Columna

Los 18 mercaderes

Cómo el Congreso brasileño se ha convertido en el mejor lugar para los hombres que odian a las mujeres, especialmente las negras

La imagen de un grupo de 18 hombres riéndose, aplaudiendo y gritando porque habían sido lo suficientemente astutos como para putear a las mujeres (y también a los hombres serios del país) debe pasar a la posteridad como uno de los momentos más rastreros de Brasil. Hay escenas así, que cuentan una historia entera. Y esta es una de ellas.

Lo habitual sería que estuvieran en la mesa de un bar, narrando con todo lujo de detalles alguna “hazaña” sexual que contuviera algún tipo de humillación con relación a una mujer, pe...

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La imagen de un grupo de 18 hombres riéndose, aplaudiendo y gritando porque habían sido lo suficientemente astutos como para putear a las mujeres (y también a los hombres serios del país) debe pasar a la posteridad como uno de los momentos más rastreros de Brasil. Hay escenas así, que cuentan una historia entera. Y esta es una de ellas.

Lo habitual sería que estuvieran en la mesa de un bar, narrando con todo lujo de detalles alguna “hazaña” sexual que contuviera algún tipo de humillación con relación a una mujer, pero en el Brasil actual eso se puede hacer en el Congreso. No solo se puede, sino que el Congreso es hoy el mejor lugar para que un hombre putee a las mujeres. Y para que le paguen con dinero público por ello.

Estos son los 18 que, con su voto, permitieron la celebración: Gilberto Nascimento, del Partido Social Cristiano (PSC), Leonardo Quintão, del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), Givaldo Carimbão, del Partido Humanista de la Solidaridad (PHS), Mauro Pereira (PMDB), Alan Rick, del partido Demócratas (DEM), Sóstenes Cavalcante (DEM), Jorge Tadeu Mudalen (DEM), Marcos Soares (DEM), Pastor Eurico (PHS), Antônio Jácome, de Podemos (PODE), João Campos, del Partido Republicano Brasileño (PRB), Paulo Freire, del Partido de la República, (PR), Jefferson Campos, del Partido Social Democrático (PSD), Joaquim Passarinho (PSD), Eros Biondini, del Partido Republicano del Orden Social (PROS), Flavinho, del Partido Socialista Brasileño (PSB), Evandro Gussi, del Partido Verde (PV) y Diego Garcia (PHS).

1) ¿Por qué lo celebraban tanto?

El día 8 de noviembre, los 18 y su grupo estaban eufóricos porque no solo habían puteado una vez a las mujeres. Lo habían hecho dos veces. Esa Comisión Especial de la Cámara de los Diputados analizaba la Propuesta de Enmienda Constitucional 181 (PEC 181), que tenía como objetivo aumentar la baja maternal de las mujeres que dan a luz a bebés prematuros: de los actuales 120 días a 240.

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Los 18 estaban eufóricos porque no solo habían puteado una vez a las mujeres: lo habían hecho dos veces

Quien es madre o padre de un bebé prematuro, o conoce a alguien en esa situación, sabe que ese tiempo para cuidar a un niño que es todavía más frágil, que muchas veces pasa largos períodos en una UCI antes de ir a casa, es muy necesario y que ese avance sería muy importante. Especialmente para aquellos padres que no pueden permitirse ayuda profesional, que son la mayoría.

Pero ampliar un derecho que beneficiaría a las mujeres que se encuentran en esta posición de madres de bebés prematuros contraría a hombres que disfrutan infligiendo dolor a las mujeres. Las madres, al fin y al cabo, son aquellas que “padecen en el paraíso”. Que ningún sufrimiento debería ser poco para una madre es lo que dicen tantos refranes populares creados posiblemente por hombres.

Los 18 aprobaron la ampliación de la baja por maternidad en caso de bebés prematuros. Pero introdujeron en el texto original del proyecto lo que se ha denominado un “caballo de Troya”. La expresión revela el truco de parecer que se ofrece un “regalo”, como el del gigantesco caballo de madera que los griegos ofrecieron a Troya en el relato mítico, pero que en realidad es una trampa, ya que el caballo estaba lleno de soldados griegos que, con esa artimaña, traspasaron las murallas de Troya y vencieron la guerra.

