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Tranquilidad a domicilio

Un ejército de 4.000 arquitectos e ingenieros revisan daños en los edificios de la Ciudad de México

Dos ingenieros especialistas en estructuras revisan edificios en la Ciudad de México.Vídeo: Alicia Fernández
Luis Pablo Beauregard

El centro de la Ciudad de México se ha convertido en una zona en la que se mira hacia arriba. La gente, sin embargo, no mira al cielo. Los mexicanos toman fotos y vídeos de los edificios de los que se desprendieron rocas o se quebraron cristales. También quieren entender por qué algunos están acordonados por las autoridades de Protección Civil. Buscan construcciones inclinadas o ladeadas. Dos de los que miran hacia arriba son Óscar Trejo y Sergio López, ingenieros que han salido a la calle a revisar las estructuras ante alertas y ruegos que reciben en el WhatsApp de amigos y conocidos. “Estamos haciendo nuestro servicio social”, bromea Trejo, que tiene 33 años de experiencia.

Trejo y López han tenido dos días con la agenda saturada. El miércoles, un día después del terremoto de magnitud 7.1, visitaron cuatro inmuebles. Uno de estos fue una fábrica de telas en la calle Artículo 123, en el centro histórico. Dedicaron más de tres horas a revisar las estructuras de una construcción de nueve niveles con muchísimos daños. La revisaron a oscuras y saltando centenares de rollos de textiles derribados sobre el suelo.

La mañana del jueves, los ingenieros estructuristas de la Universidad Autónoma Metropolitana, inician su recorrido en la Condesa, una de las colonias más afectadas. Lo hacen revisando un edificio de cuatro plantas. Junto a él hay una casa baja que tiene una larga y profunda grieta debajo de un ojo de buey. “Este es un edificio flexible pegado a uno rígido. El edificio la golpeó durante el temblor… Ese cuarto de allá arriba no es seguro”, concluye el especialista mientras señala la parte alta de la casa.

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Unas cuadras más adelante un hombre que paseaba su perro implora a los ingenieros revisar el primer piso. Trejo entra al apartamento y saca un pequeño pico de su mochila. Comienza a golpear en el muro de la habitación del joven matrimonio, que tiene una gran grieta sobre la cama. Los portarretratos están aún derribados sobre las mesas. “Se ve muy aparatosa, pero no hay problema para la estructura. El muro está sano, pero se dañó el recubrimiento”, dice Trejo.

La mujer, embarazada y aún con cara de susto, pregunta: “¿Podemos vivir aquí?”

-“Sí, tranquilos. Si yo viviera aquí podría estar tranquilo”, le responde el estructurista.

Al golpear el recubrimiento, Trejo deja al descubierto una pasta de color rosa. Este es un material utilizado en las construcciones para aislar los muros de las columnas y evitar los choques cuando tiembla. “Después del terremoto de 1985 hubo reglamentos más estrictos y conocimientos reales sobre las estructuras. Los estándares son buenos y suficientes en México para diseñar bien”, agrega el consultor.

El terremoto del martes provocó grietas dentro de miles de viviendas de la ciudad. Miguel Ángel Mancera, jefe de Gobierno de la Ciudad de México, aseguró la noche de ese día que más de 2.400 inmuebles tienen daños en la capital. Los agrietamientos han causado la alarma de sus habitantes. “La energía se libera a través de este tipo de fallas”, explica Trejo. Las fuerzas laterales generadas por los sismos provocan heridas en los muros de carga y en los que son rígidos. En muchos casos no existe riesgo de derrumbe porque son grietas que aparecen en el yeso o recubrimiento de los muros.

Los agrietamientos que sí deben preocupar son los que están en ángulos de 45º o que forman una equis en muros de soporte o de mampostería. Estos daños podrían necesitar intervenciones de especialistas. “Para rehabilitarlos se debe devolver resistencia a los muros para que resistan bien otros sismos”, agrega.

Después de la Condesa, Trejo y López se dirigen a un edificio alto en la colonia Nápoles. Los ingenieros revisan primero las columnas en los niveles del sótano sin hallar problemas. En el primer nivel, dentro de una oficina de 300 personas, un contador les dice: “Mi gente está muy asustada”. Los empleados de un call center que recuperan créditos para un banco trabajan con los muros cruzados por fisuras. Después de utilizar el pico, el ingeniero revisa el patrón de las grietas y hace su diagnóstico. “Quizá no se ha comprometido la resistencia, pero sí se ha debilitado”. El ingeniero recomienda reforzar las paredes con una malla electrosoldada. “No permita que nadie vaya a meterle una cadena o cualquier cosa de concreto porque puede hacer mucho daño”, dice al contador.

Estos ingenieros se han sumado a un ejército de 4.000 arquitectos, incluidos pasantes y estudiantes, que se han organizado y volcado a las calles para revisar 1.700 solicitudes. “La prioridad es la vivienda. Si en la primera revisión se considera habitable, bien. Si hay riesgo grave recomendamos desalojar. Si es habitable se puede recomendar reforzar, reparar o programar una intervención”, asegura Antonio Gallardo, de La Casa del Arquitecto, una organización que está coordinando las revisiones junto al Colegio de Arquitectos, Colegio de Ingenieros, la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda y el Instituto para la Seguridad de las Construcciones. En una ciudad donde el servicio a domicilio es muy socorrido, estos voluntarios llevan hasta el hogar lo que más se necesita tras la tragedia: tranquilidad.

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Sobre la firma

Luis Pablo Beauregard
Es uno de los corresponsales de EL PAÍS en EE UU, donde cubre migración, cambio climático, cultura y política. Antes se desempeñó como redactor jefe del diario en la redacción de Ciudad de México, de donde es originario. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana y el Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Los Ángeles, California.

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