Análisis

Trump, o la brutal lógica de la fuerza

La actual Casa Blanca abraza la confrontación, un rasgo clave del presidente, como táctica principal en política exterior

El presidente de EE UU, Donald Trump, en un acto en la ciudad de Elkhart (Indiana) este jueves. Carolyn Kaster (AP)

De la gran constelación de anécdotas que marca los primeros 16 meses de la presidencia Trump, hay una pequeña pero que brilla con una luz especial, que parece una suerte de estrella polar. En mayo de 2017, en una cumbre de la OTAN, el presidente estadounidense protagonizó un significativo gesto mientras se hallaba rodeado de otros líderes. Sin contemplaciones, con crudeza, extendió su brazo derecho y con la mano desplazó enérgicamente al primer ministro montenegrino para conquistar el proscenio en una situación de grupo. Posteriormente, con r...

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De la gran constelación de anécdotas que marca los primeros 16 meses de la presidencia Trump, hay una pequeña pero que brilla con una luz especial, que parece una suerte de estrella polar. En mayo de 2017, en una cumbre de la OTAN, el presidente estadounidense protagonizó un significativo gesto mientras se hallaba rodeado de otros líderes. Sin contemplaciones, con crudeza, extendió su brazo derecho y con la mano desplazó enérgicamente al primer ministro montenegrino para conquistar el proscenio en una situación de grupo. Posteriormente, con rostro digno, cabeza hacia arriba, se alisó la chaqueta y disfrutó de la posición. America First. Que los demás dejen paso.

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El gesto retrata probablemente el principal instinto subyacente a la lógica política de Trump: la lógica de la fuerza; del yo te empujo para situarme mejor; del juego de suma cero: si tú pierdes yo gano. Mors tua vita mea.

La salida del pacto nuclear con Irán parece una variante de esa filosofía. Es irracional pensar que el desgarro conduzca a la renegociación de un acuerdo mejor (igual que lo era pensar que se podía reformular el tratado de París contra el cambio climático). Porque es más probable que persiga el arma nuclear un Irán acorralado y débil que no uno que se desarrolla e integra en el mundo por la vía del comercio, del progreso, de la modernización, del cambio de su sociedad. Así que es legítimo sospechar que la lógica profunda de la decisión sea infligir daño al adversario, bloquear su capacidad de desarrollo económico y por ende de fortalecimiento.

Esta posición táctica se sitúa en las antípodas de la política exterior de Obama. Esta se regía por la convicción de que la solución pasa más por provocar el cambio, la apertura y la reforma de los adversarios que por la confrontación, el intento de doblegarlos. Así fue con Cuba también.

La lógica de la fuerza se aplica también a aliados y amigos. Por lo general, por la vía de las amenazas: habrá consecuencias si México no paga el muro; no confíen los aliados de la OTAN en la cláusula de defensa mutua si no gastan el 2% de su PIB en lo militar. O por la vía de los hechos: el mundo se calienta, pero que lo arreglen los demás (con todos los costes derivados en varios sectores económicos). Sean cual sean los objetivos, se consiguen por la vía muscular, con pocas contemplaciones, como el empujón del montenegrino.

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Es la brutal lógica de la fuerza. Ojalá no se convierta en la lógica de la fuerza brutal.

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