La expresión se entiende fácilmente, pero me parece ofensivo que se pueda comparar a los griegos clásicos con los que putean a las mujeres en los días actuales. De la misma forma, es ofensivo dar la connotación de “regalo” a un derecho –la ampliación de la baja maternal en el caso de bebés prematuros– que debería haberse aprobado hace mucho tiempo y extendido también a los que ocupan la posición de padres.

Los 18 y su grupo hicieron lo siguiente: infiltraron en el proyecto de cambio del texto constitucional la expresión “desde la concepción” en dos momentos. En el inciso 3 del artículo 1º de la Constitución, que trata de los principios fundamentales de la República, la frase quedaría así: “dignidad de la persona humana desde la concepción”. Y en el artículo 5º, que garantiza la igualdad de todos ante la ley: “la inviolabilidad del derecho a la vida desde la concepción”.

Si el texto se aprueba, las mujeres ya no tendrán derecho a abortar en caso de violación, riesgo de muerte para la mujer y anencefalia del feto

De este modo, supuestamente aprobaron la ampliación de un derecho, pero derribando la legislación del aborto, que se permite en Brasil en tres casos: embarazo producto de una violación, riesgo de muerte para la mujer y anencefalia del feto. Si el texto no se rechaza y sigue su curso, y se aprueba en el plenario de la Cámara de los Diputados y del Senado, ya no se podrá abortar en ningún caso, ya que la Constitución está por encima de todas las leyes. Eso haría que la legislación brasileña retrocediera casi un siglo: el Código Penal de 1940 ya permitía el aborto en caso de violación y para salvar la vida de la mujer.

Fíjense en el doble ardid: 1) introdujeron en el texto algo que no tenía nada que ver con el tema: el entendimiento filosófico de que la vida empieza en el momento en que un óvulo se encuentra con un espermatozoide durante la relación sexual, consentida o no, y que esta fusión, que ni siquiera es un embrión todavía, ya es una persona con los mismos derechos que ustedes y yo; 2) como claramente la inclusión es un ardid, porque no tiene nada que ver con el tema del proyecto, y resulta en una reacción negativa de gran parte de la sociedad, existe una posibilidad significativa de que este texto no pueda ser votado en un período preelectoral.

De un plumazo, los 18 han aplazado la ampliación de la baja maternal en caso de bebés prematuros y han amenazado conquistas de la sociedad del tiempo de nuestras abuelas

Esta es la razón para la euforia de los 18 y su grupo. De un plumazo, han aplazado la ampliación de la baja maternal en caso de bebés prematuros y han amenazado conquistas de la sociedad con relación al aborto que son de hace casi un siglo. Con la excusa de ampliar un derecho, han amenazado un conjunto mayor de derechos.

¿Qué puede darles más placer a unos hombres que disfrutan infligiendo dolor a las mujeres? Entonces gritan, ríen, aplauden, convierten el Poder Legislativo en un estadio de fútbol. Porque, además de jorobar a las mujeres (y a los hombres serios), todavía tratan al conjunto de la población brasileña como si fueran idiotas al gritar que lo hacen en nombre de la “vida”. No es totalmente mentira, hay que admitirlo, ya que lo hacen en nombre de su vida, de sus disfrutes y de sus chanchullos.

2) ¿Qué tiene que ver la religión con esto?

Si se fijan en quiénes son los 18, verán que todos están vinculados a alguna religión. En general, en el caso de la católica, al movimiento de Renovación Carismática; en el caso de las evangélicas, a las pentecostales y neopentecostales. Están vinculados también a comportamientos y declaraciones que vale la pena analizar.

Los odiadores de mujeres utilizan la religión para legitimarse mientras traicionan los valores cristianos

Pero sobre lo que me parece más importante alertar es que estos odiadores de mujeres –y en este caso son 18, pero en el Congreso hay decenas– utilizan la religión para legitimarse. Por eso, decir que pertenecen a la “bancada religiosa” o “bancada evangélica” o incluso “bancada de la Biblia” puede beneficiar más a sus intereses obscuros que reflejar un real compromiso con valores de hecho cristianos.

Una equivocación frecuente es creer que estos diputados representan el pensamiento de millones de fieles en Brasil. Ellos reflejan sus propios intereses y creencias, así como los de los líderes o movimientos dentro de sus iglesias. No representan el pensamiento mayoritario de los fieles, son solo la parte más ruidosa del cada vez más complejo panorama religioso de Brasil.

