Un continente rico con gente pobre
Latinoamérica aprendió que las revoluciones sirven para centralizar aún más el poder
En los años cincuenta, en el esplendor del macartismo, América Latina, instalada en el inmovilismo, padecía los horrores de la tiranía en casi 13 de 20 países. Hoy, afortunadamente, celebramos ya la gran fiesta de la democracia. El tenebroso eslabón genético que nos unía con el sanguinario conquistador Pedro de Alvarado —aquel que exigía ver las orejas de sus enemigos colocadas en la punta de una espada— quedó en evidencia con la proliferación de primates de las más extrañas especies como los Somozas, Trujillos, los Batistas, los Ubicos, los Carías Andinos, los Martínez Hernández, además de otros tantos antropoides que no viene al caso citar en este reducido espacio, todos ellos evidentes subproductos de nuestra descomposición política y social y de nuestra herencia autoritaria española.
Los mexicanos ya habíamos sufrido los efectos de 30 años de dictadura impuesta por Porfirio Díaz, los mismos que condujeron a la destrucción de nuestro país y a la pérdida de más de un millón de vidas humanas, la extinción de una generación de mexicanos que pereció colgada de los postes de telégrafo o expiró con un tiro de gracia al pie de los paredones. Aprendimos de las revoluciones que estas sirven para centralizar aún más el poder o no sirven para nada... La Revolución Mexicana, la china, la cubana, la rusa y la española concluyeron en una mayor concentración del poder, como lo demuestra la existencia de Stalin, Mao, Franco y Castro, de siniestro recuerdo.
América Latina es un continente rico con gente pobre. ¿De qué nos ha servido tener gigantescos yacimientos de petróleo, de oro y plata, cobre, estaño y azufre, en fin, la infinita riqueza de nuestro suelo, la generosidad de nuestros trópicos, nuestro azúcar, nuestro café, nuestro cacao, nuestras bananas, nuestro tabaco, nuestros litorales y la belleza de nuestras playas? ¿De qué nos ha servido ser dueños de materias primas de las que dependen los países industrializados si nos siguen comprando barato nuestro azúcar y nos venden caros los caramelos?
Los hispanoamericanos no hemos acabado de organizarnos ni en lo interno ni en lo externo. El subdesarrollo que nos atenaza constituye una prueba adicional para respaldar dicha afirmación. Claro está, no existen las culpas absolutas. Estados Unidos intentó por todos los medios sabotear nuestra unión y nuestra organización. Norteamérica condicionó la ayuda económica y militar o amenazó o invadió en múltiples ocasiones o impuso o derrocó presidentes a su antojo con tal de garantizarse sus intereses regionales ante la asombrosa pasividad hemisférica.
América Latina debe dormir "con los ojos abiertos". Actualmente florece la democracia. Entendimos que no existe una mejor atmósfera para alcanzar el desarrollo económico. Si nos estamos organizando en lo interno, si le cerramos el paso al militarismo y a la demagogia y despreciamos a los fundamentalistas como Nicolás Maduro o Hugo Chávez y comprendemos que el populismo concluye con un pavoroso baño de sangre, tal y como desgraciadamente acontecerá en Venezuela; si hemos aprendido la importancia del voto y entendemos que el respeto a la ley es la única fórmula de convivencia civilizada; si nuestro crecimiento se catapulta gracias al feliz arribo de la libertad, entonces ha llegado por primera vez en nuestra historia el tan ansiado momento de madurez política imprescindible para organizarnos, ahora en lo externo, para construir una promisoria Unión Latinoamericana, una UL.
Si sumamos a nuestros inmensos recursos naturales, nuestra creatividad y habilidad manual, nuestra juventud, nuestra mística, nuestro sentido del humor, nuestra tecnología, nuestra samba, nuestro chachachá, nuestra unión política hemisférica y logramos dibujar una calca modernizada de la Unión Europea, diseñada con mucho ritmo, alegría, visión y talento, nuestra imaginación nos conducirá al gran capital y a la riqueza que tanto deseamos y al mismo tiempo despreciamos, tal vez porque se sigue invitando a la resignación, al insistir en que es más fácil que pase un camello por el ojo de una aguja, a que entre un rico en el reino de los cielos...
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