Los peronistas decidirán si mandan a Cristina Kirchner a la cárcel
La batalla por el poder en la oposición llega a su punto clave: son los compañeros de la expresidenta los que deben votar si la sacan del tablero o la dejan dentro
Desde los tiempos de Perón, Argentina no es país para perdedores. No hay espacio para el segundo puesto. No lo hay en el fútbol, donde los argentinos consideran una humillación ser finalistas y no ganar, y machacan a los jugadores, incluido al extraterrestre Messi. No lo hay en el sindicalismo, donde el que pierde la batalla interna acaba muchas veces expulsado. Y mucho menos en la política. Por eso muchos presidentes, como Carlos Menem, se aferran al poder. Porque temen ir a la cárcel en cuanto lo pierdan. Cristina Fernández de Kirchner perdió su gran batalla, las elecciones en Buenos Aires, y ese fue el mensaje definitivo para todos. Pero sobre todo para los jueces. Primero fue a la cárcel su súper ministro histórico, Julio De Vido. Después su exvicepresidente y ministro de Economía. Amado Boudou. En medio dimitió la fiscal general, Alejandra Gils Carbo, la última kirchnerista con poder. También cayeron los empresarios y los medios de comunicación más cercanos, casi todos al borde del cierre. El despido de Víctor Hugo Morales de C5N fue el último hito de este hundimiento del kirchnerismo que dominó por completo el país durante casi 13 años.
Ahora llega la detención del hombre de su máxima confianza, su ideólogo, Carlos Zannini, El Chino, el único con el que cenaba casi todas las noches después de perder a su marido, Néstor Kirchner, en 2010. Han caído casi todos. Pero queda ella. El juez Claudio Bonadío, un peronista enfrentado con los Kirchner de la manera cruenta en la que solo los peronistas saben peelarse, ha dejado en manos de los senadores, incluido el propio Menem, la decisión clave de la política argentina: ¿qué hacer con Cristina? ¿Va a la cárcel o se queda como jefa de la oposición en el Senado?
Esa pregunta lleva rondando las reuniones oficiales y sobre todo los asados de fin de semana del Gobierno argentino desde que Mauricio Macri se convirtió en presidente. Una parte del entorno de Macri lleva dos años pidiéndole que haga lo que tenga que hacer para que ella vaya a la cárcel. Otros le dicen que al contrario, que le conviene tenerla activa como jefa de la oposición en el Senado porque ella divide al peronismo y es la garantía del éxito del macrismo. Macri fue dejando pasar el tiempo. Pero ahora hay que decidir. Y son los peronistas, que dominan el senado, los que tendrán que hacerlo. La decisión no tiene nada que ver con la justicia. Ni siquiera es una causa de corrupción -de las varias que tiene- la que puede llevar a Cristina a la cárcel por primera vez en su vida. Es una opción política en la que se juegan todos los equilibrios de poder del complejísimo mundo de la política, el empresariado y el sindicalismo argentino, tan estrechamente vinculados al Estado que casi todos los negocios giran en torno a él. Si la mandan a la cárcel sus propios compañeros, la guerra interna será encarnizada. Si rechazan su desafuero, como apuntó el hombre fuerte del peronismo en el Senado, Miguel Ángel Pichetto, ella les deberá ese favor.
Cristina es un problema para todos, menos para sus millones de votantes fieles, dispuestos a respaldarla incluso en la cárcel. La mayoría de los gobernadores peronistas, que siguen dominando medio país, quieren acabar con ella para hacerse con el control de la oposición. Pero nadie entre ellos tiene tanto tirón entre los votantes. Así que están buscando estrategias para aislarla. La de mandarla a la cárcel, que está ahora en sus manos, es la más extrema, pero esos senadores peronistas van a tener que asumir el coste de votar a favor de meter en prisión a un referente para sus propios votantes.
Argentina vive un momento complejo. Macri no tiene margen político para hacer un ajuste fuerte, pero quiere cambiar poco a poco la economía de un país que sigue teniendo un 25% de inflación, algo inédito en toda Latinoamérica con la excepción del caos venezolano. Y Cristina es una resistencia fuerte a ese cambio. Los rumores en Argentina señalan que Hugo Moyano, el histórico sindicalista y el otro gran freno a estas reformas, podría acabar también en la cárcel.
En otros países, donde sí hay lugar para el perdedor y el derrotado se coloca como contrapoder a la espera de una nueva oportunidad, este tipo de movimientos generarían un gran escándalo. Pero en Argentina todos están acostumbrados a esta lógica. Perder el poder es perderlo todo. "El que gana conduce y el que pierde acompaña", decía Perón.
Muchos dicen que cada día que pasa Macri utiliza más la lógica peronista para gobernar un país dominado por este movimiento en todas las esferas. Cristina ha tratado de romper esa dinámica para colocarse enfrente de Macri, un presidente cada vez más fuerte, empujado por una gran ola de apoyo popular que se demostró en las elecciones. Y esa resistencia parece ser el principio de su final. Aunque otra de las tradiciones de Argentina es que nada es definitivo, y hasta Perón, acusado como Cristina de traición a la patria, pudo volver a ser presidente después de 18 años de exilio.
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