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El sindicalismo peronista negocia la unidad para apoyar a Alberto Fernández

Después de 28 años de divorcio, las principales organizaciones de trabajadores argentinas sopesan volver a unirse. La CTA ha dado este jueves el primer paso

Federico Rivas Molina
Alberto Fernández saluda durante el congreso de la central sindical CTA, realizado este jueves para definir el reingreso a la CGT después de 28 años.
Alberto Fernández saluda durante el congreso de la central sindical CTA, realizado este jueves para definir el reingreso a la CGT después de 28 años. Telam
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El peronista Alberto Fernández está cerca de obrar un milagro. Después de 28 años de divorcio, el sindicalismo argentino negocia la unidad de las dos principales centrales del país, la CGT y la CTA. Se trata, en la práctica, del regreso de los gremios kirchneristas al núcleo duro de los llamados “gordos”, dirigentes incombustibles que responden al peronismo tradicional, algunos de ellos con varias décadas en su cargo. La consumación demandará meses, pero la CTA ha dado este jueves el primer paso, con el voto positivo de sus delegados reunidos en un gran evento nacional a las afueras de Buenos Aires.

La ruptura del sindicalismo peronista se produjo en 1991, cuando los gremios de maestros y trabajadores estatales repudiaron el apoyo de la CGT a las medidas neoliberales del peronista Carlos Menem. Nació así el Congreso de los Trabajadores Argentinos (CTA), que años más tarde pasó a ser considerado un gremio bajo un nuevo nombre: Central de los Trabajadores Argentinos. En líneas generales, mientras la CGT representó siempre a unos 140 sindicatos considerados “dialoguistas” con el poder de turno, la CTA enarboló la bandera de la lucha sindical a cualquier costo. Aunque integrada por pocos gremios, se hizo fuerte en la calle gracias a la movilización de miles de empleados estatales y maestros.

La fractura continuó durante el kirchnerismo. La CGT, sometida a sus propias tensiones internas, mantuvo posiciones ambivalentes frente a Néstor y Cristina Kirchner. La CTA, en cambio, apoyó sin condiciones a la Casa Rosada. La cara visible de aquel kircherismo sindical fue Hugo Yasky, un maestro de profesión que tuvo que lidiar con el distanciamiento de sectores de la CTA que no estuvieron de acuerdo con el acercamiento. Los díscolos formaron la CTA Autónoma.

El Gobierno de Mauricio Macri se encontró con un movimiento sindical dividido en tres y optó por negociar con los sectores tradicionales. Los “gordos” garantizaron la paz social ante el ajuste económico del macrismo. Recibieron a cambio más dinero para el sistema sanitario sindical, la base de su poder, y la garantía de que las reformas laborales previstas no avanzarían más allá de sus intereses. La crisis económica dinamitó aquellos acuerdos, en parte por la presión de las bases, que exigieron a sus líderes acciones contra el desempleo creciente y la inflación.

La llegada de Alberto Fernández cambió el escenario para todos. La CGT decidió volver a las fuentes del peronismo y dio su apoyo al hombre elegido por Cristina Kirchner para liderar la fórmula presidencial. La CTA de Yasky se sumó con fervor al nuevo proyecto kirchnerista. La CTA Autónoma decidió, al menos por ahora, mantener distancia. Si se produce la unidad será por petición de Alberto Fernández, que quiere a los sindicatos dentro del gran pacto social que imagina en 2020 para resolver la crisis económica que, si llega a la Casa Rosada, heredará de Macri.

“Todos apoyan la propuesta de unir al campo popular para los tiempos que vienen, que van a ser difíciles, pero que también van a ser tiempos políticos, de participación y creemos que necesitamos una central obrera que en el marco de la CGT nos exprese a todos”, dijo Yasky antes de la votación del jueves, a la radio argentina Futurock. Lo que sigue, sin embargo, no será fácil. 30 años de divorcio no se resuelven de un día para el otro y hay infinidad de heridas producidas por viejas disputas. En la CGT han advertido que están dispuestos a recibir otra vez en su casa a los compañeros rebeldes, pero con la condición de que se sometan a las reglas de la mayoría. Para Fernández, en cualquier caso, la unidad será una muestra de lo que pretende para su eventual Gobierno.

Sobre la firma

Federico Rivas Molina
Es corresponsal de EL PAÍS en Argentina desde 2016. Fue editor de la edición América. Es licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires y máster en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.

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