Es necesario distinguir entre lo que piensan los líderes y lo que piensan los fieles, que no están al servicio de los chanchullos del que es posiblemente el Congreso más corrupto de la historia reciente y que viven el día a día de un trabajador y de una trabajadora cada vez más ahogados.

Pero cuando se denuncian los actos oportunistas de la “bancada religiosa” o de la “bancada evangélica” o de la “bancada de la Biblia”, por más verdades que contengan estas denuncias, los brasileños que son religiosos, especialmente los evangélicos y aquellos que guían sus acciones por los preceptos bíblicos, se sienten inmediatamente ofendidos. En este caso, el reflejo es aliarse a esos diputados, en la lógica del “nosotros contra ellos”, a pesar de que, si vieran de cerca los actos de esos personajes, se horrorizarían.

Esa es otra astucia política de estos representantes que se legitiman con el nombre de aquello que sus actos desmienten que practican. Y pretenden travestir su interés por beneficios privados con el aura de una “guerra santa”, o de una “guerra moral”.

Es sorprendente que denominaciones religiosas y fieles que atestiguan que se putea tanto en nombre de Dios no tengan una respuesta responsable ante los mercaderes

En este sentido, es sorprendente que denominaciones religiosas y fieles que atestiguan que se usurpa la religión y se putea tanto en nombre de Dios no tengan una respuesta más fuerte y responsable ante estos mercaderes. Es sorprendente este silencio especialmente con relación a las denominaciones evangélicas serias, que tienen una actuación consistente, y que han presenciado cómo se ensucia el nombre de los evangélicos en el Congreso. Hasta ahora las reacciones son demasiado tímidas comparado con lo que se ha hecho en su nombre.

Quien hace lo que han hecho estos 18 está claramente muy poco preocupado con los valores cristianos o con la vida real de la población. Pero, al vincularse a la religión, se cubren de un aura que los legitima en un Brasil con una población masivamente religiosa.

Decir y vivir lo que se dice son categorías distintas, como se sabe. Las elecciones de 2018 pueden ser un momento importante para, utilizando una expresión de la Biblia, separar el trigo de la cizaña. Para los que es crucial votar a una persona religiosa, no basta saber a qué religión el candidato dice que pertenece, hay que prestar atención a sus actos concretos.

3) ¿Por qué los 18 pueden ser considerados perversos?

La astucia política fue incluir la inviolabilidad de la vida “desde la concepción” en un proyecto que tenía que ver con la baja maternal para madres de bebés prematuros. Si esta parte del texto no se rechaza y sigue adelante para que se vote en el plenario de la Cámara de los Diputados y del Senado, en el caso de que se apruebe, el aborto se prohibirá en cualquier circunstancia. Así, los 18 no solo hicieron una putada con la que se rieron, aplaudieron y gritaron de euforia: cometieron simultáneamente un acto de perversión.

Hay que disfrutar con el sufrimiento de las mujeres para creer que es posible obligar a alguien a tener el hijo de un violador

Para estos hombres, tanto una niña como una mujer adulta pueden ser violadas dentro o fuera de casa, pueden estar rotas física y mentalmente por una violación, pueden tener el cuerpo y el alma despedazados y, si se quedan embarazadas por esta violencia, ni siquiera tienen el derecho de escoger si seguir adelante o no con el embarazo del que se convertirá en el hijo de un violador, que no pocas veces es el propio padre de la mujer, el padrastro o el tío. Quitarles el derecho de escoger en estos casos es un acto de extrema perversidad realizado por 18 hombres. La única mujer que votó, la diputada Erica Kokay, del Partido de los Trabajadores (PT), votó en contra. Resultado: 18 a 1.

Fíjense que, para creer que es posible quitarle a una mujer el derecho de escoger en estas circunstancias, hay que disfrutar con el sufrimiento de las mujeres. Para estos hombres, no basta que la mujer, niña o adulta, sea violada, que le queden marcas psicológicas y, a veces, también físicas que cargará durante el resto de su vida. No. Para ellos, la mujer también tiene que ser castigada, hay que obligarla a seguir adelante con el embarazo de un violador.

Si esta mujer, niña o adulta, al ser violada, es la víctima, ¿por qué habría que castigarla? La respuesta más evidente es: por ser mujer. Son hombres que odian a las mujeres.

