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Una noche de euforia acerca al Atlas a la gloria en la Liga MX

El conjunto rojinegro vence con galones 2-0 al Pachuca en la final de ida del torneo mexicano y ve más cerca el bicampeonato

Diego Mancera
Luis Reyes, de Atlas, celebra con furia el gol en la final de ida frente a Pachuca.
Luis Reyes, de Atlas, celebra con furia el gol en la final de ida frente a Pachuca.ULISES RUIZ (AFP)

El hincha más hincha de Atlas sigue en un edén. Su equipo, que ganó la Liga MX después de 70 años, no ha perdido el vigor. Sus rojinegros llegaron a otra final, la segunda de manera consecutiva, y se han llevado un manjar: victoria en la ida 2-0 frente al Pachuca. El momento del torneo es de este conjunto que recordó lo que era ganar tras décadas. Ahora quiere acordarse de ganar todos los días. Le restan 90 minutos para consagrar un año idílico o para tener un trago muy amargo frente a los Tuzos, especialistas en ganar de forma agónica.

Nada podía salir mal en el estadio Jalisco. Los aficionados, reconocidos por su fidelidad hasta los nervios, se abalanzaron con los suyos. La mística de este recinto mundialista catapultó al Atlas para atacar desde los primeros minutos. El cerrojo del Pachuca se rompió a los 25 minutos. El gol de Luis Reyes, el consentido de casa, fue un cabezazo tan perfecto como rutina de basquetbol que también coronó un gran centro de José Abella. Euforia total. Los fotógrafos se deleitaron del festejo de furia de Reyes, cabello platino y semblante de demonio.

El Pachuca, revolucionado por el técnico uruguayo Guillermo Almada, intentó buscar réplicas desde las bandas, desde la velocidad, desde algún pelotazo. Nada de nada. El guardameta Camilo Vargas, internacional por Colombia, se lució como quien sabe que le irá a ver su novia y la banda de amigos del barrio. Atajada tras atajada amargó a los Tuzos.

El Atlas no se agazapó, salió a dar sentencia. Lo intentó con un remate acrobático de su nueve, Julio Furch, que mandó el balón por un costado. Nicolás Ibáñez, el delantero letal de Pachuca, dejó un recuerdo en el poste como respuesta, pero no hubo gol, ni alegría. Kevin Álvarez, un prometedor lateral derecho mexicano, salió con la pólvora mojada al fallar hasta tres veces frente a portería.

Cerca del fin del juego, apareció una máquina llamada Julián Quiñónes, también colombiano, que peleó un balón en la banda en un contragolpe. Burló a los dos únicos futbolistas del Pachuca para liquidar el juego en una jugada con mucho músculo, corazón y ganas. Los Tuzos, que ganaron su última Liga en 2016 como visitantes y en el último minuto, esperan el efecto búmeran. La noche fue del Atlas y rozan el bicampeonato, marca que solo dos clubes han alcanzado: León y Pumas.

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Sobre la firma

Diego Mancera
Es coordinador de las portadas web de la edición América en EL PAÍS. Empezó a trabajar en la edición mexicana desde 2016 escribiendo historias deportivas. Es licenciado en Ciencias de la Comunicación y Periodismo por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

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