Dimite la fiscal general argentina, Gils Carbó, la última resistencia kirchnerista
Una semana después de las elecciones, la abogada nombrada en la época de la expresidenta, deja el último bastión de poder que no controlaba Macri
Como no podía ser de otra manera, hay una frase de Perón que resume a la perfección la forma en que funciona el poder en Argentina: "El que gana conduce y el que pierde acompaña". El país austral es una especie de caos controlado regulado por las constantes elecciones. Todo se reordena en función del resultado. El que gana ocupa todo el poder y el que pierde lo pierde todo. La victoria electoral de Mauricio Macri el pasado domingo, mucho más nítida de lo esperado, y la derrota de Cristina Fernández de Kirchner en Buenos Aires, han logrado algo impensable: el anuncio de dimisión de Alejandra Gils Carbó, la fiscal general de Argentina, un cargo clave que fue nombrado durante el kirchnerismo y que Macri no podía destituir sin arriesgarse a un grave conflicto institucional.
El presidente dijo de todo sobre Gils Carbó, intentó todo tipo de fórmulas legales y políticas para que dejara su puesto, un lugar clave en un país donde la justicia domina la agenda política, pero ella ha resistido casi dos años. Al final, acorralada por la imputación en un caso de presunta corrupción y ante la evidencia de que más temprano que tarde iba a ser destituida en un juicio político por un Parlamento en el que los kirchneristas están en horas bajas, Gils Carbó se rindió una semana después de las elecciones, algo nada casual.
Condenado un kirchnerista por la campaña “Clarín miente”
La justicia argentina condenó ayer a dos años y seis meses de prisión a Guillermo Moreno, responsable de la política comercial del gobierno de los Kirchner. Políticamente incorrecto y famoso por su manera poco ortodoxa de negociar con los empresarios (llegó a poner un arma en un escritorio durante una conversación), Moreno utilizó fondos públicos para pagar el merchandising de la campaña kirchnerista contra Clarín, el grupo periodístico más grande del país.
El exfuncionario destinó 185.000 pesos (10.000 dólares) del presupuesto del Mercado Central para imprimir adhesivos, camisetas y banderas con la leyenda “Clarín Miente”, una frase que lanzara en su momento el expresidente Néstor Kirchner y que fue muletilla de la guerra oficial contra el multimedio. Moreno deberá devolver el dinero de su bolsillo y, por ahora, no irá preso por tratarse de una condena menor a tres años. Pero bastará cualquier sentencia en otras de las causas que enfrenta para que su prisión se haga efectiva.
Es la misma semana en la que fue enviado a prisión otro hombre clave del kirchnerismo, el exministro de Planificación Julio De Vido, que allí sigue. Los puntales del kirchnerismo van cayendo uno detrás de otro mientras la expresidenta se prepara para llegar al Senado y desde allí tratar de recomponer a su maltrecho grupo. A la misma hora en que renunciaba Gils Carbó, Macri estaba reunido con buena parte de los dirigentes clave del peronismo ajeno al kirchnerismo, entre ellos varios gobernadores, en un gesto simbólico de que el grupo que dirige la expresidenta está siendo acorralado tanto por el Gobierno como por la parte de la oposición que quiere buscar una alternativa.
Gils Carbó anunció que dejará su cargo el 31 de diciembre. El juez federal Julián Ercolini la había procesado como coautora del delito de administración fraudulenta en perjuicio de la administración pública, por la compra de un edificio de oficinas parala procuración. Por el inmueble se pagaron 43 millones de pesos (2,4 millones de dólres) y se abonaron comisiones millonarias que rondaron los 10,7 millones de pesos (600 mil dólares). El juez sospecha que se generó de modo deliberado una ganancia indebida para todos los intermediarios de la operación. No hubo además licitación pública.
El ministro de Justicia, Germán Garavano, mostró rápidamente la euforia del Gobierno: "Era algo que Gobierno había pedido, valoramos el paso que ha dado la procuradora. El presidente en estos días aceptará la renuncia. Hay que avanzar hacia un fortalecimiento del ministerio público para que sirva para el combate de la corrupción y el narcotráfico. Para eso era necesario un cambio y por eso valoramos el paso al costado, y que con acuerdo políticos se pueda avanzar en la reforma del sistema penal".
Una disputa de dos años
Mauricio Macri nunca ocultó su intención de remover a Gils Carbó como jefa de los fiscales, incluso antes de asumir como presidente. En octubre de 2015, cuando ya había ganado las elecciones, dijo que, “si tenía dignidad”, la procuradora debía dejar su cargo antes de la llegada del nuevo Gobierno. Pero eso no sucedió y se inició una guerra soterrada que fue de menor a mayor.
En abril del año pasado, Macri volvió a pedir la renuncia de la fiscal porque “es una militante de un partido político”, en referencia al kirchnerismo. En junio de 2017 la acusó de levantar “una cortina de humo” sobre los casos de corrupción que involucraban a exaltos funcionarios del anterior gobierno en la trama de sobornos de la constructora brasileña Odebrecht. Un mes después, el presidente pidió al Congreso que avance en la remoción de la fiscal porque “no tiene autoridad moral para ejercer el cargo”. La estrategia parlamentaria del Ejecutivo chocó con la falta de apoyo de muchos diputados del macrismo, que lo consideraron anticonstitucional.
“Si me remueve, Macri será como [Nicolás] Maduro”, se quejó Gils Carbó. Pero el 12 de octubre pasado, la situación de la procuradora se volvió insostenible: un juez la proceso por presunta corrupción en la compra de un inmueble para la Procuración. Sólo 18 días después Gils Carbó presentó la renuncia.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.