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Identificados restos de un tercer normalista de los 43 desaparecidos en Iguala en 2014

Hallados en el mismo lugar que los de Christian Rodríguez, aparecidos el año pasado, estos nuevos fragmentos de hueso ahondan en la incertidumbre sobre lo ocurrido con los estudiantes

Ayotzinapa 43 normalistas desaparecidos
Margarito Guerrero, sostiene un cartel con la imagen de su hijo, Jhosivani, en una marcha.Rebecca Blackwell (AP)

Estancada durante años, la investigación del caso Ayotzinapa avanza de la mano de la actual Fiscalía, que en apenas dos años ha encontrado restos de dos de los 43 normalistas desaparecidos y se ha ganado el respeto de sus familias, muy críticas con la Administración anterior. Este martes, los investigadores han anunciado el hallazgo de restos óseos de Jhosivani Guerrero. El laboratorio de genética de la Universidad de Innsbruck, en Austria, ha confirmado su identidad. Los nuevos fragmentos de hueso aparecieron en el mismo paraje donde la Fiscalía encontró restos de Christian Rodríguez el año pasado, la barranca de La Carnicería. Desde 2014, las autoridades han identificado restos de tres estudiantes.

Vidulfo Rosales, parte del equipo de abogados de las familias de los 43, ha dado la noticia este martes, a las puertas de Palacio Nacional, en Ciudad de México. Rosales y las familias salían de una larga reunión con el presidente, Andrés Manuel López Obrador, el subsecretario de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación, Alejandro Encinas, el fiscal general, Alejandro Gertz, y el fiscal especial del caso, Omar Gómez. El abogado apenas ha dado más datos, solo que el hueso de Guerrero encontrado era una vértebra. El hallazgo sorprende porque hace seis años, la antigua Fiscalía anunció que había encontrado restos de Guerrero en otro punto de la zona de búsqueda, el río San Juan. Peritos independientes cuestionaron el positivo porque la coincidencia del resto encontrado con el ADN de la madre del muchacho era muy baja. Las familias tampoco aceptaron el resultado de la fiscalía.

En un mensaje divulgado más tarde, el fiscal Gómez ha explicado que la coincidencia en este caso es del “99.9999 %”, muy superior al fragmento supuestamente encontrado en el río en 2015, cuya coincidencia era del 17%. “A día de hoy, la identificación de Guerrero es plena y cierta”, ha dicho el fiscal. Gómez ha informado además de que el laboratorio de Innsbruck ha identificado también un hueso del talón del pie derecho de Christian Rodríguez. El año pasado, los investigadores ya encontraron un trozo de un hueso del pie de Rodríguez en la barranca. Gómez ha informado además de que en los próximos días volverá a Austria a entregar nuevos restos óseos para analizar.

Ignorada durante el Gobierno de Enrique Peña Nieto (2012-2018), La Carnicería aparece así como epicentro de las pesquisas, no tanto por los datos que pueda aportar a partir de ahora, sino porque ilustra el espíritu de una nueva narrativa, apenas enunciada por precaución. Fuentes cercanas a la investigación apuntan que lo más “lógico” es que los muchachos fueran separados durante el ataque, la noche del 26 y la madrugada del 27 de septiembre de 2014, en Iguala, en el Estado de Guerrero. Una vez separados, el grupo agresor, conformado por delincuentes de la red criminal Guerreros Unidos y agentes de diferentes cuerpos de seguridad, habría llevado a los muchachos a diferentes lugares en vez de a uno solo, el basurero del municipio vecino de Cocula, base de la versión que dieron las autoridades durante los años de Peña Nieto.

Otro asunto que ha cobrado relevancia con el paso de los años es la multiplicidad de cuerpos de seguridad implicados en el ataque. No fueron solo las policías de Iguala y Cocula las que se coordinaron con Guerreros Unidos, como apuntó al principio la Administración Peña Nieto. Otras corporaciones estuvieron implicadas directamente en el ataque y desaparición de los estudiantes, caso de la policía de Huitzuco. Otras evitaron actuar, sabiendo que los normalistas corrían peligro, caso de la Policía Federal. Y luego está el Ejército, cuyo papel sigue siendo borroso. Militares patrullaron las calles antes, durante y después del ataque y nunca auxiliaron a los muchachos. Algunos estudiantes denunciaron incluso que militares les amedrentaron después del primer ataque, cuando se refugiaban en un hospital.

