Scholz minimiza el ascenso de la ultraderecha en Alemania: “Estoy convencido de que no les irá mejor que en las últimas elecciones”
El canciller resta importancia al 20% que le dan las encuestas a AfD en la comparecencia que cierra el curso político
Olaf Scholz aguantó pacientemente 100 minutos largos de preguntas. Parecía cómodo, divertido incluso. Se carcajeó varias veces; estuvo de excelente humor hasta cuando en un lapsus dijo apoyar la entrada de Ucrania en la OTAN. Enseguida se dio cuenta y rectificó: se refería por supuesto a Suecia. La tradicional rueda de prensa de verano del canciller alemán, que marca oficiosamente el inicio de las vacaciones de la política berlinesa, trató todos los temas de actualidad: el apoyo a Ucrania, el ascenso de la ultraderecha, la ley de las calefacciones, la estrategia hacia China… Y permitió incluso...
Olaf Scholz aguantó pacientemente 100 minutos largos de preguntas. Parecía cómodo, divertido incluso. Se carcajeó varias veces; estuvo de excelente humor hasta cuando en un lapsus dijo apoyar la entrada de Ucrania en la OTAN. Enseguida se dio cuenta y rectificó: se refería por supuesto a Suecia. La tradicional rueda de prensa de verano del canciller alemán, que marca oficiosamente el inicio de las vacaciones de la política berlinesa, trató todos los temas de actualidad: el apoyo a Ucrania, el ascenso de la ultraderecha, la ley de las calefacciones, la estrategia hacia China… Y permitió incluso saber cuándo fue la última vez que Scholz se bañó en una piscina al aire libre. Fue hace 40 años, contó, en el Hamburgo de su juventud. El tabloide Bild enseguida tituló su directo con revelación de tal calado.
El tono relajado de la comparecencia tampoco se quebró cuando al canciller le tocó hablar del hecho de que el partido ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) haya rebasado el 20% de intención de voto en las encuestas. Para los sondeos, que preguntan a quién votarían los alemanes si hubiera elecciones este domingo, es ya la segunda fuerza, por detrás de los democristianos y superando a los socialdemócratas de Scholz. “Estoy convencido de que a AfD no le irá mejor en las próximas [previstas en 2025] de lo que le fue en la anterior”, aseguró, contundente. En 2021 la formación obtuvo el 10,3% de los votos.
El canciller quitó hierro al asunto, quizá porque la pregunta en realidad era qué responsabilidad tiene él en ese ascenso. Citó a Dinamarca, a Noruega, Suecia y Finlandia, países que “viven bastante bien” —”hay pleno empleo, hay un Estado del bienestar fuerte y el futuro tampoco es malo en términos de economías nacionales”— y donde también ha crecido la ultraderecha. Su tesis, dijo, es que a los ciudadanos les preocupan los cambios y la incertidumbre sobre su futuro. Y eso, en su opinión, tiene arreglo poniendo en marcha políticas innovadoras y que no dejen a nadie atrás, “que transmitan el mensaje de que nos irá bien a todos y cada uno de nosotros”.
Tampoco cree Scholz que las actitudes de extrema derecha se estén extendiendo peligrosamente por algunas zonas de Alemania, especialmente en el este, como han apuntado distintos estudios últimamente. “No veo eso, no veo esa normalización”, insistió el canciller ante la repregunta de un periodista que se refería a las recientes victorias electorales en un distrito rural de Turingia y en una alcaldía e inquiría sobre qué tipo de acuerdos entre todas las fuerzas políticas habrá que tejer para impedir que AfD gobierne en un Estado federado. Turingia —donde los últimos sondeos dan gandor a AfD con el 32%—, Brandeburgo y Sajonia celebran elecciones el próximo año.
Era la segunda rueda de prensa de verano de Scholz, que el año pasado estuvo bastante menos relajado. Unos meses antes Rusia había iniciado la guerra de agresión contra Ucrania, la seguridad energética de Alemania estaba en entredicho y el miedo a la recesión atenazaba a la economía. Superado el invierno sin gas ruso y con una recesión técnica que no parece que vaya a ir a más, el canciller respira mucho más tranquilo. Las constantes disputas públicas entre los miembros de la coalición —socialdemócratas, verdes y liberales— no le gustan, reconoció este viernes, pero cree que no ponen en riesgo ni la continuidad del Gobierno ni las decisiones políticas. En muchos casos se producen roces, dijo, porque se tratan asuntos por primera vez y cada partido tiene su receta particular sobre cómo gestionarlos.
