El juez que encarceló a Lula da Silva acepta ser ministro de Justicia de Bolsonaro
Sérgio Moro, héroe del antipetismo, liderará una cartera con competencias añadidas
El juez más famoso de Brasil, Sérgio Moro, el instructor de las mayores investigaciones del caso Lava Jato y responsable del encarcelamiento del expresidente progresista Lula da Silva, se pasa a la política ante la mirada atónita de quienes le tenían por un hombre sin partido y por encima de preferencias ideológicas. Moro aceptó ayer la invitación del próximo presidente, el ultraderechista Jair Bolsonaro de asumir el ministerio de Justicia, al cual ha incorporado competencias inéditas hasta ahora en Seguridad y anticorrupción
Durante los últimos años, la política brasileña ha estado marcada por sus muchas escaramuzas con la justicia. La fiscalía, el Tribunal Supremo y otros juzgados han lanzado remesa tras remesa de acusaciones contra los gobiernos de Dilma Rousseff y Michel Temer, los cuales apenas han conseguido imponer otra agenda. Y a la cabeza de mucho de estos asaltos estaba Sérgio Moro, el hombre recto de mandíbula cuadrada y pelo negro a sus 46 años que instruía las corruptelas más poderosas del caso Lava Jato. El mismo que se jactaba de haber llevado la lucha contra la corrupción en Brasil hasta tal extremo que, en abril, metió al popular expresidente Lula da Silva en la cárcel. Ahora, con Bolsonaro en la presidencia, Moro ha anunciado que se cambia de bando y que será ministro de Justicia del ultraderechista.
“La perspectiva de poner en marcha una agenda fuerte de lucha contra la corrupción y el crimen organizado, con respeto a la Constitución, la ley y el derecho, me han llevado a tomar esta decisión”, ha anunciado este jueves el magistrado a través de una nota minutos después de salir de la casa de Bolsonaro, en Río de Janeiro, donde mantuvo una reunión con el presidente electo. “En la práctica, aceptar esta invitación significa consolidar los avances de la lucha contra el crimen y la corrupción de los últimos años y alejar los riesgos de un retroceso por el bien mayor”, ha añadido.
Bolsonaro deja fuera a casi toda la prensa
El equipo de Bolsonaro ha impedido a buena parte de los medios asistir a su primera rueda de prensa como presidente electo, celebrada en su casa de Río. Solo los periodistas de diez medios (nueve brasileños y la agencia Reuters) fueron invitados a entrar. Fuera quedaron la televisión pública –que tilda de la tele de Lula--, los diarios de más tirada del país, el resto de la prensa local e internacional. Preguntado sobre el asunto por los periodistas que sí entraron, Bolsonaro dijo desconocerlo. Su equipo lo atribuyó a la falta de espacio.
La entrada de Moro en el Ejecutivo brasileño marca un antes y un después en las investigaciones de la Lava Jato. Hasta ahora, había sido él el juez que dirigía las pesquisas más importantes del mayor caso de corrupción de Brasil, el que desveló, en 2014, la existencia de una enorme trama de desvío y blanqueo de dinero público usando la petrolera estatal Petrobras. El caso, con múltiples ramificaciones, afectaba prácticamente a toda la clase política de Brasil. El juez Moro puso pocos reparos a que se asociase su nombre y su cara a los cientos de detenciones que ordenó (el caso entero lleva 218 condenas y 289 imputaciones), sobre todo las que tuviesen que ver con el entonces gobernante Partido de los Trabajadores (PT). Con el paso de los años, Moro se fue convirtiendo en el santo patrón del odio al PT, un fenómeno creciente que ha contribuido notablemente a la victoria del ultraderechista. La trayectoria de Moro culminó en julio de 2017, cuando condenó a Lula por corrupción. En enero, la sentencia fue ratificada (y aumentada) en segunda instancia y el popular expresidente petista, cuyos recursos fueron rechazados, fue encarcelado en abril.
La presidenta del PT, Gleisi Hoffman, ha enviado un tuit en el que manifiesta su indignación por que alguien que ha tenido una influencia tan grande en el devenir político del país entre ahora en el Gobierno. "Es la estafa del siglo", calificó. "Quien ayudó [a Bolsonaro] a ganar [las elecciones], ayuda a gobernar".
Moro solía decir que no pretendía entrar en política. "Jamás. Jamás. Soy un hombre de justicia y, sin ánimo de criticar, no soy un hombre de política", le dijo al diario O Estado de S. Paulo hace dos años, en su primera entrevista como instructor de la Lava Jato. "Creo que la política es una actividad importante, no quiero criticarla, tiene mucho mérito quien actúa en política, pero yo soy juez, estoy en otra realidad, otro tipo de trabajo, otro perfil. Así que ese riesgo no existe".
En un primer momento, las investigaciones de Lava Jato quedarán en mano de Gabriela Hardt, la sustituta de Moro; después se le asignará uno de los jueces del sur de Brasil que se disputen el cargo. Generalmente lo recibe quien lleva más años en activo. "La operación seguirá en Curitiba con los valiosos jueces locales", dice la nota de Moro. "De cualquier modo, para evitar controversias innecesarias, debo alejarme rápido de las nuevas audiencias". La semana que viene, ha prometido, dará más detalles.
Moro se ha convertido así en el más famoso de los superministros de Bolsonaro, que está repartiendo un poder considerable entre su gabinete, al fusionar ministerios e incorporarles varias agencias hasta ahora independientes. En el caso de Moro —a quien Bolsonaro también barajó como presidente del Supremo— su superministerio mezclará Justicia con Seguridad y, también, la Secretaría de Transparencia y Combate a la Corrupción, Asuntos Internos y el Consejo de Control de Actividades Financieras. Entra en la misma categoría que Paulo Guedes, el ministro de Economía del ultraderechista, que aúna Hacienda, Desarrollo, Industria y Comercio Exterior y Planeamiento. En Ciencia, Bolsonaro ha incorporado al exastronauta Marcos Pontes y en la Casa Civil (responsable del Gobierno), al veterano diputado Onyx Lorenzoni.
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