La historia de Celia: cómo se elevan las llamadas de las víctimas del machismo
Las mujeres recurren cada vez más a terceros para que pidan auxilio puesto que el maltratador les revisa o les sustrae el celular, según la Red Nacional de Refugios
La vivienda no siempre protege. Para las mujeres víctimas de violencia machista puede ser una cárcel de difícil escapatoria. Así ha sido para, llamémosle, Celia, quien a mediados de junio dejó a su pareja durmiendo por el alcohol y mandó un mensaje a la Red Nacional de Refugios (RNR): necesitaba huir de su casa. Desde que llegó de Chiapas al Estado de México, hace 12 meses, con el agresor y su niño de dos años y medio apenas había salido a la calle. El confinamiento que impuso la pandemia jugaba en su contra, quién iba a pensar en el vecindario que estaba forzosamente recluida. “¿Dónde vives?”, le devolvieron el mensaje. “No sé la dirección”, dijo Celia. Con esta dificultad añadida comenzaba uno de los últimos 23 rescates efectuados por esta red de apoyo. Entre mayo y junio se ha incrementado un 52% el número de víctimas que han recibido ayuda gracias a la intermediación de sus familiares. “A ellas les revisan o les quitan el celular o la computadora y las dejan aisladas, por eso buscan la mediación de terceros para salir del infierno”, dice Wendy Figueroa, directora de la RNR. El número de llamadas a esta organización se ha incrementado en un 55% en estos dos meses respecto al mismo periodo del año pasado, según el último informe hecho público este jueves.
Celia solo sabía que cerca de su casa había una tienda de abarrotes. “Sal a la calle, pero no preguntes a los vecinos por tu dirección, ve hacia la tienda”, le dijeron en la Red. Nunca se sabe dónde está el enemigo. La muchacha, de 25 años, cargó al crío y caminó. Eran las cinco de la tarde. La conversación nunca se interrumpe con los que la auxilian. “Fueron 10 minutos interminables hasta que llegó al establecimiento”, relata Figueroa. Siempre con el teléfono abierto, desde la Red pidieron hablar con la dependienta. “Le dijimos, ‘soy su prima, necesitamos ir a recogerla, ¿nos puede dar la dirección exacta de la tienda?’. Y hasta allí mandamos un vehículo que lleva una palabra clave”. El conductor no tardó en llegar. Celia dijo: manzana. El conductor reconoció la contraseña y emprendió la marcha con la madre y el niño hasta el refugio acordado. “Cuando llegó se produjo la crisis nerviosa, los llantos, y tuvimos que oír algo que ya hemos oído antes en boca de los niños: ‘Mami, aquí estamos bien”, sigue Figueroa.
La violencia de género no ha dejado de crecer en estos últimos meses de pandemia, como las organizaciones feministas han recordado al Gobierno una y otra vez. Y se extiende a los más pequeños. El 46% de las hijas e hijos de víctimas que han solicitado apoyo en la Red han sufrido violencia en las casas durante el confinamiento. Un 8% de esos críos, lo que supone más de 500 niños, niñas y adolescentes, han reportado violencia sexual en sus domicilios en este tiempo. “Eso indica que las casas no son un espacio de fraternidad como tantas veces se dice desde le Gobierno, ni un sitio de paz donde las mujeres cuidan a los suyos. No, lo que hay en estos casos es un desprecio hacia ellas, son de su propiedad. Muchas veces nos cuentan el enojo de sus parejas porque no hacían maravillas con 50 pesos para comer, porque no eran capaces de callar los llantos del niño. Son situaciones antesala de la violencia”, dice Figueroa.
El hecho de que en los últimos dos meses se haya reducido el número de llamadas de socorro por parte de las víctimas indica la cárcel en la que están viviendo, donde son otros, los familiares, lo que tienen que intervenir para que reciban ayuda. Si hace unos meses las llamadas de terceros eran de un 19% ahora son de un 31%. No se trata solo de la covid, el aislamiento es de otras características.
A Celia y a su hijo se les hizo el preceptivo reconocimiento médico cuando llegaron al refugio. No habían comido en todo el día. El niño presentaba desnutrición y ella tenía anemia y revelaban secuelas emocionales pero no físicas. Ya han recuperado peso y talla. La Red no obliga a estas mujeres a iniciar un proceso jurídico, pero les acompañan en ello si así lo deciden. Celia se está recuperando, participa en los talleres y quiere acabar la universidad que dejó inconclusa. “Su cara es otra”, dice Figueroa.
Dos de cada 10 llamadas que recibe la Red son de mujeres que ya han pedido auxilio en otras instituciones y no lo han recibido. “Las Administraciones dijeron que estos centros de apoyo eran esenciales y estarían disponibles, pero muchos servicios están cerrados. No se está haciendo nada. Solo campañas horribles que no sirven”, se queja la directora de la RNR.
De marzo a junio de este año, la Red ha atendido de diversas maneras a 21.074 personas, un 71% más que el año anterior en esas mismas fechas. De las 6.475 llamadas recibidas, un 73% son de mujeres, más de un 16% son de instituciones gubernamentales que derivan casos para su protección y un 10,25% son de hombres que quieren saber si esa red en verdad existe y que aún esperan que les digan dónde paran las víctimas para ir por ellas.
A pesar de la vuelta paulatina a la normalidad, las cifras de violencia siguen incrementándose. “Y aún esperamos por el Proyecto de Igualdad, que no se ha presentado, ni se han orquestado medidas intersectoriales. Esta crisis del coronavirus se está tratando de forma lineal, cuando es patente que tienen un sesgo de género, las mujeres se están viendo afectadas física, emocional, económica y sexualmente: en el mes de junio ha habido un incremento del 2% entre las mujeres que dicen haber sufrido un intento de feminicidio y un aumento del 9% entre las que dicen ser víctimas de todas las formas de violencia”, señala Figueroa.
El examen médico que pasó Celia en el refugio dio negativo para la covid-19, no así su historial de maltrato.
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