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El viaje atragantado de los libros en América Latina

La distribución de las obras en la región sufre muchas trabas pese al idioma común

Andrea Aguilar
La editora Nubia Macías y el escritor Luis Negrón.
La editora Nubia Macías y el escritor Luis Negrón.EDU BAYER

Seis ediciones en seis sellos distintos, todas ellas en un mismo idioma. Este es el resumen del atribulado viaje por la lengua española de la colección de cuentos del escritor y librero puertorriqueño Luis Negrón. Tras su aparición en Puerto Rico, República Dominicana, Costa Rica, Argentina y Cuba, Mundo cruel llegará próximamente a España y a México de la mano de la editorial Malpaso. El salto de sello en sello para cruzar fronteras físicas —que no idiomáticas— es una constante en América Latina, un trajín en el que están implicados sellos del continente pequeños, medianos, y también grandes grupos editoriales —como Penguin Random House y Planeta— organizados en divisiones por distintas zonas geográficas con catálogos propios. 

Puerto Rico es caso aparte. Su distribución cae en el mercado de Estados Unidos, y los libros en español llegan vía ese país, lo que encarece los costes. Pero hay otras rutas largas y sorprendentes como, por ejemplo, las que recorren los libros que cruzan el Océano Atlántico dos veces, porque para llegar de México a Argentina viajan primero a España. “No hay una red fiable de distribución en América Latina”, explicaba en el marco del VI Congreso de la Lengua en San Juan de Puerto Rico el editor y fundador de la editorial Sexto Piso, Eduardo Rabasa. Su sello mexicano terminó abriendo una sede en España, donde ahora imprimen la mayoría de sus títulos. 

Según el veterano editor español Manolo Borrás, las cosas se han complicado desde mediados de los setenta, cuando apareció su sello Pre-textos. Trabaja, a pesar de todo, con distribuidores itinerantes y atiende peticiones locales con puntos de venta directos, siempre y cuándo no interfieran con otros acuerdos. “Antes los libros circulaban mejor, las leyes proteccionistas que ha habido en países como Venezuela o Argentina en los últimos años han dificultado todo”. El camino inverso también parece ser ahora más largo y complejo, dice Borrás: “¿Quién de mi generación no debe sus lecturas a editoriales latinoamericanas como SXXI, Losada o el Fondo de Cultura Económica? Paradójicamente, hoy cuesta más encontrar un libro de México”.

En su Historia personal del boom, el escritor José Donoso se refería al “contrabando de libros”, para explicar cómo las novelas que marcaron la eclosión de la literatura latinoamericana viajaban de un país a otro: iban en las maletas de los los propios escritores. Más allá de las valijas que algunos distribuidores argentinos aún pasean por el continente —según cuenta Luis Negrón en su faceta de librero en Puerto Rico—, el "método maleta" sigue, en buena medida, teniendo sentido. Al fin y al cabo, como apuntó Ricardo Piglia, en América Latina los escritores viajan más que sus libros. “Para colocar títulos hay que hacer un trabajo intenso de comunicación y márketing. Los foros, encuentros y festivales son fundamentales”, señalaba en el Congreso Internacional de la Lengua de Puerto Rico Nubia Macías, que dirigió la FIL de Guadalajara hasta 2013 y que ahora es directora general de Planeta para México, Centroamérica y Estados Unidos.

El cálculo de los editores de los grupos es que la demanda debe anteceder a la oferta para que un libro publicado por un sello hermano sea recogido en el catálogo de otra de las divisiones. Muchos títulos aparecen en un país y quedan congelados en el resto; el autor no es suficientemente conocido en los países vecinos y el libro no despierta el interés de otras divisiones que prefieren apostar por títulos locales. Todo esto lleva a Manuel Borrás a defender el trabajo de los editores pequeños, de sellos como Periférica o Páginas de Espuma en España, o de Eterna Cadencia en Argentina.

Mercado electrónico

El precio del transporte, las librerías y los distribuidores, también los agentes, todos comparten responsabilidades en esta enrevesada y paradójica ruta libresca, según Macías. “Somos muchos, muy diversos y hay miles de kilómetros de por medio, las economías también son desiguales, las infraestructuras no son buenas. ¿A qué coste exportas los libros? Producimos mucho y no podemos apostar por todo”. En su caso los textos académicos y la literatura juvenil, cuya promoción se mueve por redes sociales, son los que mejor viajan.

Las librerías actuaban como centros culturales independientes y ejercían un papel fundamental en el tejido cultural del continente, cuando Pilar Reyes, directora editorial de Alfaguara, entró en el sector en los noventa. “El mercado era entonces más restringido”, recordaba la semana pasada en San Juan. Las dificultades que plantea la distribución ad hoc podrían parecer resueltas con la aparición del libro electrónico que permite tener todo al mismo tiempo. Pero la penetración del comercio electrónico aún es pequeña. Además, “disponibilidad no significa visibilidad”, señalaba Reyes, partidaria de que los autores refuercen su mercado en su país antes de salir fuera y atacar a los vecinos.

Defectuosa es la palabra más recurrente que empleaban editores, libreros y escritores en San Juan para describir la circulación de los libros en América Latina. Esto puede convertir al mega librero Amazon en el gran ganador. Pero por si acaso, y mientras tanto, lectores, hagan hueco en sus maletas.

Nuevas rutas de las lenguas

El pasado verano Alfaguara y Literatura Random House lanzaron una iniciativa para tratar de dar mayor visibilidad a autores de sus catálogos. El llamado Mapa de las lenguas ha relanzado mensualmente con tiradas cortas títulos de Julián Herbert, Emiliano Monge o Andrés Caicedo, entre otros, que se ofrecen a los libreros fuera de la programación de los catálogos editoriales al uso.

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Sobre la firma

Andrea Aguilar
Es periodista cultural. Licenciada en Historia y Políticas por la Universidad de Kent, fue becada por el Graduate School of Journalism de la Universidad de Columbia en Nueva York. Su trabajo, con un foco especial en el mundo literario, también ha aparecido en revistas como The Paris Review o The Reading Room Journal.

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