Otro caso en que se puede abortar según la ley brasileña es cuando el embarazo presenta complicaciones que posiblemente conducirán a la muerte de la mujer. Quien ha perdido a un hijo deseado durante la gestación sabe el dolor que se siente. Y cómo este hecho marca a una mujer, y también a quien ocupa la posición de padre, aunque de formas diferentes. Porque, cuando una persona desea a un hijo, este empieza a existir primero como un sueño, incluso antes de que se geste. El hijo ni siquiera existe concretamente, pero ya existe en la cabeza de los padres.

Para cualquier persona dotada de un mínimo de empatía es fácil entender lo doloroso que es para una mujer decidir interrumpir un embarazo deseado para que ella no muera. Qué terrible es escoger entre la vida que existe efectivamente, la suya, y la del embrión de un sueño, pero un embrión que ella ha deseado tanto que se convirtiera en una persona que ella criaría, educaría y amaría.

¿Cómo, “en nombre de la vida” los 18 pueden quitarle a la mujer el derecho a no morir?

Pero no. Para los 18, el dolor de esa elección es poco. Para los 18, a esa mujer hay que quitarle el derecho a escoger. Hay que quitarle el derecho a escoger seguir viva, cuidando a los hijos que ya tiene o intentando tener un hijo de un embarazo sin complicaciones fatales para ella, de forma que pueda estar viva para cuidar a ese niño, y también realizando un trabajo que le da sentido, amando y siendo amada, construyendo historias y memorias, buscando como cualquier ser humano. En “nombre de la vida”, los 18 defienden que esa mujer no pueda escoger vivir. Y, así, la condenan a muerte.

¿Cómo alguien puede ser tan perverso con otra persona? ¿Estos hombres actuarían de la misma forma si quien pudiera morir durante un embarazo fuera uno de ellos? La respuesta es bastante obvia. ¿Cuál es la explicación, entonces? Estos hombres odian a las mujeres. Para ellos, el dolor de esa elección no es suficiente, esas mujeres tienen que morir.

El tercer caso en que se puede interrumpir un embarazo en Brasil es cuando el feto presenta anencefalia. En esta situación, el dolor de la mujer –y también de quien ocupa la posición paterna, aunque de forma diferente– suele ser terrible. Lo seguí muy de cerca en el documental Uma história severina (Una historia severina), realizado durante el período en que este tema se votó en el Supremo Tribunal Federal, que aprobó la interrupción del embarazo en caso de anencefalia solo en 2012. (Quien quiera dedicar 23 minutos de su vida a entender esa experiencia, puede ver la película aquí.)

De nuevo, basta un nivel mínimo de empatía para entender que, si deseas un embarazo, has soñado con este hijo antes incluso de que se anunciara la posibilidad, has celebrado el test positivo, y entonces descubres que este hijo no existirá, el dolor es inmenso. Conocida popularmente como “feto sin cerebro”, esta malformación es incompatible con la vida. Una parte de los fetos mueren antes del parto; la otra, minutos, horas o días después del parto. No es una deficiencia, como algunos oportunistas quieren hacer parecer, sino comprobadamente una malformación incompatible con la vida. No hay personas anencéfalas viviendo en este mundo porque no se puede vivir con esta malformación.

¿Cómo un ser humano puede condenar a una mujer a vivir un embarazo en el que al final habrá un ataúd y no una cuna?

Al final de este embarazo, en los casos en que llega al final, no hay una cuna, sino un ataúd. Pero, para los 18, no basta el dolor de descubrir que el hijo soñado no vivirá. No. La mujer tiene que sufrir más, mucho más. Al quitarle su derecho a elegir si interrumpir o no el embarazo, según lo que tenga más sentido para ella, obligan a todas las mujeres que están en esta situación a seguir adelante con un embarazo condenado. Y eso sucede dentro del cuerpo de estas mujeres, día tras día. Es una tortura. No como metáfora, literalmente es una de las peores torturas que un ser humano puede sufrir.

¿Por qué los 18 quieren ver a las mujeres torturadas durante meses, día tras día? La única explicación que se vislumbra es que disfrutan con su sufrimiento. Son hombres que odian a las mujeres.

