Cuba frente el Señor de los Cambios
La visita de Obama aviva expectativas pero el proceso interno está en manos de La Habana
El proceso de cambio en Cuba es una olla a la que le van subiendo y bajando el fuego. Ahora bulle como nunca. El domingo llega a La Habana por primera vez en 88 años un presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y las expectativas vuelven a dispararse. Pero el martes Obama se irá, el borboteo remitirá y la pregunta es qué huella real dejará este acontecimiento, antaño quimérico. “Es un hito simbólico pero quedan muchas cosas por delante”, opina Sergio Guerra, profesor de Historia de la Universidad de la Habana. Cree que la llegada del jefe de la Casa Blanca sólo es comparable a la de Leonid Bréznev en 1974 y a la de Juan Pablo II en 1998, con un parecido especial con esta, “que se pensó que traería cambios esenciales y sin embargo no provocó nada de eso. Estas visitas sellan cambios de época, pero no suponen giros de 180 grados”.
Mantener frialdad en la perspectiva resultará más complicado para el cubano de a pie, explica Rafael Hernández, director de la revista cubana Temas: “Hace 14 meses con el anuncio de la normalización hubo gente que creyó que aquello tendría un impacto directo en el nivel de vida y luego esa impresión bajó. El ritmo no es el que ilusoriamente esperaban, porque eliminar el bloqueo no está del todo en manos de Obama, sino del Congreso de Estados Unidos”.
El efecto económico del deshielo se nota, pero poco a poco y circunscrito mayormente al aumento del turismo en La Habana. Los cambios sociopolíticos van más lentos, a nivel micro, como la aparición de medios digitales impulsados por jóvenes: Periodismo de Barrio, Cachivache Media, El Estornudo, proyectos que remarcan la importancia de la iniciativa interna. “Obama no puede hacer más de lo que ha hecho. Los cubanos haríamos mejor si esperáramos algo de nosotros mismos”, dice Carlos Manuel Álvarez Rodríguez, de El Estornudo.
En su discurso del martes, retransmitido por la televisión estatal, se prevé que Obama, ciñéndose a un lenguaje de respeto al statu quo cubano, anime a la sociedad a ser proactiva. “Hará énfasis en su apoyo a la sociedad civil pero dejará claro que ya no es función de Washington promover el cambio de régimen”, afirma Jorge Duany, profesor de la Universidad Internacional de Florida.
En clave interna, el evento político cercano más relevante es el congreso que celebrará en abril el Partido Comunista, que se centrará en revisar el proyecto de reforma económica lanzado por el presidente Raúl Castro. “De ahí saldrá un documento que dirá que Cuba va a ser un país socialista, pero tendrá que ponerle un apellido al socialismo que viene, decir en qué proporciones habrá una planificación estatal y en qué proporciones habrá mercado”, avanza desde La Habana Omar Everleny Pérez, del Centro de Estudios de la Economía Cubana.
Qué relación configurar con el mercado es la cuestión que se debate entre la dirigencia, según el diplomático Ricardo Pascoe, exembajador de México en Cuba. “Creo que en la cúpula se puede diferenciar a los pragmáticos, que siguen la línea de racionalidad económica de Raúl, de los más ideológicos, que privilegian el enfoque político y sostienen que se puede seguir resistiendo sin la ruta de acercamiento a Estados Unidos”.
La visita de Obama consolidará en Cuba la línea de colaboración con Washington. También inscribirá en el frontispicio del proceso el principio de no intervención: “Los cubanos tienen que cambiar Cuba”, ha dicho su asesor Ben Rhodes. El presidente pasará por La Habana sin callarse pero con guante de seda, culminando un proceso de reencuentro largo y complejo que un exfuncionario de la Casa Blanca definió en su día como un baile estilo minué, “en el que los miembros de la pareja no se tocan mucho, pero siguen pasos coreografiados”.
El socialismo como atractivo turístico
Una novedad desde el deshielo de 2014 ha sido el aumento de turistas de Estados Unidos (unos 160.000 en 2015, un 77% más que el año anterior). Pero más allá de la cifra, lo que llama la atención es que sus intereses no están en el clásico modelo de sol y playa sino en La Habana como testimonio vivo de una época política.
"No les motiva tanto ver las playas como conocer el socialismo cubano. Y además se encuentran con un país real y no con el gulag tropical que tenían en la cabeza", opina el periodista Rafael Hernández. El turismo estadounidense, de momento, no es un turismo de escala, sino de curiosos dispuestos a asumir los embrollos burocráticos y los gastos aún elevados que requiere viajar a La Habana desde su país.
"Tienen otra cultura", dice el economista Omar Everleny Pérez, que los contrapone a los visitantes mayoritarios, los canadienses (1.400.000 al año), más playeros.
La novedad del turismo histórico-político, además, ha desbordado la capacidad hotelera de La Habana, que no había sido tan atendida por el Gobierno, más preocupado por la infraestructura costera. Quienes salvan la situación son los hostales particulares (familias con permiso de hospedaje), que representan al sector más beneficiado por ahora por el deshielo, los cuentapropistas habaneros del turismo.
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