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Meloni afina el arte de hacer equilibrios entre la UE y Trump mientras teme el golpe de los aranceles en Italia

La primera ministra italiana extrema su pragmatismo para no enfrentarse con la Casa Blanca y busca un perfil propio dentro de Europa con continuos desmarques de Bruselas

El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, y la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, en un encuentro bilateral en la cumbre europea con Reino Unido celebrada en Londres el pasado 2 de marzo.FILIPPO ATTILI / CHIGI PALACE PRESS OFFICE / HANDOUT (EFE)

El día de la famosa bronca en la Casa Blanca entre Donald Trump, J. D. Vance y Volodímir Zelenski, el 28 de febrero, los principales líderes europeos salieron a apoyar al presidente ucranio, pero Giorgia Meloni guardó silencio. La primera ministra italiana, líder del partido ultraderechista Hermanos de Italia, ya había hecho lo mismo tras...

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El día de la famosa bronca en la Casa Blanca entre Donald Trump, J. D. Vance y Volodímir Zelenski, el 28 de febrero, los principales líderes europeos salieron a apoyar al presidente ucranio, pero Giorgia Meloni guardó silencio. La primera ministra italiana, líder del partido ultraderechista Hermanos de Italia, ya había hecho lo mismo tras el polémico discurso de Vance en Múnich, el 14 de febrero, en el que criticó los valores europeos. Entonces Meloni también se calló, y en esas semanas convulsas en que Trump empezó a volar los puentes con Europa y Ucrania permaneció siempre en silencio.

Sin embargo, días después, el 22 de febrero, la líder italiana participó en videoconferencia en la convención del partido republicano en Washington y entonces elogió las palabras de Vance en Múnich, poniéndose de su parte. Dijo que “las élites” se habían indignado porque un norteamericano fuera a darles lecciones, pero “si hubieran mostrado el mismo orgullo cuando Europa perdió la autonomía estratégica, ligando su economía a regímenes autocráticos, o cuando las fronteras europeas y nuestro estilo de vida fueron amenazados por la inmigración clandestina masiva, ahora viviríamos en una Europa más fuerte”. Grandes aplausos. Jordan Bardella, presidente de la formación de la ultraderecha francesa, Agrupación Nacional, había cancelado su participación en el evento después de que Steve Bannon, uno de los ideólogos de Trump, hiciera allí un saludo nazi, pero ella no tuvo problemas. Para ella mantener el hilo con Trump, y también con Elon Musk, con quien tiene una amistad personal, es prioritario.

Este es el patrón de conducta de Meloni estas semanas, ante la conmoción mundial por el giro de la política exterior de la Casa Blanca: desmarque en Europa de las críticas, guiños cómplices a Estados Unidos. Siempre buscando un papel de interlocutor privilegiado de Trump en la UE, de puente con Washington, pues es la líder europea más afín al magnate, sin ser Viktor Orbán, visto directamente en Bruselas por muchos casi como un infiltrado de Putin y Trump. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, aprecia a Meloni, ha repetido que “trabaja bien” con ella y en estos dos años se ha ganado un respeto en esa zona gris que ha logrado crearse con un pie a cada lado del cordón sanitario, donde empieza la ultraderecha populista europea. Y ahora pretende hacer lo mismo en la tormentosa relación que se ha establecido con Trump, con un pie a cada lado del Atlántico.

Giorgia Meloni, el 6 de marzo en Bruselas. CHRISTOPHE PETIT TESSON (EFE)

En estos equilibrios, la hora de la verdad puede llegar pronto, con la guerra comercial recién iniciada con Estados Unidos, de momento solo con los aranceles que ha impuesto al acero y el aluminio procedente de otros países (y la respuesta europea con una represalia por la valor de 26.000 millones de euros). Italia es el país europeo más expuesto, después de Alemania, y tendrá difícil defender a Trump en casa. El 22,2% de sus exportaciones fuera de la UE van al mercado estadounidense y se calcula que el golpe costará entre 4.000 y 7.000 millones de euros a las empresas italianas. Principalmente en los sectores de vino, prosecco y sidra; aceite de oliva; automóviles, yates y motos; medicinas; moda y lujo; y maquinaria industrial. Meloni también está pensando en evitar esto.

