Los alumnos se encierran en sus colegios en Argentina contra una reforma educativa
Más una decena de escuelas de Buenos Aires están ocupadas en protesta por un programa de pasantías laborales
Un grupo de chicos aguardan en fila con sus mochilas en la mano, esperando para ser revisados. En la punta, otro chico, igual a ellos, pero enfundado en una manta y comiendo una porción de pizza, cumple el rito y habilita el paso hacia el interior de la escuela Carlos Pellegrini, uno de los secundarios más emblemáticos de la ciudad de Buenos Aires, del que egresaron, entre otros, el actual ministro de Cultura de la Nación, Pablo Avelluto, el excandidato a presidente del kirchnerismo, Daniel Scioli, y el historiador Felipe Pigna. Dentro, decenas de chicos escuchan música, hablan de política, ríen y pintan carteles.
“El Pelle”, como se conoce al colegio puertas adentro y afuera del enorme edificio levantado en 1909, es uno de los colegios ocupados desde hace una semana por los estudiantes. Según ellos, la lista de establecimientos llega a 20, según el ministerio de Educación de la Ciudad, el otro protagonista de esta historia, son unos 12, aunque “uno sólo ya es un problema para nosotros”, tal lo que argumentó un portavoz de la cartera dirigida por Soledad Acuña. Los estudiantes protestan por la nueva reforma educativa que lleva adelante el gobierno de la ciudad en la escuela media y que, entre otras cosas, dispone que la mitad del quinto (y último) año se haga en empresas y organizaciones, a modo de pasantía, elimina las notas y la repetición.
“Es necesario un cambio en la educación y no nos oponemos a eso, pero que tenga sentido, y por eso estamos pidiendo que nos escuchen, porque la propuesta es completamente inconsulta”, señaló a EL PAÍS, Camila, vocal del centro de estudiantes y estudiante de cuarto año. “Nosotros luchamos por una escuela inclusiva, democrática y que forme sujetos críticos”, agregó.
Las ocupaciones comenzaron el 29 de agosto, con la toma de la escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano y continuó con la ocupación de otra célebre institución porteña, el Nacional Buenos Aires, pero el conflicto se agudizó en la última semana, en sintonía con el reclamo de aparición con vida del artesano Santiago Maldonado, desaparecido desde el 1 de agosto. Es por ello que los estudiantes reforzaron la seguridad en los ingresos a los colegios. Para el ministerio, se trata de una protesta “absolutamente política y apoyada por sectores de la izquierda y el kirchnerismo”. Uno de los argumentos del que se valen para tal afirmación es que, tanto el Pellegrini como el Nacional Buenos Aires son colegios que dependen de la Universidad de Buenos Aires y no del gobierno porteño.
“La educación pública es una sola y esta reforma es algo mucho más grande, se trata de un modelo de escuela futura y que prepara el terreno para una reforma laboral neoliberal”, respondió Camila. El gobierno porteño anunció que se recuperarán los días perdidos en diciembre y explicó a este diario que “en la reforma que venimos trabajando desde hace más de un año no se toca la currícula sino que se actualiza el modo en el que los estudiantes acceden al conocimiento, porque un chico que entró hoy a jardín va a terminar la escuela en 2030, para trabajar en cosas que ya no van a existir.
“La escuela secundaria hay que reformarla sí o sí, pero los alumnos no tienen que ser parte de la reforma, los escuchamos, pero la decisión sobre el abordaje depende de las autoridades, y hay una mayoría silenciosa a la que 10 o 12 chicos que deciden las tomas la privan de la educación, apañados por mayores”, disparó el portavoz de Acuña. Y resumió: “Ya no se trata sólo de darles la información, ahora es necesario enseñarles a aprender”.
Una situación similar se repite en el Normal 1, una escuela pública a la que asisten a diario más de 700 alumnos, aunque allí la seguridad corre por cuenta de un empleado con uniforme que tropieza un bostezo con otro. “Una escuela del futuro se logra atendiendo las demandas del presente, pero no nos escuchan, no nos dan bola”, retruca Xio, estudiante de tercer año del colegio cuyo frente permanece empapelado con afiches que claman: “No queremos ser mano de obra barata”, “Sabemos dónde está el huracán Irma pero no sabemos dónde está Santiago Maldonado”, “Critican a los estudiantes pero nadie pone en tela de juicio la ineficiencia de los de arriba”.
Un solo afiche se repite y su mensaje resuena casi como un pedido: “Acérquese a preguntarnos los motivos de la toma”. Adentro, en el hall del antiguo edificio derruido esperan para responder aquellos que en el futuro tal vez serán dirigentes, como Avelluto o Scioli. Sin embargo, sólo dos abuelos respondieron a la consigna.
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