Argentina se enreda en el voto electrónico
El macrismo no consigue apoyo opositor para enterrar el viejo sistema de papeletas
Hace poco más de un mes, los argentinos se fueron a dormir convencidos de que el candidato de Mauricio Macri en la provincia de Buenos Aires había vencido a Cristina Kirchner, por casi seis puntos, en las elecciones primarias. Dos semanas después, el escrutinio oficial contradijo al provisorio dado aquella noche: la expresidenta había ganado por el 0,21% de los votos. El kirchnerismo se quejó ante el Gobierno por la demora en el conteo y el Gobierno achacó al kirchnerismo el naufragio parlamentario de un proyecto voto electrónico que, según su lectura, hubiese despejado cualquier suspicacia. "La manera para cambiar esto la propuso Cambiemos con el voto electrónico. Los que se quejaban por la demora del recuento de los votos son los mismos que trabaron la ley", dijo la gobernadora de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, en alusión al kirchnerismo. Lo cierto es que el voto electrónico divide a Argentina, donde se enfrentan quienes lo consideran una puerta al fraude y los que aseguran que es la mejor arma contra él.
El voto electrónico genera largas polémicas en todo el mundo. Hoy, sólo tres países lo usan al 100%: Brasil, India y Venezuela. El resto se reparte entre los que lo usan sólo parcialmente y los que lo han suspendido por considerarlo poco confiable. En el primer grupo hay países como Estados Unidos, Colombia y Ecuador. En el segundo están Alemania, Francia y Holanda. Éste último fue aún más allá y este año decidió abandonar definitivamente el uso de computadoras durante las elecciones por el temor de un hackeo ruso, similar al que denunció Estados Unidos en las últimas presidenciales. Los casi 13 millones de votantes que el 15 de marzo eligieron un nuevo parlamento marcaron con lápiz las casillas de sus candidatos.
En Argentina, el único acuerdo es que el sistema actual de papeletas es caro y lento, aunque también muy seguro, y que cualquier intento de uso de tecnología debe evitar la urna electrónica. Este sistema, que almacena los votos en una memoria interna, se usa en Venezuela y Brasil pero fue descartado, por ejemplo, en Alemania, donde lo consideraron propenso a la manipulación. La empresa Magic Software Argentina (MSA), de capitales locales, patentó en 2004 un modelo alternativo a las urnas que, asegura, es 100% seguro. “Lo que proponemos es un sistema inédito de boleta única electrónica (BUE) cuyas máquinas sólo imprimen boletas. Esas boletas tienen dentro un chip que permite grabar lo mismo que se imprimió” y realizar el conteo en segundos, explica Sergio Angelini, presidente de MSA. El sistema, dice el ejecutivo, es totalmente auditable porque la boleta impresa por la máquina se mete en una urna convencional de cartón y luego es contada a mano por las autoridades de mesa, como se hace ahora con las papeletas de papel.
Las máquinas de MSA se utilizan hoy en una decena de provincias argentinas, pero es sin duda en la provincia de Salta (norte) donde más se ha extendido. A cargo de su implementación en 2009 estuvo Pablo Kosiner, por ese entonces ministro de Gobierno y hoy diputado por una corriente del peronismo que mantiene buenas relaciones con el presidente Macri. Kosiner asegura que el sistema garantiza la rapidez del escrutinio electrónico y la fiabilidad del conteo manual de papeletas. “En 2013, el Partido Obrero (PO) ganó la intendencia (alcaldía) de la ciudad de Salta, un resultado sin antecedentes históricos en el país. Esa elección fue una derrota para el Gobierno provincial pero un gran triunfo para el sistema electoral, su sello de calidad”, dice.
La defensa cerrada de Kosiner a la BUE fue clave para la aprobación de la reforma electoral del macrismo en Diputados. Pero el proyecto tuvo menos suerte en el Senado, donde los legisladores vieron de primera mano cómo expertos en seguridad informática leyeron el contenido del chip de la boleta en forma remota. “Mostramos que era posible determinar qué votaba un elector desde tres metros de distancia con una radio digital convencional. Basta ponerla en 13,56 Mhz”, dice Enrique Chaparro, de la Fundación Vía Libre.
Tanto MSA como Kosiner rechazan las críticas y defienden la aplicación de la BUE. “Es una combinación de tecnología y sistema tradicional de boleta de papel, con las cosas positivas de ambos: acelera el escrutinio y al mismo tiempo elimina la ventaja del partido que tenga más capacidad para sumar fiscales y para imprimir boletas”, dice el senador. “El problema no es el fraude, sino que te convenzo de que puedo hacerlo y generar así una crisis institucional”, opina, en cambio, Chaparro. “El sistema manual es absolutamente más seguro porque está divido en 96.000 mesas distintas, cada una con su propia lógica de control. Un fraude implica tener la capacidad de incidir sobre 96.000 fiscales, pero si yo cambio 20 líneas de un programa de computadoras obtengo ese mismo efecto a muy bajo costo”, agrega.
Las críticas contra el voto electrónico convencieron a algunos senadores, como el exkirchnerista Juan Abal Medina. “Durante las audiencias nos dijeron que el sistema era hackeable y cuando hay un sector que cree que el sistema no es confiable se transforma en un mal sistema. Por eso plantemos superar las dudas con una alternativa de impresión electrónica de boletas sin chip y conteo manual”, explica Abal Medina. La impresión electrónica de boletas resolvería el problema de los millones de papeletas que deben acomodarse en los cuartos oscuros, pero sin chip el escrutinio será tan lento como hasta ahora. “Lo importante es generar confianza”, dice Abal Medina, “no importa sin con voto electrónico, manual o el que sea”. El gobierno de Macri debe resolver ese delicado equilibrio entre velocidad y confiabilidad.
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