¿Negociar o no negociar con Putin? El dilema en Occidente sobre Ucrania tras la retirada rusa de Jersón
Kiev descarta el diálogo y la Casa Blanca considera que ni ha llegado el momento ni Moscú es un interlocutor fiable, pero otras voces en Washington y Europa instan a apostar por la vía diplomática
Las banderas ucranias ya ondean en Jersón, las tropas de Kiev han entrado en la zona y, aunque la situación en la ciudad aún no es segura y las condiciones de vida son difíciles, su población continúa los festejos. Los batallones rusos se han retirado a la orilla oriental del río Dniéper. La sonada derrota de las fuerzas del presidente Vladímir Putin por mantener el control de esta localidad, que Moscú había declarad...
Las banderas ucranias ya ondean en Jersón, las tropas de Kiev han entrado en la zona y, aunque la situación en la ciudad aún no es segura y las condiciones de vida son difíciles, su población continúa los festejos. Los batallones rusos se han retirado a la orilla oriental del río Dniéper. La sonada derrota de las fuerzas del presidente Vladímir Putin por mantener el control de esta localidad, que Moscú había declarado parte de su territorio, representa uno de los mayores reveses de Rusia en la guerra. Y ha reabierto el debate en Occidente sobre el momento en el que debe llegar una negociación de paz.
Pese al “fracaso estratégico” —como lo ha descrito el ministro de Exteriores británico, Ben Wallace— del ejército ruso en Jersón, el único de los objetivos iniciales en la invasión que Moscú había logrado tomar, el Kremlin se mantiene firme en sus posiciones. El territorio continúa siendo “un sujeto de la Federación Rusa”, ha subrayado el portavoz de Putin, Dimitri Peskov. “No ha cambiado nada”.
Ucrania, por su parte, desea continuar la ofensiva que sostiene con continuo éxito desde hace dos meses. “Estamos en el buen camino para ganar las batallas sobre el terreno. Pero la guerra continúa”, declaró el sábado el ministro ucranio de Exteriores, Dmitro Kuleba, tras una reunión con el secretario de Estado de EE UU, Antony Blinken, en Camboya.
Tras haber recuperado miles de kilómetros de territorio ocupado por Rusia, Kiev calcula que aún tiene mucho que ganar. Y durante meses se ha cerrado en banda a una negociación con su agresor, al menos mientras continúe Putin en el poder. En octubre, tras los referendos de anexión rusa de cuatro provincias ucranias —incluida Jersón—, un decreto del presidente Volodímir Zelenski prohibió cualquier contacto con el actual inquilino del Kremlin.
La Administración estadounidense del presidente Joe Biden comparte el análisis de Kiev: no es el momento de buscar un diálogo con Moscú. Ucrania aún puede lograr avances militares y aumentar su ventaja de cara a una futura negociación. Mientras que, como indican las declaraciones de Peskov, el Kremlin no da visos de estar dispuesto a ceder en nada. “Insistir en la anexión no es exactamente una señal de seriedad para unas negociaciones. Mientras Rusia mantenga la posición de que simplemente puede arrebatar tanto territorio como quiera por la fuerza, es difícil verles como un interlocutor de buena fe en una negociación”, ha declarado el consejero de Seguridad Nacional estadounidense, Jake Sullivan, este fin de semana.
Debate interno en Washington
Pero en Washington existe un debate interno sobre cómo proceder. El jefe del Estado Mayor Conjunto, el general Mark Milley, defiende la conveniencia de una solución diplomática para aprovechar los logros de Ucrania sobre el terreno y la llegada de un invierno que marcará un parón natural en el campo de batalla. “Hay que reconocer mutuamente que la victoria militar es probablemente, en el verdadero sentido de la palabra, inalcanzable por la vía militar. Por lo tanto, hay que tomar otras opciones”, declaraba en una conferencia en Nueva York. “Cuando hay una oportunidad para negociar, para conseguir la paz, hay que aprovecharla”.
Algunos funcionarios estadounidenses están de acuerdo en explorar los caminos de una posible vía diplomática. El consenso siempre ha sido que la guerra tendrá que zanjarse antes o después en una mesa de negociaciones y la Administración Biden quiere estar preparada para cuando llegue ese momento. Y alienta a Zelenski a que también se manifieste más abierto a retomar el camino de las conversaciones, cerrado desde un tibio intento en las primeras semanas de guerra. Los contactos diplomáticos más recientes, incluido un viaje de Sullivan a Kiev la semana pasada, han sido intensos.
Washington ve con preocupación cierta “fatiga del donante” entre algunos aliados que pueda agravarse durante el invierno, cuando el frío pondrá a prueba los suministros de energía en Europa. Otros países como la India o Brasil han sido renuentes a ponerse del lado ucranio, bien por la importancia de sus relaciones con Rusia o bien por atribuir a Kiev parte de la responsabilidad de la guerra.
La Administración Biden también necesita reafirmar sus apoyos internos. El mes pasado, un grupo de legisladores progresistas envió, y retractó, una carta a la Casa Blanca en la que pedía más apoyo a la vía diplomática con Rusia. Una encuesta publicada por The Wall Street Journal a comienzos de noviembre indicaba que el 48% de los votantes republicanos cree que Estados Unidos se ha implicado demasiado en la guerra, frente a solo el 6% que opinaba así en marzo. Kevin McCarthy, el potencial líder de la Cámara de Representantes si se confirma la mayoría republicana en esa institución tras las elecciones legislativas, ha prometido un mayor control a la asistencia estadounidense a Ucrania.