Y hay que dejar muy claro también que las mujeres que ven sentido en tener el hijo de su violador, en morir en el parto para permitir que la gestación se complete, en llevar hasta el final una gestación condenada a muerte ya tienen ese derecho. Nadie puede o debe obligarlas a abortar. Lo que la legislación garantiza hoy, en estos tres casos, es que las mujeres que no soportan la idea de tener el hijo de un violador, que no quieren morir en el parto y que se sienten torturadas al ver que crece su barriga debido a un feto sin cerebro, que al final será enterrado, tengan el mismo derecho a elegir. Solo la mujer que vive tal dolor puede tomar esa decisión que, en cualquier caso, es extremamente difícil.

Pero los 18 quieren quitarle incluso este derecho a elegir tan restringido porque disfrutan subyugando mujeres a su voluntad. Quieren que no tengan ninguna elección. Solo que sufran.

4) ¿Esto es nuevo en la política?

La política y el control del cuerpo de las mujeres están íntimamente relacionados y tienen una larga historia. Cada vez más, los tiempos exigen que cada uno se dedique a entender esa relación en profundidad. Si observamos solo el momento reciente de Brasil, el cuerpo de las mujeres se convirtió en moneda electoral en las elecciones presidenciales de 2010. En aquel entonces, surgió una campaña anónima que llamaba a Dilma Rousseff (PT), que podría convertirse en la primera mujer presidente, como sucedió, “abortista” y “asesina de fetos”.

Fue un presagio de lo que hoy vive Brasil con la acción de las milicias del odio y sus ataques contra el arte, los artistas y los museos, así como episodios como el de la muñeca de la filósofa Judith Butler, una de las pensadoras más respetadas del mundo, quemada como una “bruja”. Al analizar su recepción en Brasil, en un artículo publicado por el periódico Folha de S. Paulo, la filósofa afirmó: “Cuando la violencia y el odio se transforman en instrumentos de la política y de la moral religiosa, es que la democracia está amenazada por aquellos que pretenden rasgar el tejido social, castigar las diferencias y sabotear los vínculos sociales necesarios para sustentar nuestra convivencia aquí en la Tierra. Recordaré Brasil por todas las personas generosas y amables, religiosas o no, que actuaron para bloquear los ataques y obstaculizar el odio”.

No existen pruebas para afirmar (por lo menos en este momento) que la campaña que llamaba a Dilma Rousseff “asesina de fetos” tiene el ADN de José Serra, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), en aquel entonces su principal oponente en la disputa por la presidencia. Pero se puede afirmar que Serra abrazó esa campaña y la hizo efectiva.

Al hacerlo, en 2010, la política en Brasil se rebajó, y los hombres que odian a las mujeres sintieron el olor a sangre y la posibilidad de obtener beneficios haciendo chantaje en el Congreso con los derechos reproductivos. Ya lo habían presentido mucho antes, obviamente, pero ni siquiera ellos soñaban que pudiese funcionar tan bien ni que consiguieran llegar tan lejos.

Quien llamó a la puerta de las iglesias evangélicas garantizando que Rousseff estaba “contra el aborto” fue su nuevo “aliado”, Eduardo Cunha (PMDB), que más tarde se convertiría en su principal enemigo al liderar el impeachment de la primera mujer presidente. Después de hacer el trabajo sucio de arrancar del poder a una presidenta mala pero elegida por el pueblo, Cunha fue detenido. Y todavía sigue en la cárcel.

Al abrazar la campaña de odio en 2010, José Serra marcó el descenso de la política en Brasil y el momento en que el PSDB dejó de ser un partido progresista

Ese momento de la campaña de 2010, en mi opinión, es el punto de referencia del actual escenario político brasileño. Dilma Rousseff capituló ante lo peor. Pero el responsable de lo sucedido fue José Serra, personaje hoy parcialmente escondido, esperando que olviden su participación en el actual estado de las cosas mientras decide hacia dónde se dirigirá en 2018.

Esa escena también determina la ruina ética del PSDB, como también marca el punto, aparentemente sin vuelta, en el que el partido se desvincula de lo que existía de progresista en su historia. Me parece que se ha minimizado el impacto que tiene en la historia reciente el momento en que el cuerpo de las mujeres se convirtió en moneda electoral en Brasil, incluso porque la mayoría de los analistas son hombres.

