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Sasha Sokol: “Luis de Llano manipuló y disfrazó de afecto su abuso”

La cantante mexicana, miembro del icónico grupo infantil, Timbiriche, habla por primera vez con EL PAÍS de la relación de abuso que sufrió por parte de su representante y poderoso productor, Luis de Llano, cuando ella tenía 14 años y él 39

La cantante Sasha Sokol en la plancha del Zócalo Capitalino en Ciudad de México.
La cantante Sasha Sokol en la plancha del Zócalo Capitalino en Ciudad de México.Sashenka Gutiérrez (Sashenka Gutiérrez)
Elena Reina

En los programas de prensa rosa la retrataron siempre como una mujer enigmática. Los entrevistadores y opinadores del papel cuché mexicano lanzaban ese dardo cada vez que la tenían delante. Como si ese adjetivo removiera las ganas que tenían todos de destapar algo que sabían que ella guardaba y que les haría ganar una fortuna. Un secreto que ha mantenido oculto, hasta de ella misma, casi cuatro décadas.

La cantante, compositora y actriz mexicana Sasha Sokol, exintegrante del icónico grupo infantil Timbiriche, tiene ahora 52, se sienta delante de una pantalla y habla por primera vez con EL PAÍS del episodio más duro de su vida: la relación de abuso que el poderoso productor de la omnipotente cadena de televisión Televisa, Luis de Llano, inició cuando ella era una niña de 14 años y él tenía entonces 39.

La historia que motivó esta entrevista comenzó el 8 de marzo del año pasado. Sasha había publicado unos tuits donde denunciaba públicamente haber sido abusada cuando era una niña por este hombre, después de años de escuchar cómo él mentía en entrevistas sobre la relación que tuvieron entre 1984 y 1988. La denuncia en Twitter de Sasha supuso un bombazo para el sistema. Era la primera vez en México que una artista de su talla alzaba la voz y señalaba con nombre y apellido a su agresor.

Poco después, interpuso una demanda que acaba de ganar por daño moral. Una sentencia que confirma que hubo una relación asimétrica e ilícita —aunque el delito ya prescribió— y que condena al productor por haber dañado su dignidad, su libre desarrollo a la personalidad, su honor y su integridad física, psicológica y moral, además de obligarlo a disculparse públicamente y a abstenerse de hablar sobre los hechos.

Pregunta. ¿Cómo está?

Respuesta. Nerviosa… Pero con la enorme convicción de que es mejor hablar a quedarme callada y hacer como que esto no pasa, porque sí pasa. Llevo 40 años haciendo entrevistas; pero este caso es tan íntimo y doloroso, que resulta particularmente incómodo. Ojalá sirva para visibilizar este problema y prevenir el abuso de otros menores.

P. Después de 38 años de silencio, ¿qué sucedió para que decidiera hablar?

R. Claramente, yo tenía normalizada esta relación por el nivel de manipulación y grooming que viví. Estar con él me hacía sentir una niña especial, vista; porque el personaje al que todos a mi alrededor admiraban, aplaudían y respetaban, en lugar de irse con una mujer despampanante, me había mirado a mí. No solo no rechacé sus avances, aún con miedo y nervios, sin entender bien qué significaban, los acepté porque me hicieron sentir bien. Como otras víctimas de un abuso sistemático, tardé mucho tiempo en tomar conciencia sobre lo que viví.

Llevo décadas en terapia. Y mis terapeutas en diferentes etapas me decían: “Pero, Sasha, ¿no puedes ver que eso que sucedió era asimétrico?”. Mis parejas posteriores me lo decían, amigos cercanos me planteaban esa misma pregunta. Pero yo en todas las situaciones defendía a Luis, ya que él me había dicho frases como: “Yo no tuve la culpa, no pude meter las manos. Tú eres una niña tan seductora que yo no pude hacer nada”. Y a mis 14 años yo le creí.

P. Le hizo creer que era su culpa.

R. Claro. Yo creía que yo había dado la pauta para que esto sucediera porque siempre fui estigmatizada por vivir esa relación. Yo oía a la gente cuchicheando sobre mí, en cambio, nunca oí a nadie que lo cuestionara a él. Esto reforzaba la idea de que yo era la culpable. Resulta cruel que los cuestionamientos siempre se dirigen a la víctima, el típico: “Tú traías falda corta”, “¿dónde andabas”, “seguro tú lo provocaste”.

