Escuelas públicas o privadas, dos caras de la huelga docente
La adhesión a la protesta de los maestros pone en evidencia la distancia que separa a ambos modelos
Los niños de la escuela número 13 del barrio de Colegiales, en Buenos Aires, tiene una piscina municipal a un lado. Pero no la pueden usar. Entonces, las autoridades se ven obligadas a invertir el 20% de su presupuesto para alquilar dos autobuses que los lleven a nadar a otro sitio, a cuatro kilómetros de la escuela. Ese es sólo uno de los problemas que tiene el establecimiento que entre jardín, primaria y talleres de arte educa a 1.000 chicos y que este lunes, en el marco de la huelga docente que dura 48 horas, fue abrazado en forma simbólica por su comunidad educativa. La Mafalda, como se conoce a la escuela ubicada enfrente de la plaza que homenajea al personaje de Quino, es pública y depende del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, donde gobierna el macrismo desde hace una década. Sin embargo, padres y maestros organizan kermesses y proyecciones de cine, entre otras actividades, para paliar los costos que no asume la comuna.
“Para que te des una idea, los subsidios que baja el gobierno de la ciudad no alcanzan para pagar el papel higiénico y los productos de limpieza básicos para todos los baños”, dice a EL PAÍS Javier Mardaraz, miembro de la Cooperadora. En números reales, las partidas alcanzan para cubrir el 30% del presupuesto total. El hombre, papá del pequeño Toyo, uno de los alumnos, reconoce que la situación de la educación en Argentina “es una problemática muy vieja, te diría de los 70, y no la originó este Gobierno". "Yo mismo me eduqué en la educación pública desde jardín y hasta posgrados y he visto como empezó a decaer la calidad educativa. Lo que sí tiene responsabilidad este Gobierno es en una postura muy definida: el Estado no tiene que intervenir en nada y dentro de esa nada está la educación pública. La postura del anterior Gobierno, aún con fallas, era distinta”.
“La situación es triste”, resume el docente Nicolás Turchetti, “Desde hace muchos años sentimos como la escuela pública se viene cayendo en materia edilicia y de programas, hay muchos negociados con empresas tercerizadas para mantener los edificios o para la provisión de alimentos, que suelen ser muy malos. Ni hablar la falta de docentes, la baja del salario en términos de poder adquisitivo y otra cuestión muy importante, que es como se ha ido vaciando el instituto capacitador, que ofrecía postítulos de calidad en todas las ciencias”. La panorámica del abrazo al edificio incluyó a docentes y a un gran número de padres que, en pleno horario laboral, se acercaron a apoyar a los maestros de sus hijos. La comunidad educativa de La Mafalda destina cuatro sábados al mes para reparar el mobiliario del colegio y limpiar las instalaciones. El panorama contrasta con lo sucedido una semana atrás, cuando cientos de personas se ofrecían a trabajar de voluntarios, simulando cargos docentes, para hacer frente a la huelga. Una idea que apoyó la gobernadora de la Provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal.
“Por un lado veo que los rompehuelgas siguen existiendo, por otro lado veo que este Gobierno, que habló tanto de la grieta y usó eso como banderín de campaña, es el que está poniendo a un trabajador contra otro”, responde Turchetti. Y completa: “Entro a la escuela a las 7.30 y me voy a las 17.30 o 18. Después de eso, algunos días voy a capacitarme, yo no pago pero hay compañeros que pagan por esos cursos porque cada vez es mas difícil hacerlo. Mi sueldo básico es de 2.866 pesos (184 dólares), con los dos cargos que tengo y lo que se suma al básico, llego a 20.000 pesos (1.280 dólares). Pago 7.000 pesos (450 dólares) de alquiler y 1.000 (64 dólares) de expensas (gastos comunes). En gasto de vivienda se me va a más de la mitad de mi sueldo y el día 15 ya no tengo más. Si además quiero capacitarme, tengo que pagar por un curso cerca de 80.000 pesos (5.100 dólares) en 3 años”.
Una contracara de la escuela 13 está en Almagro, en las puertas del colegio Galileo Galilei, una institución privada que ofrece todos los niveles de educación y depende de la Universidad Abierta Interamericana (UAI). “Estamos trabajando”, alcanza a decir una de las maestras que, apurada, cierra la reja del ingreso a jardín y primaria. El colegio, famoso en el barrio por ser la escuela que nunca para, es la opción de pago que tiene la pública Normal 7, ubicada a sólo 50 metros, y especializada en bachillerato docente.
El acto de inicio de clases está por comenzar en el Galileo Galilei, pero siempre llega algún relegado. En este caso, Alejandra Santagada, una mamá que opina que la huelga “influye en menos enseñanza para los chicos, más pobreza, gente que no sabe nada y todo eso genera hambre. Estoy de acuerdo con el reclamo pero de otra forma, no atacando a las criaturas. Lo peor es que salga perjudicado un nene, no se los debe dejar desamparados”. Consultada acerca del voluntariado docente, la mujer dice que “dejaría a mi hija con un docente voluntario y me parece positivo. Sobre todo si se puede hacer un registro previo y pedir antecedentes”.
Pero no todos piensan como Alejandra. “Estoy 100% de acuerdo con el paro, pero traigo a mi niño porque el colegio no adhiere y nosotros tenemos que trabajar”, dice Carlos, docente universitario y papá de Lorenzo. “Los que se oponen al paro no le dan la importancia suficiente a la educación porque hoy en día, una pareja docente apenas gana sobre la canasta básica y claramente, la profesión está muy subvaluada, tené en cuenta que un diputado gana 80.000 pesos y hay docentes que ganan 8.000 (510 dólares)”. “Elijo esta escuela, entre otras cosas, porque no hacen paro, porque eso nos desarticularía mucho la dinámica laboral de la familia. De esta manera, ya hacemos malabares para manejarnos durante el día”, define Carlos. Los organizadores de la marcha docente hablaron de 70.000 asistentes. Los maestros han salido a la calle dispuestos a desafiar la política educativa de Macri.
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