetl se ha caracterizado por explosiones vulcanianas de magnitud baja y media, como las que han ocurrido en los últimos meses. “Estas erupciones pueden tener una gran expresión energética que se escucha en las poblaciones alrededor del volcán, pueden durar horas y días, pero no son de ninguna manera comparables con erupción de carácter pliniano”. La última erupción vulcaniana de gran magnitud ocurrió en 1663 y provocó una intensa caída de cenizas en Puebla, además de destruir puertas, ventanas y algunas estructuras, un escenario que, a la luz de los datos actuales, se considera poco probable.
Qué hacer ante la caída de ceniza volcánica
La caída de ceniza en Puebla, Ciudad de México, Morelos y el Estado de México es el fenómeno más frecuente desde el despertar del Popocatépetl en 1994. Durante el actual proceso eruptivo, el Aeropuerto Internacional de Ciudad de México ha detenido sus operaciones en al menos siete ocasiones, la más reciente durante la mañana y tarde del sábado. Ante la caída de ceniza, las autoridades de salud de Puebla y Ciudad de México han llamado a utilizar cubrebocas para evitar su entrada al sistema respiratorio y limitar el ejercicio al aire libre. La ceniza volcánica, compuesta por fragmentos de roca de tamaño variable, se debe sacudir o barrer sin utilizar agua y evitando su contacto con depósitos de agua o coladeras que podría obstruir.
Tras desmentir un video fuera de contexto que circula en redes sociales y muestra una erupción del Volcán de Fuego de Guatemala como si se tratara del Popocatépetl, Delgado llama a mantenerse informados a través de medios oficiales y compartir únicamente información verificada. “Los científicos tenemos que tomar un poco más iniciativa, meternos a las redes sociales y tratar de comunicar de manera directa a la población lo que estamos observando”, asegura mientras explica el esfuerzo divulgativo del Laboratorio de Observación Volcánica del Instituto de Geofísica de la UNAM en redes sociales, donde se comparten explicaciones de lo que está sucediendo con información contrastada. Aunque el avance científico y el análisis reciente del Popocatépetl han permitido un monitoreo permanente de su actividad que constituye una brújula invaluable para tomar decisiones basadas en criterios científicos, el vulcanólogo lanza una última advertencia: “Los volcanes a veces hacen cosas inesperadas, eso es algo que existe y no lo descartamos, pero lo que a nosotros y a la autoridad nos corresponde es seguir observando”, concluye.
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