P. ¿Qué pasó ese día antes de señalarlo públicamente?

R. Durante años escuché entrevistas que Luis daba para promocionar sus libros donde mencionaba la relación, mintiendo sobre su alcance y consecuencias. Decía que había durado dos semanas, que yo tenía 17 años, que mi familia estaba al tanto. Puras mentiras.

El 6 de marzo del 2022 [en una entrevista al presentador Yordi Rosado], de la cual escuché un pequeño clip, donde Luis decía: “Ahora resulta que nos tenemos que preocupar por la niña chiquita, ¡¡por favor!!”. Al escuchar esas palabras, todo ese caparazón de mentiras y manipulación donde había vivido 38 años se vino abajo.

Inmediatamente, me puse a escribir en mi teléfono y a llorar y llorar, y a escribir y escribir con una sensación de lucidez como sólo te la dan los momentos muy poderosos de tu vida, consciente de la magnitud de lo que podría suceder al hacerlo público. ¿Cómo protegerte y poner un límite si esta persona va a seguir hablando?, ¿qué ejemplo soy para mis sobrinos? Se me venía a la mente mi mamá, que falleció hace 25 años, sonriendo al verme aceptar, finalmente, lo que ella me había dicho y yo negaba a toda costa.

Durante nueve horas analicé todas las posibilidades hasta que dije: “Cuando tenía 14, 15 o 16 años no tenía las herramientas para defenderme. Pero ahora que me doy cuenta de lo que pasó, no podría verme a mí misma en el espejo si no lo nombro”. Al poner un límite, no se lo puse a Luis, me lo puse a mí misma, porque cada vez que él hablaba de mí me revictimizaba. Y usé su apellido para decirlo: “Luis de Ya No. Basta”. Luego, él sube un comunicado donde miente absolutamente diciendo que mis papás siempre consintieron y que la relación había sido transparente, ¡¡hazme el favor!! Esa fue la palabra que usó para definir la relación. Y entonces, decidí demandar. Vamos a ver qué dice la ley.

P. Y lo demanda por daño moral.

R. Porque es lo único que tengo, mi causa penal prescribió hace muchos años. Yo tenía que haberme dado cuenta dos años después de que la relación terminó y haberlo denunciado, o sea, antes de cumplir 19. Yo me pregunto, si el dolor no prescribe, ¿por qué prescribe la ley? Por lo menos ahora las leyes reconocen que las víctimas podemos tardar décadas en entender lo que nos pasó y por eso a partir del 2021, casos como el mío ya no prescriben y se penan hasta con 24 años de cárcel, que se pueden incrementar cuando hay una relación profesional o de confianza.

P. ¿En qué consistió ese caparazón que construyó para protegerse, qué se decía a sí misma para no hacerse daño?

R. Por un lado, en las cosas que él dijo durante años. Yo lo recuerdo diciéndole a otros adultos que trabajaban en el grupo: “Ella me sedujo, yo no pude hacer nada”. Por otro lado, ya de grande, en la historia que me hacía sentir más cómoda. ¿Tú no crees que una persona prefiere creer que es una seductora irresistible que una víctima?, ¿quién quiere ser víctima?

P. ¿Y cómo ha sido este último año?

R. El 9 o 10 de marzo del año pasado, después del comunicado, una amiga me mandó El Consentimiento [de Vanessa Springora, Lumen, 2020]. Para mí fue muy revelador porque me permitió cronológicamente revisitar mi propia historia. Yo iba apuntando al lado del libro lo que a mí me había sucedido. Recordé cuando por primera vez tuvo una actitud diferente conmigo en comparación con mis compañeros. Y, por primera vez, me di cuenta de lo que había sucedido. Me tomó meses leerlo, porque era tan devastador leerme en su historia. Y fui, como pude, desenhebrando… Aprendiendo a recordar y a nombrar. Poniéndole lugar y nombre a la experiencia.

