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“No hemos sabido tratar la migración como una emergencia humanitaria”

La académica analiza la política migratoria de EE UU y México y recomienda mayor inversión en infraestructura y recursos humanos para garantizar un mejor trato a los niños migrantes

Carlos S. Maldonado
Silvia E. Giorguli Saucedo, presidenta de El Colegio de México
Silvia E. Giorguli Saucedo, presidenta de El Colegio de México.Colmex

Para la académica Silvia Giorguli Saucedo (Ciudad de México, 51 años) el cambio en la política migratoria de parte del presidente de EE UU, Joe Biden, es un avance que se debe celebrar tras la criminalización de los migrantes impuesta durante la Administración de Donald Trump. Aplaude principalmente al trato más humanitario que se da a los niños migrantes, un flujo que ha venido en aumento y que ha demostrado lo poco preparados que están los gobiernos estadounidenses y mexicanos para hacerle frente. Giorguli es presidenta del Colegio de México (Colmex), una de las instituciones académicas de mayor prestigio en el país, y a lo largo de su carrera ha estudiado la demografía y la migración. En esta entrevista analiza el rol de EE UU y México frente a la migración de adolescentes y niños y aboga por una mayor inversión e infraestructura, que ponga el interés de la niñez por encima de desacuerdos políticos. “Muchos de estos menores podrían ser sujetos de políticas de reunificación familiar si se avanzara en resolver la situación de indocumentación de sus familiares en EE UU, pero eso se va a llevar tiempo. Hay que modificar el sistema de asilo estadounidense, porque tiene problemas para procesar las solicitudes. Ese es el camino correcto, pero no es fácil por los contrapesos institucionales, porque no hay consenso en EE UU”, afirma.

Pregunta. ¿Cuáles son las razones por las que estamos viendo un aumento del número de niños pidiendo asilo en la frontera?

Respuesta. Hay una serie de componentes que vienen de la historia de los flujos migratorios en esta zona. En primer lugar, tenemos que ver que hay muchas décadas de una migración indocumentada a Estados Unidos, tenemos una comunidad de once millones de indocumentados, con un fuerte componente de latinoamericanos y esa población, que además en muchos casos tiene más de 10 años viviendo en EE UU, está un poco atrapada en términos de la reunificación familiar en tanto no hay canales legales que permitan esa reunificación. Eso explica que muchas familias opten por otros caminos como los flujos indocumentados para intentar ingresar a EE UU. Eso quiere decir que el flujo no va a bajar en tanto no se logre regularizar a esa población indocumentada.

P. ¿Qué otros factores llevan a estos niños a viajar solos?

R. Esta es una región que estaba acostumbrada a gestionar flujos de adultos migrantes por razones económicas, pero ahora esta región se encuentra con una migración que corresponde a una situación de emergencia humanitaria. Y ahí se da el cruce de lo económico con la violencia, porque uno oye los testimonios de los menores, muchos de ellos adolescentes, y el clima de violencia con el que están viviendo cotidianamente en sus comunidades de origen y la alternativa de quedarse para que lo recluten o lo maten, pues toman la medida desesperada de irse. Es una migración que no tiene un componente de planeación, sino de sobrevivencia. Y no hemos sabido tratarla con ese carácter humanitario. Porque todo lo que tenemos de estaciones migratorias, Border Patrol, Guardia Nacional no está hecho para atender una emergencia humanitaria como la que está viviendo Centroamérica.

P. Hace unas semanas vimos a un niño de Nicaragua perdido en la frontera, traumatizado. ¿Además del viaje extenuante, qué consecuencias tiene para estos niños hacer este viaje peligroso?

R. Todos estamos concentrados en el corto plazo en lo que está pasando ahorita, pero el impacto de esta experiencia en la vida de los menores es algo que no podemos omitir. Una vez que se instalan en campamentos hay que preguntarse: ¿Qué pasa con el acceso a la educación, a la salud, a temas tan importantes como la vacunación? ¿Qué pasa en el cuidado de enfermedades infectocontagiosas que pudieron haber adquirido en el camino como diarreas, infecciones intestinales, de vías respiratorias? Nosotros ya habíamos documentado cada vez más el tema de salud mental. En el caso de la experiencia mexicana hay trabajos relacionados con la ansiedad que genera en los niños la separación de los padres. Aquí tenemos un tema de salud mental en una generación de jóvenes que van a ser los adultos dentro de 10 años, que se van a integrar a la vida laboral.