Fuentes del Ejecutivo ucranio reconocen los contactos y también las conversaciones, pero señalan que no han sido “presiones”. “Se ha hablado de la importancia de que Ucrania muestre al mundo que no cerramos todas y cada una de las puertas [a la diplomacia] siempre que Rusia abandone los territorios ocupados”, dicen fuentes del Gobierno de Zelenski.
El líder ucranio, que mantiene contactos constantes con gobiernos de la UE, del Reino Unido y de Estados Unidos, abrió el 4 de noviembre por primera vez esa rendija a conversar en una entrevista con EL PAÍS, en la que no descartó de lleno sentarse con Putin, como había hecho hasta entonces. “Si ellos se retiran y reconocen que están terriblemente equivocados, entonces podemos encontrar un formato para el diálogo”, dijo, aunque también aseguraba que la anexión rusa de los territorios ucranios “anula” toda posibilidad de conversar.
Decisión en Kiev
La Casa Blanca ha dejado claro en cualquier caso que no es partidaria de favorecer ninguna iniciativa de la que Putin pueda salir beneficiado. Una pausa en la ofensiva daría espacio a las tropas rusas para reorganizarse y recibir refuerzos. Washington tampoco quiere dar la impresión de que impone su parecer a Ucrania. Debe de ser Kiev, insisten altos funcionarios estadounidenses, quien decida si quiere negociar y en qué momento. En una rueda de prensa el miércoles, el propio Biden insistía sobre la posibilidad de un diálogo en que “eso dependerá de los ucranios. Nada sobre Ucrania sin Ucrania”.
Washington reitera su mantra: que apoyará a Ucrania con lo que necesite “todo el tiempo que haga falta”. Su aportación suma ya 18.000 millones de dólares desde que comenzó la invasión y es la mayor desde el final de la Guerra Fría. Esta semana anunciaba otros 400 millones de dólares más, que se destinarán a munición, equipamiento de invierno, vehículos y, por primera vez, sistemas de defensa antiaérea Avenger.
En Rusia, algunos círculos cercanos al Kremlin interpretan la retirada de Jersón —una decisión política, no militar, adoptada por Putin, que hasta ahora se había negado a ello— como una pequeña muestra de que eventualmente Moscú podría abrirse en un futuro no tan lejano a una negociación. Pero aunque el aparato de propaganda ruso sí ha preparado durante días a la opinión pública para la retirada de esa ciudad, no hay visos de que lo esté haciendo para una negociación. Tampoco hay señales de que el Kremlin, en una hipotética búsqueda de una salida a la guerra, esté sembrando la retórica de que ya ha alcanzado su objetivo para concluir lo que todavía llama “operación militar especial”.
Sí hay algunos síntomas que dejan resquicios sobre el diálogo —aunque este sea tan solo para ver si se puede entablar un diálogo—. Algunos comentarios lanzados por portavoces del Ministerio de Exteriores. Y, sobre todo, las filtraciones de que Sullivan ha mantenido contactos con Nikolái Patrushev, su homólogo en Moscú y persona de confianza de Putin (antiguo KGB como él y sin el que el líder ruso no habría llegado al poder) y con el asesor de Política Exterior de Putin. Washington, no obstante, asegura que esos contactos no han sido para hablar de Ucrania.
En Bruselas, muchas voces creen igualmente que la guerra terminará probablemente en una mesa de negociación, pero coinciden con la Administración de Biden en que no es el momento propicio para empezar a pensar en ello. Fuentes comunitarias coinciden con altos funcionarios en EE UU en que Kiev aún puede lograr ventajas estratégicas. Tanto en el frente como en la diplomacia. Y el Kremlin podría aprovechar el parón para reabastecerse y reagruparse a la espera de la llegada de nuevos mercenarios y movilizados al frente. Aunque algunos países —Hungría, Chipre, Italia— susurran que quizá este podría ser el momento, otros —encabezados por los bálticos y Polonia— remarcan que no solo no es el punto idóneo, sino que es Ucrania quien debe decidir.
Con la recuperación de Jersón y el asentamiento de las tropas rusas en posiciones al otro lado del río y tratando de afianzar lo conquistado en el área de Donbás, la guerra entrará en un momento decisivo. De ahí que analistas de estrategia militar señalen que no es momento de negociar. Los pasos que dé Ucrania en los próximos días serán clave para marcar las posibles líneas, señala un oficial de inteligencia occidental. También cómo se afronte el invierno. El jefe del Kremlin busca jugar la carta de la paciencia, infligiendo sufrimiento a la población ucrania con los ataques a la infraestructura de calefacción, luz y agua en todo el país. Una misma carta de la paciencia en la que ha confiado de cara a la Unión Europea, donde cree que el apoyo a Ucrania se terminará por resentir.
Sin embargo, para las tropas rusas el invierno también será muy duro. Fuentes de inteligencia afirman que el ejército del Kremlin no está preparado para afrontar las bajas temperaturas. No está bien equipado, como no lo ha estado durante toda la invasión. Mientras, las fuerzas ucranias han recibido equipos y ropa técnica de socios occidentales.
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