De naturaleza opaca, la Secretaría de la Defensa se ha resistido a colaborar con los investigadores estos años. Su relación ha sido complicada y apenas en los últimos tres meses les ha abierto la puerta a sus archivos. Según fuentes cercanas a la investigación consultadas en el último mes, la intervención aquí del presidente, Andrés Manuel López Obrador, ha sido esencial para que el Ejército cediera. Los investigadores han tenido acceso a documentos de los batallones de Iguala y Teloloapan, así como a los archivos de la zona y la región militar. Los documentos hallados allí podrían ayudar a esclarecer su papel en la noche del ataque y los días posteriores.

El motivo de la agresión sigue siendo un misterio. El Gobierno anterior sugirió que el grupo atacante había confundido a los normalistas con una banda enemiga, incluso que parte de los normalistas eran parte de esa banda. A lo largo de los años han aparecido otras hipótesis. La más extendida apunta que los estudiantes trataron de llevarse autobuses de línea que Guerreros Unidos usaban para transportar heroína a Estados Unidos. La toma de autobuses es típica de los estudiantes normalistas, que usan los vehículos para acudir a marchas y reuniones. En 2014, los estudiantes de Ayotzinapa fueron a Iguala a llevarse autobuses para después trasladarse a Ciudad de México, con motivo de los actos conmemorativos de la matanza de Tlatelolco de 1968.

Sin estar descartada, la Fiscalía carece de pruebas para probar la teoría del tráfico de heroína. El grupo de expertos comisionado por la Organización de Estados Americanos a México para investigar el caso ha señalado la necesidad de profundizar en este asunto. Una de las claves podría ser un proceso abierto contra una célula de Guerreros Unidos en EE UU hace años, liderada por Pablo Vega. La justicia del país vecino tenía intervenidas las comunicaciones de Vega y sus compinches la noche del ataque. En 2018, la fiscalía mexicana recibió información sobre estas comunicaciones, pero apenas aclaró nada. Hace un par de semanas, López Obrador señaló que Estados Unidos había enviado información nueva sobre las pesquisas abiertas allí . Una fuente cercana a la investigación consultada al respecto indica sin embargo que lo enviado es “lo mismo que se recibió en 2018”. Esto es, comunicaciones interceptadas a integrantes de la red criminal que no aportan nada nuevo.

Retrato de Jhosivani Guerrero de la Cruz, estudiante normalista asesinado en Ayotzinapa en 2014.
Retrato de Jhosivani Guerrero de la Cruz, estudiante normalista asesinado en Ayotzinapa en 2014.

Guerrero es el tercer estudiante identificado después de Rodríguez y de Alexander Mora. Los restos de este último aparecieron en octubre de 2014 en el río San Juan, junto al basurero de Cocula, escenario principal de la narrativa aireada durante la administración anterior. Según esta versión, los estudiantes fueron asesinados y quemados allí. Luego, los criminales habrían arrojado los restos al río San Juan. El hallazgo de los huesos de Mora en el río, en las primeras semanas de búsqueda, apuntaló la versión del basurero y dio carpetazo a las pesquisas.

Pese a los cuestionamientos de investigadores independientes, la Fiscalía no se movió de ahí durante años. El Equipo Argentino de Antropología Forense y el grupo de expertos comisionado por la Organización de Estados Americanos a México concluyeron que el basurero de Cocula no había albergado una hoguera con capacidad para quemar a 43 estudiantes. Unos y otros señalaron además las extrañas circunstancias del hallazgo de los restos de Mora, ubicados sin la presencia de ninguno de ellos. La investigación quedó en punto muerto desde mediados de 2015 hasta el cambio de guardia, casi un lustro después.

La paradoja ahora es que los hallazgos de los últimos dos años dibujan un panorama de nuevas incertidumbres. Situado a 800 metros del basurero, la barranca de La Carnicería borra los trazos de la vieja narrativa, pero implica la aparición de nuevas preguntas difíciles de contestar. La primera, ¿cómo llegaron los restos de dos de los 43 allí? La segunda, ¿en qué otros lugares podría haber restos, si es que los hay?

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Sobre la firma

Pablo Ferri
Reportero en la oficina de Ciudad de México desde 2015. Cubre el área de interior, con atención a temas de violencia, seguridad, derechos humanos y justicia. También escribe de arqueología, antropología e historia. Ferri es autor de Narcoamérica (Tusquets, 2015) y La Tropa (Aguilar, 2019).

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