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“Estamos tranquilos pero sabemos que ahora viene la tempestad”

Puerto Vallarta se guarece confiada en la efectividad del protocolo de evacuación

Un albergue de Puerto Vallarta, este viernes.
Un albergue de Puerto Vallarta, este viernes.R. BLACKWELL (AP)

La ciudad turística de Puerto Vallarta, en la costa del Estado de Jalisco, Pacífico mexicano, descuenta los minutos para que el huracán Patricia toque tierra. El protocolo de seguridad se activó el jueves y se confía en que las medidas adoptadas sean suficientes para contener el golpe del temporal. "Estamos tranquilos. La lluvia no es fuerte hasta ahora, es una llovizna, y no hay viento. Aunque sabemos que esto puede ser la calma antes de la tempestad", comenta desde su casa el periodista Luis Alberto Alcaraz.

Los momentos más tensos en la ciudad, dice, no se viven ahora, a punto de la llegada del huracán, sino que se vivieron el jueves y sobre todo este viernes por la mañana cuando se supo de la fortaleza descomunal con la que se podría desatar el huracán. "Por supuesto hay gente muy asustada pero los momentos de mayor miedo fueron cuando muchos agarraron carretera para irse a otras ciudades como Tepic o Guadalajara, una salida masiva de gente hubo, o con el abarrotamiento de los supermercados. Pero ahora estamos resguardados, bien guarecidos".

Un autobús esta tarde en Guadalajara.
Un autobús esta tarde en Guadalajara.SAÚL RUIZ

En Puerto Vallarta (200.000 habitantes) se han habilitado 18 albergues en los que por ahora se han concentrado 4.500 personas de barrios costeros vulnerables o de hoteles. La franja turística ha sido completamente evacuada, afirma por teléfono Rodolfo Pacheco, presidente de la Asociación de Hoteles: "No tenemos miedo. Estamos preparados para cualquier contingencia". Unos 28.000 huéspedes han sido sacados de sus hoteles, 7.000 extranjeros y 21.000 mexicanos. Buena parte de ellos han salido de Vallarta de regreso a sus lugares de origen por carretera o por avión hasta que fue posible, dado que el aeropuerto cerró a mediodía del viernes.

Desde uno de los albergues, Mónica Irigoyen, una turista de México DF, aseguraba que en su refugio, un edificio de oficinas, la tranquilidad era total: "Estamos muy bien resguardados, muy bien cuidados. Tenemos comida, agua, electricidad, cobijas, comida. Estamos tranquilos esperando a que llegue el ojo del huracán".

Eduardo García, editor del diario local Vallarta Opina, transmite desde su domicilio el mismo mensaje de serenidad, en contraste con el pico de ansiedad de las 24 horas previas: "Desde anoche hubo compras de pánico: linternas, agua, cinta adhesiva, comida en latas, jugos. Hasta crisis nerviosas ha habido", explica.

Tierra adentro, en Guadalajara, capital de Jalisco, la lluvia arrecia y entrampa las comunicaciones viales. Esta tarde a las afueras de la ciudad (una zona metropolitana de más de cuatro millones de personas) se observaban escenas de nervios e impaciencia, informa Elena Reina. Unas 300 personas esperaban en una carretera de salida de la capital para irse a sus hogares en los alrededores, pero mientras el agua caía con ímpetu eran incapaces de moverse de ahí. Los buses que pasaban, o iban repletos o directamente no se detenían. "Llevo cinco horas aquí. Estoy tratando de llegar a casa antes de que venga el huracán", se lamentaba Socorro, de 50 años.

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