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Estar sin estar
Columna
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Lo hallado de lo perdido

Mientras una callada mayoría se empeña en rescatar pétalos perdidos, reptan como lagartos los legionarios del abuso y merolicos de puras mentiras.

Al parecer, México como País de Nunca Jamás tiene ínsulas de miles de niños perdidos, páramos poblados por personas desaparecidas y las llamas del llano donde flamean las tumbas de todos nuestros muertos con vidas que no merecen el olvido. Uno entre cientos desaparece durante una semana que es de años y vuelve del Infierno convertido en Otro, perdido en el mar de las explicaciones sin sentido y los videos ad nauseam, perdida la mirada en la íntima fotografía con la que su cerebro congela en absoluto silencio el incongruente mural de los abusos y las acusaciones, los protocolos increíbles, la burocracia intimidante… la negra noche.

A diario aparece lo perdido, los huecos insalvables donde antes hubo algo; el vacío de las palabras y el latido de la ausencia; el naufragio flotante de lo inverosímil y la constancia como corazonada de todo lo inverificable. Se hallan los restos como vaho de la ley esfumada y aparecen repetidas hasta el hartazgo las ilusorias promesas electorales que emanan de parlamentos huecos e instituciones ambulantes que hace tiempo se volvieron inconsistentes; aparecen y reaparecen consignas políticas caducadas y caras desfiguradas donde antes hubo rostros reconocibles. Flotan deshojados los libros inmortales, bogando entre cientos de biografías truncadas, mientras que se hunden hasta el fondo los panfletos y las pancartas; en el remolino de la ira y el hartazgo se crece el oleaje del desahucio y mientras una callada mayoría se empeña en rescatar pétalos perdidos, reptan como lagartos los legionarios del abuso y merolicos de puras mentiras.

Del recuerdo de semillas vuelve a trazarse un surco y de la memoria sin olvidos se teje la gasa sobre las heridas; de la cicatriz misma se va formando el mapa del crimen o de los golpes. Por eso se han poblado de crucifijos anónimos los paisajes de tanto atardecer y por ello han plantado flores en los baches de las cacarizas calles de la Ciudad de México, como aviso de lo por venir y advertencia del abismo, como elogio de la desidia y alerta para los sentidos. Tomamos lista de inasistencia y dictado de los murmullos, tomamos nota de lo invisible y registro puntual de los saqueos, inventario de lo imperdonable, auditoría de las abducciones, peritaje de los plagios y memoria de las mentiritas porque todas las garras por donde se filtra lo hallado terminarán por devolvernos de una forma quizá no intacta todo lo valioso que tantos damos por perdido.

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