Bolsonaro refuerza su perfil populista con el apoyo de los fieles más radicales
Las manifestaciones del domingo muestran a un presidente brasileño dispuesto a apropiarse de un movimiento anterior a él, aglutinando bajo su nombre una base consolidada de derechas. Su popularidad general, sin embargo, continúa a la baja
Un mar de banderas y camisas verdes y amarillas ocupó las principales avenidas de Brasil el pasado domingo. Como banda sonora, el himno nacional. En los camiones, repletos de altavoces, gritos contra el Partido de los Trabajadores (PT) Luiz Inácio Lula da Silva y "los comunistas". Y una aclaración: “Nuestra bandera jamás será roja”. La escena podría haber descrito cualquiera de los actos que pedían la destitución de Dilma Rousseff, en 2015. Pero, a diferencia de hace cuatro años, cuando todavía no tenían un líder definido, las manifestaciones tienen ahora nombre y apellido: Jair Bolsonaro.
Más que abarrotar las calles del país sudamericano —los actos del domingo fueron notablemente menores que las manifestaciones a favor de la educación de hace dos semanas—, el gran triunfo del presidente brasileño ha sido conseguir convertirse en un fenómeno sociopolítico, al apropiarse de un movimiento anterior a él y al aglutinar bajo sus siglas una base con una identidad política consolidada alineada a la derecha, según los especialistas consultados por EL PAÍS. “Es el fortalecimiento de un proyecto populista”, opina Paulo Baía, politólogo de la Universidad Federal de Río de Janeiro, para quien las marchas muestran la fuerte base de apoyo vinculada con la personalidad del mandatario. Según Baía, el núcleo duro del bolsonarismo salió a la calle para mostrar un “apoyo integral” al presidente y para abrazar las políticas de su Gobierno, como la reforma del sistema de pensiones y el paquete anticrimen del ministro de Justicia, Sérgio Moro —el juez que pasó de estar al frente de la causa contra Lula a ocupar uno de los cargos más relevantes del Gobierno de Bolsonaro—. Las manifestaciones a favor del presidente también se convirtieron en una forma de protesta contra el Congreso y el poder judicial.
El bolsonarismo, dice el profesor de la Universidad Federal de Río, se parece cada vez más a fenómenos como el chavismo en Venezuela o el peronismo en Argentina. “Son movimientos que dispensan organizaciones clásicas de la sociedad, conversan directamente con la población y utilizan de manera genérica la idea de un nacionalismo”, explica. Baía destaca que ese nacionalismo no se reproduce de forma conceptual, sino que se configura bajo una perspectiva más chovinista, con el uso de símbolos como la bandera nacional y el himno. También de uno de sus eslóganes preferidos: Brasil por encima de todo.“Tienen una idea de nación centrada en el combate a la corrupción, que es su principal eje, pero también en la idea de antisistema, que pone al PT, al lulismo y a [los partidos del denominado] Centrão como componentes del sistema y corruptos. Ellos se sitúan como su antítesis”, afirma.
El movimiento, que gana contornos políticamente más definidos junto a la figura de Bolsonaro, es anterior a la llegada del mandatario. Nace de simbologías y temáticas trasladadas a la calle desde que algunos pequeños movimientos, como el Nas Ruas (En las Calles), empezaron su campaña contra el PT en 2011. El sentimiento contra este partido, el hegemónico en el centroizquierda brasileño, ha crecido desde entonces: un poco en las manifestaciones de 2013 y mucho más en 2015, con un buen número de actos para pedir la destitución de la expresidenta Rousseff. Los manifestantes intensificaron la utilización de símbolos como la bandera verdeamarela y el himno nacional, y defendieron de forma más vehemente las políticas anticorrupción y antisistema.
“Ahora [el movimiento] se ha dividido en tres alas: la liberal, la conservadora y la autoritaria. La liberal sostiene al Gobierno, pero no salió a la calle el domingo. Eso demuestra que el apoyo a Bolsonaro es más amplio que los que estaban ahí. Por otro lado, la autoritaria y la conservadora mostraron que tienen fuerza propia”, analiza la socióloga y presidenta del Centro Brasileño de Análisis y Planificación (Cebrap), Angela Alonso, que estudia las manifestaciones iniciadas en 2013. En su opinión, estos grupos tienen en común la adhesión sólida a un conjunto de valores nacionalistas y autoritarios. “Eso no es un producto de Bolsonaro, pero ha resurgido con él”, pondera.
La base social bolsonarista ha evolucionado junto con la comunicación interna de este mismo grupo, en mitad de una crisis de mediación que ha crecido en los últimos años, según el periodista Bruno Torturra. “Se están destruyendo instituciones y actores [tradicionalmente] responsables de la construcción del discurso político. La gente que salió a la calle para derribar a Rousseff está ahora marchando para derribar los mismos poderes que destituyeron a la expresidenta. Hay un desprecio creciente por la prensa, que es otra de las instituciones responsables de mediar en el discurso político”, afirma. Los actos a favor del pasado domingo a favor del Ejecutivo, dice Torturra, revelan la consolidación de Bolsonaro como un fenómeno político relevante, que ha emergido lejos de la estética política de las tres últimas décadas. Para el periodista, el bolsonarismo todavía no está en su versión final, sino que sigue evolucionando. “Este movimiento empezó sin Bolsonaro. El presidente no lo provocó, sino que lo representó. Fue la persona idónea para que el movimiento encontrase un eje”, analiza.
Las manifestaciones del domingo han demostrado que, si ante los grupos que se aglutinaban alrededor de Bolsonaro no tenían una identidad política clara, ahora representan una ideología más consolidada. Un estudio realizado por Monitor del Debate Político en el Medio Digital, del Grupo de Investigación en Políticas Públicas para el Acceso a la Información de la Universidad de São Paulo, ha identificado una fuerte inclinación política en el perfil de los manifestantes. De las 436 personas entrevistadas durante el acto en la avenida Paulista, el 76% dijo ser "de derechas", el 72% se sentía "muy conservador", el 68% no era "nada feminista" y el 88% se presentó como "muy anti-PT". Una postura diferente de la que el mismo grupo de investigación pudo observar durante las elecciones del año pasado.
“El fenómeno bolsonarista ya no es solo anti-PT ni electoral, sino que es un campo con una identidad política muy fuerte. Antes [en los actos a favor de Bolsonaro durante las elecciones], las personas no se definían como de derechas ni conservadoras, pero ahora sí”, dice Pablo Ortellado, que ha coordinado el estudio junto con los investigadores Ana Luiza Aguiar y Marcio Moretto. Ortellado añade que el bolsonarismo está consiguiendo consolidarse más allá de los movimientos tradicionales, como, por ejemplo, el Movimiento Brasil Libre (MBL) y Vem Pra Rua (Ven a la Calle), que llegaron a apoyar al presidente,pero no fueron a las manifestaciones del domingo. El estudio también muestra la desconfianza de los manifestantes con relación al MBL (66%) y a los grandes vehículos de prensa: más de nueve de cada 10 dijeron no confiar en el periódico Folha de S. Paulo y en la Red Globo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.