Laura Llorente: “La lactancia materna es una ocasión perfecta para mejorar los hábitos alimentarios”
La nutricionista aconseja transmitir tranquilidad a la hora de querer perder peso tras el embarazo, puesto que las madres están sometidas a un estrés añadido por la llegada del bebé
La pérdida de peso tras el embarazo es una de las consultas más habituales que atienden los nutricionistas. Normalmente, se tarda entre seis meses a un año en recuperar el cuerpo anterior a la gestación, pero “existe una gran preocupación. Conviene remarcar y transmitir tranquilidad al respecto, puesto que las mujeres que acaban de tener un bebé están sometidas a un estrés añadido al traer una vida al mundo, como la falta de sueño o desajustes en la alimentación, debido al proceso de aceptación de su nueva realidad”, explica...
Regístrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
La pérdida de peso tras el embarazo es una de las consultas más habituales que atienden los nutricionistas. Normalmente, se tarda entre seis meses a un año en recuperar el cuerpo anterior a la gestación, pero “existe una gran preocupación. Conviene remarcar y transmitir tranquilidad al respecto, puesto que las mujeres que acaban de tener un bebé están sometidas a un estrés añadido al traer una vida al mundo, como la falta de sueño o desajustes en la alimentación, debido al proceso de aceptación de su nueva realidad”, explica Laura Llorente, dietista y nutricionista, especializada en Trastornos Alimenticios.
La dieta estricta no es una forma recomendable de perder peso tras dar a luz. Es aconsejable aprovechar la lactancia materna como una ocasión perfecta para mejorar los hábitos alimentarios, marcar objetivos realistas y promover cambios que perduren en el tiempo: “Hay que evitar poner plazos inalcanzables o números en la báscula y, simplemente, implementar pequeños cambios en la alimentación diaria. Conviene dejar de lado el enfoque de la pérdida de peso. ¿Por qué no nos centramos en cómo me siento? No solo atender a comportamientos acerca de la alimentación, sino a otras cuestiones, como el bienestar psicológico o qué necesito en cada momento”, argumenta Llorente.
Comer sin sentimiento de culpa
Es aconsejable “permitir todos los alimentos porque, inconscientemente, tenemos en mente que existen buenos y malos, pero, en realidad, hay muchos más matices en este concepto”, explica Llorente. “Además”, prosigue, “esa restricción de comida nos hará entrar en un bucle de antojos incontrolables y llegar con mayor ansiedad al almuerzo o la cena, cuando lo que conviene es comer sin sentimiento de culpa”. Según mantiene la experta, gracias a la lactancia materna, durante los seis primeros meses de vida del bebé, se suele facilitar la pérdida de peso después del parto. Sin embargo, esta no se produce en todas las mujeres por igual, “según el artículo de la doctora Cheryl Lovelady [Balancing exercise and food intake with lactation to promote post-partum weigh loss], el ejercicio y la restricción energética pueden promover la pérdida de peso mientras se da el pecho, y tener un efecto sobre el volumen y la composición de la leche materna y en consecuencia del crecimiento infantil”. Por ello, de hacerlo, “conviene contar con un equipo multidisciplinar para lograr una perspectiva que vaya mucho más allá de la idea del peso y se centre en controlar el bienestar físico y emocional de la mamá y del bebé, así como en conseguir hábitos alimenticios saludables a largo plazo”, añade Llorente.
Comer cuando la madre tiene hambre es una brújula fiable para acertar con los tiempos ajustados para ingerir alimentos, de forma que lo hagan “de manera intuitiva y sin contar calorías, con una dieta compuesta por frutas, verduras y cereales integrales, así como proteínas de calidad, con más cantidad de las vegetales que de las animales”, incide la experta. El planteamiento de la pérdida de peso con una dieta y ejercicio tras el embarazo y durante la lactancia conviene que se haga sin prisa y aceptando que el cuerpo recuperará su forma previa a la gestación de manera paulatina. Para hacerlo, es aconsejable “pasar la cuarentena, porque antes existe mucha retención de líquidos y todas las estructuras ginecológicas que albergaban un bebé tienen que volver a su ser”, explica Llorente.
La gran mayoría de las madres van a perder el peso ganado durante el embarazo en los primeros meses de vida del bebé, pero, a veces, por desórdenes alimentarios y falta de sueño, puede no ser así. “Lo ideal, es que durante las primeras seis semanas posteriores a dar a luz, nos dediquemos a recuperarnos, establecer una lactancia eficaz, entender a nuestro bebé y dormir lo que se pueda y, a partir de entonces, hacer una dieta equilibrada, evitando alimentos muy calóricos o superfluos, así como picoteos. A partir de los seis meses del parto, ya se puede seguir una dieta hipocalórica, si de verdad se desea perder peso y, preferiblemente, en manos de un profesional que nos controle y asesore”, concluye la nutricionista.
Comer por dos para dar el pecho
Cuando una mujer da el pecho, necesita comer por dos, porque “solo para producir 750 mililitros de leche se consumen unas 600 kilocalorías y esto el organismo lo obtiene de las calorías ingeridas y de la grasa acumulada durante el embarazo, por lo que la lactancia ya es una dieta en sí misma. Las recomendaciones nutricionales son de unas 2300-2500 kilocalorías, que junto a la falta de sueño, provocan una tormenta perfecta para que, mientras se da el pecho, el cuerpo te pida comer a todas horas”, explica Myriam Herrero, pediatra y especialista en aparato digestivo y nutrición del Hospital Universitario Rey Juan Carlos de Móstoles.
La dieta materna influye en la calidad de la leche que ingiere el bebé. “Las dietas hipocalóricas para la pérdida de peso durante la lactancia se recomiendan con un mínimo de 1600-1800 kilocalorías, siempre y cuando la madre goce de un estado nutricional adecuado, ya que con una reducción del aporte, por debajo de esa cantidad o en el caso de una madre previamente desnutrida, se corre el peligro de que el organismo agote las reservas, se ponga en riesgo la salud materna y disminuya la producción láctea”, concluye Herrero.
Puedes seguir De mamas & de papas en Facebook, Twitter o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.