P. El presidente Joe Biden ha parado la construcción de un muro fronterizo y ha desmantelado varias de las políticas de Trump, como el programa Quédate en México. ¿Considera que estas acciones son suficientes? ¿Qué medidas faltan para garantizar el bienestar de estos niños?

R. Tenemos que celebrar el cambio en la orientación de la política migratoria. Frente la orientación de control, de detención, de criminalización y de trato deshumanizado que caracterizó al Gobierno de Trump, ahora tenemos una Administración que toma como ejes y principios el trato humanitario, la gestión ordenada, el buscar canales legales, la cooperación para el desarrollo con comunidades de origen y el evitar a toda costa, hasta donde los recursos lo permiten, la detención de niños migrantes en estas condiciones inhumanas, poniendo en el centro el interés superior del niño. Ya el cambio de principios abona a una dirección distinta. El gran reto es cómo lo superas. Muchos de estos menores podrían ser sujetos de políticas de reunificación familiar si se avanzara en resolver la situación de indocumentación de sus familiares en EE UU, pero eso se va a llevar tiempo. Hay que modificar el sistema de asilo estadounidense, porque tiene problemas para procesar las solicitudes. Ese es el camino correcto, pero no es fácil por los contrapesos institucionales, porque no hay consenso en EE UU.

P. ¿Cómo debe ser el trato a estos niños migrantes?

R. Poniendo adelante el interés superior del niño, no criminalizando al niño migrante. Sería ideal incrementar la presencia de expertos en trato a la niñez en los albergues o centros de detención, de quienes pueden asesorar en términos de salud mental, en términos de educación. Los niños requieren una atención diferenciada, porque son población con una experiencia muy particular. Uno de los grandes retos es cómo adecuar la infraestructura para que dejemos de ver esas imágenes con niños ya no en jaulas, pero sí en estas cajas de vidrio y cubiertos con mantas de aluminio. Eso es lo más urgente.

P. ¿Cuál es la situación en México, país que se convirtió en el verdadero muro para los migrantes? ¿A qué se enfrenta estos niños cuando llegan a este país?

R. Cuando comenzó su gestión el actual Gobierno [del presidente Andrés Manuel López Obrador] le pasó algo similar a lo que ocurre ahora con Biden: sí hubo un cambio en el discurso, en los principios que dirigían la política migratoria, pero lo superó la gestión, no tener la capacidad para dar una salida a estos flujos inéditos en tamaño. Puedes cambiar el discurso, pero si tu estructura y la lógica de operación de las detenciones a través de la Guardia Nacional no se modifican y siguen operando como hace 10 o 15 años, pues entonces no hay una conexión entre el discurso y lo que está pasando. México debe entender que es una migración que requiere un trato de tragedia humanitaria y generar espacios para gestionar esos flujos en lo que se resuelve la situación en EE UU.

P. ¿Considera que los niños tienen oportunidades justas para recibir atención o asilo en México?

R. Esta situación tomó a la institución responsable de procesar el asilo y el refugio en México, la Comar [Comisión Mexicana de Ayuda Refugiados], en un momento de cambios legislativos muy fuertes, de escasez de recursos financieros y humanos. El proveer a la Comar de más recursos sería un mensaje poderoso de que interesa que haya una mayor injerencia y eficiencia para atender las solicitudes. Ha habido cambios y sería injusto no reconocer con los recursos que tiene la Comar lo que ha hecho para acelerar procesos de solicitudes, pero el tamaño del problema exige más inversión.

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Carlos S. Maldonado
Redactor de la edición América del diario EL PAÍS. Durante once años se encargó de la cobertura de Nicaragua, desde Managua. Ahora, en la redacción de Ciudad de México, cubre la actualidad de Centroamérica y temas de educación y medio ambiente.

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