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Clara Gómez insiste: "Los mataron"

Después de que el juez desestime la investigación de la fiscalía mexicana, la testigo del caso Tlatlaya insiste en que los soldados mataron a civiles a sangre fría

Pablo Ferri

De las tres testigos con las que la Procuraduría Federal mexicana sustenta el caso Tlatlaya, Clara Gómez González fue la primera en hablar. En septiembre de 2014, Gómez González denunciaba que la Secretaría de la Defensa Nacional, Sedena, había mentido: el enfrentamiento del que habían informado meses atrás había terminado en el asesinato de varias personas.

El 1 de julio, la Sedena informaba de la muerte de 22 delincuentes producto de un enfrentamiento con un convoy militar en una bodega a medio construir en una comunidad de Tlatlaya, a unas cuatro horas de la Ciudad de México. Varios meses más tarde, Gómez González decía que efectivamente el enfrentamiento se había producido, pero que los militares habían asesinado a los supervivientes.

La tarde del 30 de junio, la mujer, maestra rural, había tomado un camión en su pueblo, Arcelia, para ir a San Pedro Limón, la comunidad donde está la bodega, apenas a una hora de allí. Iba a recoger a su hija Erika, de 15 años, que hacía unas semanas no aparecía por casa. Erika le había llamado ese mismo día y le había dicho que estaría por San Pedro. La madre fue, llegó y se la encontró con un grupo de gente armada. Asustados por si les descubrían, contaba Clara, los del grupo armado se la llevaron a la bodega, donde hacían base aquella noche. Le impidieron que se fuera y le quitaron el celular. De madrugada, una camioneta pasó por la puerta. Uno de los del grupo, apostado en la puerta, entró corriendo para avisar. “Nos cayeron los contras”, dijo, pensando que eran de algún grupo rival. Pero eran los militares.

Clara cuenta que entonces se desató una balacera, gritos de dentro a fuera y viceversa; dice y dijo que el tiroteo duró una media hora. Ella, que estaba al fondo de la bodega, del lado izquierdo, se metió en una de las camionetas del grupo armado. Al rato, cuando salió, cuando acabaron los tiros, vio el cuerpo de su hija tirado en mitad del galpón. Dice que aún se movía, que estaba boca abajo. Su hija, malherida, boca abajo.

Los militares entraron a la bodega y, dice Clara, mataron a los supervivientes de la balacera. Les decían que se hincaran y les disparaban.

Detalles como el número de militares que entraron o el tiempo que duró la refriega difieren en las declaraciones de las testigos. Clara decía una cosa y las otras dos, otra. La primera dijo por ejemplo que la balacera duraba 30 minutos, las otras que entre 5 y 10. Imprecisiones y contradicciones por el estilo han motivado sustancialmente que un juez federal tumbe la investigación que presentó la PGR hace unos meses.

Clara vive desde hace un tiempo con dos escoltas pegados a su sombra, cámaras de seguridad en su casa y una tristeza en la mirada que no acaba de atenuarse. Pese a la decisión del juez, espera que se haga justicia.

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Sobre la firma

Pablo Ferri
Reportero en la oficina de Ciudad de México desde 2015. Cubre el área de interior, con atención a temas de violencia, seguridad, derechos humanos y justicia. También escribe de arqueología, antropología e historia. Ferri es autor de Narcoamérica (Tusquets, 2015) y La Tropa (Aguilar, 2019).

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