Scholz defendió la polémica ley de las calefacciones que el Constitucional paralizó hace unos días y cuya aprobación no llegará hasta el otoño. Las divergencias entre socios y las críticas de la oposición forzaron a modificar la redacción inicial y a descafeinar la obligación de instalar calderas que funcionen con energías renovables en lugar de las tradicionales de gas y gasóleo. El texto resultante es una buena ley, dijo Scholz, que hará avanzar a Alemania.
Otro de los desacuerdos entre socios es el de la seguridad infantil básica y su financiación. Pese a que las discusiones continúan, el canciller aseguró que ve “un gran progreso”. El Gobierno de coalición planea reformar estas ayudas, que actualmente consisten en una prestación por hijo de 250 euros mensuales.
Además de la emergencia climática y la transición ecológica, la política exterior copó buena parte de la comparecencia. Con la estrategia hacia China recién aprobada, Scholz quiso tranquilizar a las empresas: por supuesto que seguirán invirtiendo allí y exportando sus productos, y no habrá un control excesivo por parte del Gobierno, uno de los temores de los empresarios. “No se trata de someter al control del Estado todas las inversiones que se hagan en el extranjero”, aseguró.
Scholz se mostró convencido también de que la Unión Europea conseguirá aprobar un sistema común de asilo. Alemania, dijo, quiere limitar la inmigración irregular, pero al mismo tiempo atraer inmigración regular de trabajadores cualificados en los próximos años. El Parlamento alemán ha aprobado recientemente una nueva ley que facilita la llegada de trabajadores de fuera de la UE rebajando requisitos como la homologación de títulos o el nivel de alemán.
2% del PIB a defensa
El canciller prometió que la ayuda alemana no dejará de llegar a Ucrania y cifró en 17.000 millones de euros la cantidad que destinará Berlín a entregas de armas desde que estalló la guerra y hasta 2027. Alemania cumplirá por primera vez el año que viene la petición de la OTAN de destinar como mínimo el 2% del producto interior bruto a la defensa, subrayó Scholz: “Lo conseguiremos con cargo al presupuesto y al fondo especial [los 100.000 millones de euros para el Ejército que anunció con la famosa zeitenwende, o cambio de rumbo de la política exterior y de defensa alemana]. Y repito lo que he dicho otras veces: seguiremos así incluso cuando se haya agotado el fondo”.
Scholz no quiso comentar el controvertido suministro de municiones de racimo por parte de Estados Unidos a Ucrania. Aseguró que es una “decisión soberana” de otro país y recordó que Alemania ha firmado la convención contra las bombas de racimo y “ni comprará ni utilizará” esta munición.
El tiempo ilimitado de preguntas y la variedad de temas llevó a que a Scholz le preguntaran también por los casos de altercados en piscinas al aire libre que se han registrado en las últimas semanas en Berlín. En varias ocasiones ha tenido que intervenir la Policía y cerrar las instalaciones. Además de preguntarle si creía que tras estos problemas hay “déficits de integración” —como dice la oposición conservadora, en referencia al origen turco de los participantes en las peleas—, un periodista quiso saber cuándo había usado estas instalaciones por última vez. “Para nadar, hace 40 años”, contestó divertido Scholz, que enseguida se puso serio para advertir de que estos comportamientos no pueden quedar impunes. No entró en la cuestión del origen migratorio, pero sí dijo que es necesario actuar, si es necesario, con presencia policial.
Dos momentos provocaron las mayores carcajadas. Uno, cuando un periodista sueco tuteó al canciller, error que mereció una mención en la crónica de la jornada de Der Spiegel —pese a que corrigió él mismo al momento— y otro, cuando empezó a oírse en la sala una melodía que el propio Scholz identificó como el villancico Jingle Bells. Estaba sonando en el móvil de un fotógrafo sentado en primera fila que no era capaz de pararlo y que al final tuvo que salir apresuradamente. “No creo que esto sea un ciberataque”, terció Scholz entre risotadas que rara vez se le escuchan a un canciller conocido precisamente por su semblante inalterable y su dicción a base de susurros monocordes.
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