La pista rusa que condujo hasta el escondite en la Costa del Sol de Emilio Lozoya
El exdirector de Pemex, que ha aceptado su extradición a México, se refugió en la mansión de lujo de un empresario ruso en Málaga
¿Quién ayudó y cobijó durante su fuga Emilio Loyoza Austin, exdirector de Pemex y uno de los hombres más influyentes de México? La respuesta al alud de especulaciones desatadas durante el año en el que Lozoya permaneció huido tras ser acusado de corrupción está en los archivos de la Brigada de Localización de Fugitivos, en el complejo policial de Canillas (Madrid). Un grupo de agentes, dirigidos por una mujer, lo capturaron el pasado mes de febrero en una urbanización de lujo cercana a Marbella.
Loyoza, de 46 años, encontró refugio durante varias semanas en la mansión de un empresario ruso, un ángel de la guarda que le puso a su disposición una jaula de oro en la urbanización La Zagaleta sin hacer preguntas, según ha podido saber EL PAÍS. La identidad de su protector y la de otra persona de, también nacionalidad rusa, que residía en la vivienda se mantiene en secreto.
El exresponsable de la petrolera mexicana durante el Gobierno de Enrique Peña Nieto dedicaba su tiempo a estudiar ruso y a jugar al golf en los complicados dieciocho hoyos de este fortín anónimo e inexpugnable situado a 22 kilómetros de Marbella. Un complejo donde el precio de sus villas, de 3.000 a 10.000 metros cuadrados, oscila entre los 6 y 40 millones de euros y en el que solo residen, de forma temporal, una cohorte internacional de mega millonarios y ejecutivos que consiguen en ese reducto natural el anonimato del que carecen.
La estampa de Yuri Luzhkov, exalcalde de Moscú fallecido hace unos meses, y de su riquísima mujer sentados en su carrito de golf, a imitación de un Rolls Royce, es una imagen clásica de este lugar. La Zagaleta es una urbanización nada convencional y se levanta sobre la antigua finca de caza del traficante de armas Adnán Khashoggi, rey de la noche marbellí, considerado en los ochenta uno de los más ricos del planeta.
Para Lozoya el reloj empezó a correr a mayor velocidad de la que estaba acostumbrado el 25 de mayo de 2019 cuando la Fiscalía General de la República de México ordenó su detención, la de su hermana Gilda y la del empresario Alonso Ancira Elizondo. Le acusan de un fraude de 257 millones. Poco después, Interpol emitió una orden roja, detención de máxima prioridad, y la fotografía de este licenciado en Harvard se repartió por 196 países.
Localizar a un hombre que habla varios idiomas, que está considerado como uno de los mejores relacionados de México y dispone de fortuna no ha sido fácil. El perfil internacional del fugado abría el foco a varios continentes y su arraigo geográfico era muy difuso.
Lozoya está casado con Marielle Eckes, una alemana, y es padre de tres hijos, ninguno nacido en México según destacan los sabuesos de la Unidad de Investigación mexicana. El matrimonio se movía como pez en el agua entre sus domicilios en Manhattan (Nueva York), Carouge, la llamada ciudad Sarda a tiro de piedra de Ginebra (Suiza), y su casa en Ciudad de México. Un triángulo con caminos hacia otros países, incluido Rusia, en los que el exjefe de la petrolera tenía una agenda variopinta de contactos.
La primera pista que la Inteligencia de México puso en bandeja a los agentes españoles fue un fiasco. Llegó a las oficinas del complejo policial de Canillas en julio del año pasado a través de su enlace en Madrid. La nota afirmaba que el matrimonio se encontraba en el Monasterio de Piedra, un hotel situado en un antiguo monasterio cisterciense, en Calatayud (Aragón), a unas dos horas en coche de la capital.
El operativo descubrió que se trataba de unos amigos de los Lozoya que vivían en Alemania y estaban en España de vacaciones. “A partir de ahí sufrimos un parón total“, reconoce el jefe de los agentes españoles de esta unidad que el año pasado localizó a 300 fugitivos.
El responsable de esta sección afirma que prestaron atención a artículos de la prensa mexicana que apuntaban sin pruebas que la mafia rusa ocultaba a Lozoya. “Nos pareció curioso y nos interesó. A partir de ahí, nos centramos en la Costa del Sol, en la zona de Málaga y Marbella con base en el perfil del personaje, estilo de vida y potencial económico. México estaba seguro de que se escondía en España”.
La inteligencia mexicana facilitó, además, un dato que allanó el camino y acotó la búsqueda. “Nos dijeron que tenía afición al golf y nos centramos en las urbanizaciones de gran lujo de esa zona”. Meses después, a través de un informador llegó la pista de un mexicano con un nivel de vida muy alto que vivía en una mansión de La Zagaleta propiedad de un empresario ruso.
Entrar a la Zagaleta sin ser visto es una misión difícil y permanecer dentro durante más de dos meses con ojos y oídos sin despertar la curiosidad de los pocos vecinos y empleados una tarea imposible. La mansión en la que estaba el sospechoso, con piscina, jardines, varias hectáreas de terreno y empleados de servicio, dificultaba la vigilancia.
La orografía de esta urbanización de 900 hectáreas, en la que se levantan unas 230 villas en las faldas de la Serranía de Ronda, facilitó la búsqueda. Mediante “el ingenio español y la tecnología” vigilaron durante días al objetivo que pasó semanas sin salir de la urbanización. “Más de dos meses recluido en su confinamiento particular. Dentro lo tenía todo. No tenía necesidad de salir”, afirma la agente del equipo.
La mañana del pasado 13 de febrero, un taxi Uber entró en la urbanización y se detuvo frente a la mansión del empresario ruso. El sospechoso entró en el vehículo y salió de La Zagaleta. El equipo de la Brigada de Fugitivos lo siguió hasta Marbella. Emilio Lozoya salió del vehículo y entró en una peluquería. Los agentes observaron sin intervenir como se cortaba el pelo y certificaron su extraordinario parecido físico con el fugado.
Cuando el taxi en el que regresaba a La Zagaleta se acercaba a la urbanización lo interceptaron. “Le hicimos bajar del coche y le pedimos la documentación. Entregó un carnet de conducir con identidad falsa (Jonatan Solís Fuentes). No dijo nada. Estuvo tranquilo y callado todo el tiempo. Creo que esperaba ese momento y se quitó un peso de encima”, relata el agente que le detuvo.
El expresidente del gigante del petróleo mexicano llevaba en el momento de su detención un diccionario ruso y fotocopias de una lectura en ese idioma. En su cartera, además de la documentación falsa, tenía tarjetas de crédito a su nombre real. En los escritos de su defensa presentados en el proceso de extradición al que está siendo sometido en la Audiencia Nacional se asegura que durante el arresto exhibió su verdadera identidad.
Los agentes españoles reconocen que la pista rusa obtenida en fuentes abiertas les ayudó a acotar su búsqueda hasta la urbanización. “Cuando se rumoreó en algunos medios que Putin estuvo en La Zagaleta nos ayudó”, afirma el jefe de la unidad sin precisar el por qué.
En el exclusivo y variopinto vecindario de este complejo, fundado en 1991 por varios inversores encabezados por Enrique Pérez Flores, residen ciudadanos rusos, pero no hay constancia de que el presidente Putin lo haya visitado. La policía española guarda con celo la identidad del empresario ruso que cedió su casa al exdirector de Pemex.
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