P. ¿Recuerda cómo empezó todo?, ¿cuándo sintió que él comenzó a acercarse?

R. Prefiero no contar detalles. Pero lo que te puedo decir es que ningún niño termina en la cama de un adulto si no hay un proceso previo. Y ese proceso duró algunos meses, cinco o seis previos a que se llevara a cabo la primera relación sexual. Todo empezó tal cual, separándome de los demás, haciéndome sentir especial con actos muy concretos. Uno de mis compañeros recuerda esos actos, porque le llamaron la atención y él decía: “Ojalá me trate así a mí”. Si esa atención que depositó en mí la hubiera depositado en cualquier otro, muy probablemente hubieran acabado en la misma historia que yo.

Hoy sé que a lo que hizo durante esos meses previos al inicio de nuestra relación se le llama grooming. Luis pudo llegar hasta donde llegó porque tenía mi confianza y la del núcleo cercano, incluida mi familia. Manipuló y disfrazó de afecto su abuso.

P. ¿Cómo lo vivió su familia?

R. ¿Tú sabes la cantidad de mentiras los dos primeros años para que en mi casa no se dieran cuenta? La mentira te aísla de una forma tenaz. También empecé a mentirles a mis amigas del grupo. De la noche a la mañana pasé de ser una niña normal, que jugaba, a ser una femme fatal que ocultaba cosas a todo el mundo.

Dos años después de que la relación comenzara, senté a mi familia en la sala de la casa para decirles lo que estaba sucediendo porque no podía cargar más con esto. Y ahí es cuando mi mamá y mi papá se enteran, cuando mis hermanos se enteran, e inmediatamente me sacan de Timbiriche y me mandan al extranjero. Pero todo el año que estuve fuera, la relación siguió a escondidas de mis papás. Luis fue muchas veces a Estados Unidos a verme y a diario hablábamos por teléfono. Por eso me duele tanto que, en sus entrevistas y comunicado, Luis haya hecho creer que la relación fue transparente. Y la gente opina y pregunta: “¿Dónde estaban los papás?”, pues estaban engañados y confiando en un señor que era nuestro productor y que supuestamente nos cuidaba y protegía.

P. ¿Cómo terminó la relación?

R. Me costó mucho trabajo terminarla, precisamente por el poder que él tenía, no nada más en la industria, sino que era mi representante y productor. No sabía qué me iba a pasar, si iba a seguir teniendo carrera, si podría seguir cantando. Luis, hasta mediados de los noventas y dosmiles era el productor estrella de la música en este país. A la distancia reconozco que tuve mucho valor para terminar esa relación con 17 años. Creo que no dimensioné lo que estaba haciendo, si lo hubiera dimensionado quizá no me hubiera atrevido a romper. Lo que es cierto es que mi segundo disco no tuvo ni de cerca el mismo éxito que el primero, que contó con su apoyo.

P. ¿Qué siente después de haberlo denunciado?

R. Cuando denuncias te sientes atada irremediablemente a tu agresor. Pero no podía no hacerlo. Me tardé 38 años en atreverme a ver lo que me pasó. Ojalá el abuso hubiera terminado en el 88, pero es que sigue sucediendo hoy. Cada vez que habla de mí, es una forma de abuso. Si esto se limitara a lo que sucedió hace tres décadas, ¿crees que hablaría con el dolor con el que hablo hoy? La relación de abuso no termina cuando deja de haber contacto sexual.

P. ¿Cómo se siente después de la sentencia?, ¿siente que esto pueda ayudar a otros casos como el suyo?

R. Por primera vez se estabiliza la verdad, por primera vez el juicio público cae en él. Pero el proceso legal es sólo una parte, mi trabajo personal continúa. Lo que más satisfacción me da, es darme cuenta de que lo mediático de mi caso pueda traer a un tema tan oscuro un poco de luz.

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Sobre la firma

Elena Reina
Es redactora de la sección de Madrid. Antes trabajó ocho años en la redacción de EL PAÍS México, donde se especializó en temas de narcotráfico, migración y feminicidios. Es coautora del libro ‘Rabia: ocho crónicas contra el cinismo en América Latina’ (Anagrama, 2022) y Premio Gabriel García Márquez de Periodismo a la mejor cobertura en 2020

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