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Estar sin estar
Columna
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Filo es fílin

La Feria Internacional del Libro de Oaxaca es compacta, más de caminar las calles con música viva, para celebrar eso que llaman la lectura

De lejos, se escucha el rumor que viene como espuma de oleaje, Guelaguetza de sombras, mole negro como el barro con el que se apilan las ollas repletas de flores que se han deshilado de huipiles: de lejos, se confirma que está ya en el ambiente la feria de libros y lectores más entrañable del mundo, ya no en el mero centro de Oaxaca, pues ahora inaugura su epicentro en un paseo a pocos minutos de ese corazón, pero con la misma intimidad mezcalera, intercambio e interactuación de los minuciosos lectores con azorados autores que quizá no se esperaban la atinada mezcla de afecto y admiración con la que los oaxaqueños de Filo preparan sus preguntas y se vuelven participantes de las presentaciones de todos los libros. Es una Feria de todos, que sigue el aliento ejemplar de la editorial Almadía, nao contra viento y marea donde una pareja ejemplar va al timón de la nao donde navegamos todos: deudores de lecturas, agradecidos autores diseñados por la mirada siempre en juego de un tal Magallanes.

Oaxaca al filo de la FIL de Guadalajara es Filo compacta, más de caminar las calles con música viva y la intimidad en círculos concéntricos de los poetas que parecían inalcanzables con los lectores que vienen de lejos o de cerca para celebrar eso que llaman la lectura. Agua de azar en las coincidencias raras que se conectan en las sobremesas, luego de confirmar que cada comida es una muestra gastronómica y cada libreta, el proyecto de un libro por venir. Todo esto en un bosque hipnótico de huipiles cuadrados que cobran la forma del torso de quien los lleva, las flores se vuelven onduladas páginas de libros donde se reúnen las crónicas de un viaje interminable por la ciudad más grande del mundo o las tribulaciones y pendencias de un novelista frustrado que se le enredan en el cráneo como un queso y por las cúpulas vuelan como platillos las tlayudas con asiento que lanza un niño desde la copa de un árbol tan ancho que hay que hacer una fila de cincuenta para rodearlo y en el camino que lleva a las nuevas instalaciones de la Filo estoy seguro de que se van abriendo alfombras de pétalos, claveles de una gran vía, para celebrar la infatigable labor y el entusiasmo incandescente de la pareja en Almadía, enamorados en una barca que nunca zozobra, que nos llenan el ánimo de libros.

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