La trampa es obvia: la lucha de las mujeres ha dejado de ser para ampliar derechos y ha pasado a ser para no perder derechos

Desde entonces, la lógica que determina el Congreso ha sido la de bloquear cualquier avance en los derechos de las mujeres sobre su propio cuerpo, como también en temas relacionados a género y raza. Uno de los trucos más eficientes es justamente aterrorizar con proyectos que significan retrocesos, haciendo que la lucha ya no sea para ampliar derechos, sino para no perder derechos. Esta operación política se ha acelerado de forma inédita en el gobierno Temer y su proyecto no elegido, donde los derechos se subastan a cambio de apoyo a un presidente, a ministros y a parlamentarios acorralados por la operación Lava Jato.

Hoy, el descenso de la política, así como un Ejecutivo y un Congreso dominados por lo que existe de más retrógrado en Brasil, han obligado a las mujeres a salir a la calle, como sucedió el pasado 13 de noviembre, para decir algo que era claro, obvio y legal hace casi un siglo: una mujer tiene derecho a abortar en caso de violación.

Mientras están ocupadas defendiendo un derecho humanitario conquistado por nuestras abuelas, ninguno de los derechos urgentes que tendrían que ser conquistados o puestos en práctica consigue atención. Como, por ejemplo, el funcionamiento efectivo del aborto legal, constantemente un miraje en el sistema sanitario del país.

La situación es tan desesperante que un hombre de la estatura ética de Rodrigo Maia (DEM), actual presidente de la Cámara de los Diputados e investigado por la operación Lava Jato, posa como defensor de las mujeres al afirmar que la prohibición del aborto en caso de violación “no pasará en la Cámara”. Se cambian los titulares y, en el Brasil de 2017, se hace necesario reafirmar como avance y valentía algo que está en el Código Penal de 1940. Y si no “pasa” será una “victoria”. Esta estrategia es obvia para bloquear cualquier ampliación de derechos. El Brasil progresista no para de perder.

5) ¿Qué tiene que ver la esclavitud con esto?

La respuesta a esta pregunta es: todo. Aunque la criminalización del aborto afecte a la vida y a los derechos de todas las mujeres, la situación real en el país no es la misma para todas. El aborto está liberado para mujeres que pueden pagar una clínica clandestina pero segura. En Brasil, la mayoría de las mujeres que pueden pagar por la interrupción segura de un embarazo no deseado, en cualquier circunstancia, son blancas. Por otro lado, la mayoría de las mujeres que mueren por haber realizado abortos en condiciones precarias y desesperadas son negras. Y esta es una de las peores caras de la criminal hipocresía nacional: existe un país que puede abortar y otro, mucho mayor, que muere al hacerlo.

Hipocresía a la brasileña: existe un país que puede abortar y otro, mucho mayor, que muere al hacerlo

Así, la perversión de los 18 y su grupo alcanza con más fuerza a una parte de Brasil: justamente la parte más pobre, más desamparada e históricamente más oprimida. Había muchas mujeres en la calle el 13 de noviembre, pero es bastante probable que, si la acción de los 18 hubiera alcanzado a todo el país, habría habido muchas más. Y no solo en la calle, sino en los espacios de voz. Si las mujeres, hijas y hermanas blancas de los periodistas del país (la mayoría hombres y blancos) con espacio en los medios de comunicación estuvieran de hecho amenazadas por no poder hacer un aborto en caso de violación, riesgo de muerte para la madre o anencefalia del feto, el clamor seguramente habría sido mucho, pero mucho mayor. Y el periodismo es solo un ejemplo que se repite en todos los espacios de poder, mayoritariamente ocupados todavía por blancos, a pesar de que los negros constituyen la mayoría de la población.

Este no es un dato cualquiera, ya que en Brasil la pobreza tiene color. Y son las mujeres negras las que mueren más, no solo por los abortos hechos en condiciones precarias, sino por los partos y por todo. Son también las que más sufren todo tipo de violencia, incluso la violación. Y son las que menos tienen acceso a cualquier derecho.

Se suele afirmar que, si hubiera más mujeres en los puestos de poder, el aborto ya se habría descriminalizado en Brasil. De la misma forma que se afirma que, si los hombres se quedaran embarazados, el aborto ya habría dejado de ser crimen en cualquier circunstancia en Brasil. Lo dudo.

