El califato virtual
El atentado en Barcelona abre preguntas sobre qué está llevando a jóvenes a escoger esos caminos y retos enormes para acciones preventivas en los ámbitos de la educación y la inteligencia
Un ataque terrorista indiscriminado como el que sufrió Barcelona el jueves de la semana pasada podría producirse en cualquier otro país. Y, con ello, seguir añadiendo a la sensación de inseguridad e imprevisibilidad en el mundo que el terrorismo se propone como objetivo.
Mucho se ha publicado sobre el ataque en Las Ramblas desde ese día por lo que confieso que dudaba en referirme al tema en esta nota. Varias razones me llevan a tratarlo aquí.
La primera, el asombro -y horror- que en todos produce constatar la juventud de quienes han estado dispuestos a cometer esa vesania. Así como una de las 15 víctimas mortales tenía escasos 7 años, varios de los terroristas eran no sólo jóvenes sino menores de edad. Preguntas abiertas sobre qué está llevando a jóvenes a escoger esos caminos y retos enormes para acciones preventivas en los ámbitos de la educación y la inteligencia.
La segunda, el riesgo que se le plantea a occidente en general, y no sólo a Europa, de que la lucha contra el terrorismo de origen islámico y su “califato” lleve a una suerte de nueva “guerra santa” contra el Islam en general. Atisbos de eso hay en varios lados.
Frente a ello, destaca como una reacción ejemplar la manifestación pública de los musulmanes residentes en Cataluña. Su rechazo explícito y firme al terrorismo es un buen camino a seguir por todas las comunidades islámicas en el mundo.
La tercera es la de la globalización del terror a través de los medios electrónicos como reto a derrotar; el “califato virtual”. El llamado ISIS ha perdido en los últimos dos años más de la mitad de sus zonas controladas en Irak y Siria desmoronándose poco a poco el control territorial por su “califato”.
Pero el “califato” es más que unas “zonas liberadas”. Mantiene y amplía paralelamente su uso de las redes e internet para hacer llamados explícitos a producir ataques como el de Barcelona.
Más de una docena de videos puestos en las redes son señal espeluznante de ello. En esta guerra global, este aspecto es medular. De cómo hacerlo sin afectar la libertad de expresión es un reto que hay que afrontar pero no para trastabillar sino para acciones de inteligencia puntuales pero efectivas.
Finalmente, la justicia de destacar la eficaz respuesta del sistema de seguridad español y europeo en detectar y actuar contra los sindicados como responsables. Notable reacción que pone otra vez en evidencia la superioridad del sistema europeo frente a otros -como el estadounidense- y la eficacia de la cooperación internacional (francesa, en este caso).
Dentro de las enseñanzas y conclusiones que uno puede sacar destacan algunos aspectos. Entre ellos, lo crucial de apuntar a sistemas de prevención e inteligencia más eficaces para enfrentar el reclutamiento entre los jóvenes por el terror, lo relevante de la acción de las comunidad islámicas en su rechazo al terrorismo y la urgencia de una respuesta global -democrática pero enérgica- en los circuitos de internet y redes sociales frente al “califato virtual”.
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