Cancún, plata y plomo
En el fondo se trata de un reacomodo entre el crimen organizado y las nuevas autoridades
El paraíso está en riesgo. En menos de 48 horas una serie de balaceras han colocado a Cancún y a la Riviera Maya en los titulares de la prensa internacional. El tipo de noticias que se convierten en material tóxico para un destino turístico. Todo lleva a pensar que en el fondo se trata de un reacomodo entre el crimen organizado y el arribo de nuevas autoridades regionales desvinculadas de acuerdos y pactos anteriores.
No se requirieron de investigaciones largas o sesudas para concluir que los dos principales incidentes están relacionados con los cárteles de la droga y su disputa por la plaza. El ataque del lunes en la madrugada en la discoteca Blue Parrot, con cinco muertos y una veintena de heridos, fue una represalia tras un intento de extorsión fallido. Se presume que los extorsionadores constituían un grupo rival al que ofrece protección a muchos antros de Playa del Carmen. El martes por la mañana el Cártel de los Zetas, que intenta arrebatar el control de la región actualmente en manos de grupos rivales, se atribuyó el ataque.
La tragedia tuvo aún más repercusiones en la prensa mundial porque ocurrió en un evento que forma parte del festival internacional de música electrónica BPM, que se organiza año con año en Playa desde hace más de una década. Dos de los asesinados, una mujer y un hombre, eran extranjeros que trabajaban para la empresa organizadora del festival.Más preocupante aún es el ataque simultáneo en cinco sitios en Cancún perpetrado el martes por la tarde. Tan sólo en un asalto a las oficinas de la Fiscalía participaron diez elementos con armas de alto poder y artefactos explosivos. Un policía y tres delincuentes murieron en la refriega.
Por lo general los ataques frontales en contra de la autoridades o de la población por parte del crimen organizado obedecen a uno de dos propósitos. Como represalia tras la aprehensión o muerte de un líder importante, aunque no es el caso en esta ocasión. La otra opción es más terrible: los asaltos tienen el propósito de mostrar músculo y evidenciar la vulnerabilidad del Gobierno, para lograr así una negociación favorable.
No hay que olvidar que los titulares del Gobierno estatal y de las presidencias municipales arribaron hace apenas cuatro meses. El gobernador Carlos Joaquín González, de la oposición, reemplazó al priista Roberto Borge. O para decirlo en plata pura, los arreglos que podrían haber existido entre los cárteles y el Gobierno anterior habrían quedado en el limbo. El cambio mismo de autoridades habría sido leído por los Zetas como una oportunidad para incrementar sus intentos de arrebatar el control de la plaza al Cártel de Jalisco Nueva Generación. La droga circula en Cancún como lo hace en Miami o en Ibiza. Y no seamos ingenuos, un porcentaje importante de los turistas que gustan de la vida nocturna demandan estupefacientes de distinta índole. Para las autoridades se trata de encontrar un arreglo que minimice los escándalos y el daño colateral que entraña la delincuencia.
Todo indica que esos arreglos están en proceso de redefinirse y en esa redefinición una de las partes, uno de los cárteles, está tratando de fortalecer su margen de negociación. Y no nos quepa duda, tarde o temprano las aguas regresarán a su cauce. El flujo turístico es sumamente vulnerable a las tragedias y escenas de sangre. Las autoridades no tienen manera de proteger una infraestructura que cuenta con 90.000 cuartos, miles de establecimientos y más de 100.000 visitantes en un día promedio. El Caribe mexicano aporta un tercio de los ingresos turísticos en el país y es la actividad que soporta la vida económica en esta región. Por lo demás, el turismo es las pocas ramas productivas que no están amenazadas por el arribo de Trump: un peso débil simplemente incrementa el flujo de visitantes extranjeros.
Dolorosas realidades de un paraíso imperfecto, pero paraíso en fin.
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