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ESTAR SIN ESTAR
Columna
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Penosa partida

Enrique Peña Nieto deja la Presidencia de una República demencial y declarada en suspenso

Habiendo surgido como el preclaro paladín de la política posmoderna y publicitaria, Enrique Peña Nieto deja hoy la Presidencia de una República demediada, demencial y declarada en suspenso. De paso, se cargó en pedazos al partido otrora omnipotente que había dizque cedido democráticamente el trono del águila y la serpiente durante dos patéticos sexenios panistas y hoy, contempla en ralas filas el desahucio de su descalabro o transformación de cuarta al mimetizarse en otro partido que fue movimiento y ahora empieza a dictar sin ciencia cierta. Consta en actas que el PRI de Peña Nieto postuló como candidato para su sustitución a un funcionario de otro partido y que muchos meses antes de la jornada electoral que definió su derrota pactó en lo oscurito un salvoconducto que quizá caduque hoy mismo, pues es deseo de más de 30 millones de mexicanos, si no es que anhelo de 100 millones (niños y ancianas incluidos) que si bien ha de seguir impune su vergonzoso legado por lo menos se nos explique en cuántos fragmentos se logró destrozar el brillante espejo de México: ¿Cómo llegamos o digerimos el simbólico sinsentido de abastecer combustible en estaciones de servicio extranjeras y cómo se logró institucionalizar el bello arte de las gasolineras clandestinas? ¿En dónde quedaron y cuáles son las verdaderas garras del horror con el que desaparecieron 43 estudiantes de Ayotzinapa y miles de desaparecidos adicionales, sumados a miles de muertos, heridos, huérfanos, viudas o vacíos que se sumaron durante este infame sexenio que pretendía simular opulencia? ¿Cómo es posible que una actriz de telenovelas justifique el mal gusto de una mansión con valor de siete millones de dólares –una casa que jamás sería hogar, sin un solo librero a la vista—como producto de su carrera artística?

Hoy han querido justificar el último insulto de condecorar al yerno de Donald Trump por su labor como útil intercesor para el reacomodo de un tratado de libre comercio entre México y Estados Unidos, pero al otorgarle a Jared Kushner la Orden del Águila Azteca se mancilla el honor por el solo hecho de premiar a un cuate de un amigo que intercedió en una transa, un bróder que alivianó el entuerto, sin importar que en su familia se habla abiertamente mal de México y los mexicanos y se menosprecia no solo nuestra cultura, sino todo lo bueno, bello y verdadero que nos define de idéntica manera al desprecio con el que el propio Enrique Peña Nieto y su familia denostaban con asco a los pobres de su propio país, desconociendo con garbo los nombres de ciudades y Estados de la República Mexicana, anteponiendo intereses de grandes cambios estructurales al pésame que debería haber externado a deudos de tantos difuntos, ahorrando explicaciones por vía de la impostura, el teleprompter, la tartamudez, la simple imbecilidad dizque funcional, el vacío mental, la corbata ancha y grotesca, la gomina como tsunami de un copete que jamás se despeinó por ningún empeño, las manos abiertas como monarca improvisado, la simulación constante, las apariencias para pose y las muchas mentiras que no deberán quedar en la amnesia.

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