López Obrador celebra la política migratoria de Biden y descarta un enfrentamiento con EE UU
El presidente adopta un tono conciliador tras el golpe de timón en la Casa Blanca en políticas como la construcción del muro y la regularización de 11 millones de migrantes
La relación entre México y Estados Unidos ha llegado a un punto de remanso después de las turbulencias de las últimas semanas. El Gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha recibido con buenos ojos la ola de decretos que Joe Biden ha emitido apenas tomó posesión para enterrar el legado de Donald Trump en la Casa Blanca, sobre todo en cuestión migratoria. El mandatario mexicano ha celebrado el plan de dar la ciudadanía a 11 millones de inmigrantes y de detener la construcción del muro fronterizo. “Lo vemos muy bien, no tenemos nada que objetar”, ha dicho este jueves López Obrador en su conferencia matutina y ha aprovechado para mandar un mensaje conciliador tras el conflicto diplomático por el caso del general Salvador Cienfuegos: “No hay ninguna amenaza contra México, los que están apostando a que nos vamos a enfrentar al Gobierno de Estados Unidos se van a quedar con las ganas”.
López Obrador ha mantenido su afán por diferenciarse de lo que habían hecho sus predecesores frente a Estados Unidos. Su impronta quedó reflejada en la gestión del caso Cienfuegos, al conseguir que se repatriara en noviembre al secretario de Defensa de Enrique Peña Nieto (2012-2018) y desmantelar en cuestión de meses una investigación que se fraguó durante años por la DEA del otro lado de la frontera. El presidente ha argumentado ahora que “no es necesario” tener una llamada con Biden y que ya había tocado en otras tomas de contacto “todos los temas”. “Tuvimos una conversación muy buena”, ha dicho, “ya se estableció la comunicación entre los servidores públicos de Estados Unidos y México, ya están trabajando de manera conjunta”.
El presidente ya había dicho horas antes de la investidura de Biden que era importante que regresara a la agenda bilateral la promesa de una reforma migratoria, un tema que México ha perseguido por más de dos décadas y que es prioritario por los más de 38 millones de personas de origen mexicano que viven en Estados Unidos. Su homólogo estadounidense hizo un nuevo guiño al respecto, al anunciar que se reanudará la protección a los dreamers, como se conoce la iniciativa que impulsó Barack Obama para abrir un camino a la ciudadanía para los jóvenes indocumentados que migraron cuando eran menores de edad y que sepultó Trump.
Raúl Benítez Manaut, especialista en la relación bilateral de la Universidad Nacional Autónoma de México, prevé que el affaire Cienfuegos, que ha acaparado la atención en las últimas semanas, saldrá de los reflectores y cederá terreno al tema migratorio. “Todo lo que López Obrador ha dicho sobre Estados Unidos en los últimos días ya no cuenta a partir de la llegada de Biden”, comenta el investigador.
No todo será miel sobre hojuelas. Aunque Obama tenía un discurso mucho más amable que Trump hacia los migrantes, su Administración batió el récord de deportaciones en la frontera sur del país, al regresar a 2,5 millones de indocumentados entre 2009 y 2015. Para Benítez será clave cómo México gestione fenómenos como las caravanas, que han resurgido en los últimos días y que mantienen latente la posibilidad de nuevos flujos de personas que huyen de la devastación que dejaron los huracanes Iota y Eta, la pobreza y la violencia que azotan a Centroamérica. “El flujo migratorio no se detendrá construyendo muros”, dijo esta semana López Obrador, advirtiendo que el tema tendrá una narrativa diferente en los próximos cuatro años con Biden, casi al mismo tiempo que se mantenía un despliegue militar en la frontera del río Suchiate anticipando la llegada de la última caravana migrante.
Las medidas contra la pandemia del coronavirus y para la reactivación económica también fueron aplaudidas por López Obrador, sobre todo por el impacto que pueden tener en la población de origen mexicano. El presidente, sin embargo, optó por la cautela, al insistir en que no quería inmiscuirse en la política interna de su vecino y mandar el mensaje de que esperaba una posición recíproca, un reclamo que se intensificó durante el escándalo de Cienfuegos.
Después de lidiar y ceder durante cuatro años ante los embates diplomáticos de Trump, los esfuerzos diplomáticos de México se centran en construir las bases de una nueva relación con su sucesor y desmarcarse de la idea de que se apostó por la reelección del republicano, una crítica que el Gobierno de López Obrador ha buscado desmentir. La estrategia está apuntalada por el nombramiento de Esteban Moctezuma como nuevo embajador en Washington, aunque los analistas prevén que Biden concentre los primeros meses de su Administración en unificar al país, desgastado por cuatro años de polarización política y una transición convulsa. “Tenemos muy buena relación con el nuevo Gobierno”, ha insistido el mandatario mexicano.
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