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Frío en recuerdo de Anabel Flores

Orizaba vive el asesinato de la reportera con más rumorología que rabia

Pablo de Llano Neira
Traslado del cadáver de Anabel Flores.
Traslado del cadáver de Anabel Flores.Francisco Guasco (EFE)
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More rumors than rage after Veracruz journalist’s murder

El Sol de Orizaba, este miércoles, era una nevera. Hacía frío en la ciudad donde trabajaba Anabel Flores, y hacía frío en el periódico en el que escribía, o con el que –como recalcan– “colaboraba”. Con una lupa, la comercial de publicidad, que se encarga también de redactar las notas de “bodas, bautizos y actos culturales”, leía la primera plana de otro diario local, El Buen Tono: Hallan muerta a la reportera. Suena el teléfono. “¿Sí? Sí, 15 por 8. ¿Qué tipo de anuncio es? Ah, que no es un anuncio. Un aviso, un aviso de impacto ambiental. Entonces estamos hablando de un octavo de plana”. Cuelga. “Yo nunca platiqué con ella”, dice, con la compañera asesinada, porque ella enviaba sus noticias desde casa. “Orizaba es una ciudad tranquila”, comenta otro empleado. “El 20 de febrero viene Pablo Hermoso a la plaza de toros”. Interviene otra vez la comercial: “¿No conoce la plaza? Es techada. Es muy bonita la plaza”.

Debajo del titular de portada de El Buen Tono, para el que también había escrito, se lee en un recuadro de texto bajo una foto suya: “Desde septiembre del 2014, Anabel Flores fue separada de su cargo como reportera de El Bueno Tono, al constatarse que su nivel de vida no correspondía con el sueldo que percibía. Manejaba una camioneta Patriot, de su propiedad, vehículo que difícilmente puede ser adquirido por un reportero”.

En otra oficina, con la bandera de México atrás y al lado una imagen enmarcada del propietario del periódico, el redactor-jefe de El Sol dice enfundado en una cazadora con la cremallera hasta el cuello: “No, eso no. Yo la conocí y no vivía con lujos”. José Luis Ramos habló con ella por teléfono el domingo, unas horas antes de que de madrugada entrase un comando armado en su casa y se la llevase, y Flores le dio la última noticia de su vida: “Ha volcado un tráiler”.

–¿Cree que el asesinato tuvo que ver con su trabajo?

–No –dice fumando un cigarro–. Yo creo que sus notas no afectaron nunca a ningunos intereses.

–¿Alguna vez han recibido amenazas?

–No, no, no. Inclusive, no tenemos seguridad.

–¿Ni se han sentido amenazados?

–No, no, no.

–¿Orizaba no es peligroso para el periodismo?

–Yo creo que no.

–¿Qué tipo de criminalidad hay?

–Lo que más son robos a casas y asaltos, y esporádicamente algún enfrentamiento. El alcalde ha manifestado que es una de las ciudades más seguras de México. Inclusive, hace tres o cuatro meses a Orizaba la nombraron Pueblo Mágico.

La periodista Anabel Flores.
La periodista Anabel Flores.

La vivienda de la reportera está en un recodo de una urbanización modesta. Tiene dos plantas. Bajo la lluvia hacen guardia agentes armados. La puerta está cerrada. Dentro se escucha el llanto del bebé que Flores tuvo hace dos semanas. Suena el timbre y sale un muchacho: “Disculpe, preferimos no hablar”. La puerta se vuelve a cerrar. A cada lado de la entrada hay una cámara de video-vigilancia.

–¿Las han instalado ustedes o ya estaban?

–No lo sé –responde un agente, con uniforme de camuflaje.

Un periodista que la conoció y que pide anonimato dice que está pensando en dejar el oficio. “Con Anabel ya son 17 reporteros asesinados en Veracruz. Da miedo. Cada día está peor”. El cártel que manda en la zona son Los Zetas, un grupo tan violento que ha generado diversas maneras de mencionarlo sin pronunciar su nombre. Unos dicen Los Malos, otros dicen La Última Letra por la última letra del abecedario y, otros, simplemente La Letra. El reportero lo susurra en voz baja y con un dedo hace sobre la mesa la marca del zorro.

Él cubre información policial, la misma que cubría Flores. Cuenta que era “reservada pero con chispa”. Y cree que en breve los periódicos de Orizaba dejarán de lado su caso. “Esto tiene que desaparecer ya de la agenda, porque la situación está cabrona. Después del entierro, se olvida”.

El cuerpo llegó a mediodía a la funeraria. La entrada también estaba vigilada por policías armados. El secretario de la Comisión Estatal para la Atención y Protección de Periodistas sale a hablar con la prensa. Es un funcionario joven que acaba de asumir el puesto como interino.

"Después del entierro, su muerte se olvidará", dice un reportero de Orizaba

–¿Qué opina de que el fiscal haya dicho que la periodista había tenido vínculos con un criminal?

–Por nuestra parte, no tenemos información que la relacione con eso –responde Geiser Manuel Caso.

Según el fiscal general de Veracruz, Luis Ángel Bravo, una posible pista del asesinato es que un delincuente conocido como El Pantera fue detenido en 2014 mientras charlaba con Flores.

–¿Eso no criminaliza a la víctima?

–Habría que ver por qué lo ha manifestado la fiscalía –dice Caso.

–¿Pero qué le parece que lo haya dicho?

–Pues… me parece lamentable –se define al fin el encargado de velar por los reporteros–. Y no se debería repetir.

–¿Cómo definiría la situación de Veracruz?

–Hay obviamente un contexto de violencia. Y debe realizarse de manera inmediata un esfuerzo que incida en el Estado de Derecho.

–¿Y cómo definiría, en una palabra, la situación del Estado de Derecho en Veracruz?

–Reto.

–¿Y en dos palabras?

–Gran reto –responde con parquedad el funcionario.

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