En Brasil, los derechos solo se ampliarán cuando haya más mujeres negras en los espacios de poder

Con la marca racial de la desigualdad brasileña, los derechos solo se ampliarán cuando haya más negros en los espacios de poder, y principalmente mujeres negras. Porque son ellas las más afectadas por la falta de políticas públicas, en especial de sanidad, educación y movilidad, y también las más afectadas por la acelerada corrosión de los derechos del Brasil actual. Son ellas las que no consiguen “resolverlo de otra forma” y, por lo tanto, necesitan poder acceder a la estructura pública para garantizar sus derechos.

Así, los 18 y su grupo se ríen, aplauden y celebran no solo que una comisión ha puteado a las mujeres en general, sino principalmente a las mujeres negras. Es también una manera de seguir poniendo una mano violenta sobre su cuerpo, una práctica que está en vigor en Brasil desde los tiempos de la esclavitud.

Ningún otro ser humano se ha visto más afectado por el control de los cuerpos que las mujeres negras, que durante siglos fueron reproductoras de la fuerza de trabajo, fueron amas de cría de los señoritos, fueron violadas y torturadas continuamente por señores y sus hijos y fueron explotadas también por mujeres blancas que las tenían a su servicio.

Esta situación no cambió de forma significativa con la “abolición” de la esclavitud en 1888, como se sabe. Sino que continuó en la institución de la “empleada doméstica” y su cuartito en la parte trasera de la casa o del apartamento. Hasta hace poco tiempo, era normal, y todavía sigue siéndolo en algunos lugares, que los hijos de los patrones se iniciaran sexualmente con la joven empleada de la casa, en general negra. Y cuando tenía como resultado un embarazo, simplemente las expulsaban por ser unas “zorras”, con la complicidad, cuando no la crueldad explícita, del ama de casa blanca.

Esas mujeres, la mayoría negras, también cuidan a los hijos de los patrones blancos sacrificando el cuidado de sus propios hijos, niños y adolescentes que viven en casas precarias, en lugares sin alcantarillado, sin acceso a guarderías y escuelas de calidad. Y eso cuando no mueren por balas “perdidas” de la Policía Militar, como sucede con tantos niños en los barrios periféricos del país, en especial de Río de Janeiro.

La esclavitud negra, por no haber terminado nunca de hecho, se sigue reproduciendo en Brasil de formas cada vez más creativas

Desde la política fallida denominada “Guerra a las drogas”, estas mujeres negras también pierden a sus hijos, asesinados. Y también son encarceladas por “tráfico”, muchas veces sin juicio. La esclavitud, por nunca haber terminado de hecho, se sigue reproduciendo en Brasil de formas cada vez más creativas.

Así, lo que hicieron los 18 no fue solo putear tremendamente a las mujeres, sino que también llevaron a cabo una acción racista, porque son las negras las que componen la mayoría que se verá afectada si el proyecto sigue adelante. Como los viejos señores, siguen queriendo controlar los cuerpos de lo que consideran su propiedad para disfrutar con su sufrimiento y su yugo.

Se trata de eso, aunque muchos prefieran no verlo, para no arriesgarse a confrontar la imagen que los mira desde el espejo.

Los 18 no son 18. Son decenas en el Congreso. Y están allí porque alguien los votó.

Quizás en las próximas elecciones, el año que viene, los brasileños sean más responsables a la hora de votar y les den a los odiadores de mujeres el destino que merecen. Hasta entonces, sin embargo, queda mucho tiempo para ejercer el odio y distribuir maldades de forma selectiva.

Del mismo modo, las elecciones no son una garantía de que las cosas mejoren, ya que el segundo clasificado en las preferencias nacionales para presidente es el diputado federal Jair Bolsonaro (PSC), un declarado odiador de mujeres. Recordemos solo una de sus frases: en 2014, el diputado dijo que la parlamentaria Maria do Rosario (PT) “no merecía que la violaran” porque era “muy fea” y no era su “tipo”.

Solo la resistencia puede salvar a Brasil de sí mismo. Pero para ello es necesario que los que fingen que están durmiendo despierten.

Eliane Brum es escritora, reportera y documentalista. Autora de los libros de no ficción Coluna Prestes - O Avesso da Lenda, A Vida que Ninguém vê, O Olho da Rua, A Menina Quebrada, Meus Desacontecimentos, y de la novela Uma Duas. Web: desacontecimentos.com. E-mail: elianebrum.coluna@gmail.com. Twitter: @brumelianebrum. Facebook: @brumelianebrum.

Traducción: Meritxell Almarza

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