Ella lo presenta como pura diplomacia, al margen de ideologías. Cuando por fin habló de la bronca en el Despacho Oval, dos días después, al llegar a la cumbre europea con Reino Unido celebrada en Londres el 2 de marzo, hizo gala del más británico autocontrol, aunque ella sea famosa por su temperamento. “No podemos caer en el error de dividir o de favorecer una división de Occidente”, diagnosticó. ¿Cómo? “Trabajando con frialdad, no dejándose arrastrar por la emotividad , y razonando de manera estratégica”, explicó. Llamó a no dejarse llevar por las “tifoserie”, símil futbolístico en referencia a la hinchada de cada equipo. “Todo lo que pueda hacer para mantener Occidente unido, lo haré”, concluyó.

Traducido, considera errónea cualquier iniciativa que no cuente con Trump. Obviamente, en este contexto, en Roma causó fastidio la visita a Washington del presidente francés, Emmanuel Macron, el 24 de febrero. No solo por su continuo protagonismo, sino por la autonomía que reivindica. Ya fue elocuente el gesto de Meloni en la cumbre que Macron convocó una semana antes en París, con los principales países europeos: la líder italiana llegó una hora tarde y se saltó la foto de grupo, no quería aparecer en la imagen de un frente anti-Trump. Un desmarque también visual, no solo hecho de silencios.

Meloni, la única jefa de Gobierno europea que asistió a la toma de posesión de Trump en enero, trabaja para cerrar un viaje a Washington en breve, también ha propuesto una cumbre entre EE UU y la UE, y no duda en hacer gestos de equidistancia. El 24 de febrero, tercer aniversario del ataque ruso a Ucrania, nadie del Gobierno italiano acudió a los actos de apoyo de la UE en Kiev. Tampoco a la reunión del G-7 que se celebró allí, para evitar posicionarse en un choque directo con la Casa Blanca, y aunque la primera ministra pensó no participar, alegando problemas de agenda, al final se conectó por videoconferencia.

En el Consejo Europeo del pasado jueves, que acordó el gran plan de rearme de la UE, Meloni intervino para invitar a todos, de nuevo, a dejar las emociones a un lado, según reflejó la prensa italiana, e intentar introducir en las conclusiones un reconocimiento explícito a Trump por sus esfuerzos por detener la guerra en Ucrania. Lo más probable es que no acuda el próximo sábado a Londres a la cumbre convocada por Keir Starmer para sacar adelante la “coalición de voluntarios” europea que impulsan Reino Unido y Francia.

La líder ultraderechista italiana también tiene un ojo en Italia, claro está. Su Gobierno, coalición de tres partidos, suele tener tres posiciones distintas en lo referente a Ucrania ―aunque es cierto que también la oposición― y se ha vuelto a ver este miércoles en el Parlamento Europeo en la votación del plan de rearme. Forza Italia, del Partido Popular Europeo, a favor; la Liga de Matteo Salvini, filorruso y fan de Trump, en contra; Hermanos de Italia, el partido de Meloni, en medio, con dudas y negociando matices, aunque al final votó a favor.

En casa, Meloni es consciente de la inquietud que produce una carrera de armamento y tiene en su Gobierno el incordio constante de la Liga, que le somete a un acoso diario para pasar por el auténtico partido de ultraderecha y ahora es muy pacifista. Su grupo europeo, Conservadores y Reformistas Europeos (ECR), también pidió aplazar el voto de la resolución de apoyo a Ucrania tras el acuerdo de alto el fuego del martes entre EE UU y Zelenski, porque “puede desencadenar el odio a Trump” y molestar al presidente norteamericano. No lo consiguió y al final se abstuvo.

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