Joaquín Reyes: “Creo que Manu Chao me estuvo buscando en un festival para darme una ‘palicilla”
El cómico, embajador por excelencia de lo manchego, es modelo de una colección que transforma el refajo típico en traje. También prepara una nueva película con Ernesto Sevilla
En un episodio de la serie de Movistar Plus+ Capítulo 0 (2018), Joaquín Reyes (Albacete, 49 años) se interpretaba a sí mismo en su propio biopic de ascenso y caída. Además de viajar al futuro e imaginarse anciano, millonario, huraño y protagonizando reportajes de la revista ¡Hola!, bromeaba sobre uno de sus rasgos distintivos como cómic...
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En un episodio de la serie de Movistar Plus+ Capítulo 0 (2018), Joaquín Reyes (Albacete, 49 años) se interpretaba a sí mismo en su propio biopic de ascenso y caída. Además de viajar al futuro e imaginarse anciano, millonario, huraño y protagonizando reportajes de la revista ¡Hola!, bromeaba sobre uno de sus rasgos distintivos como cómico en una escena en la que su madre (encarnada en Verónica Forqué) le vaticinaba un porvenir negro como imitador por poner la misma voz a todo el mundo. Mientras su portada en ¡Hola! sigue pendiente de fraguarse, ICON ha entrevistado a Reyes en calidad de embajador de La Moñetes, la nueva colección de la marca Carmen17, que traslada el refajo de toda la vida a una pieza de sastrería urbana. Elaborada en el pueblo albaceteño de Casas de Lázaro con el último telar de bajo lizo que sigue produciendo labrado manchego tradicional, La Moñetes responde al apodo de la bisabuela del tejedor, Sergio Rosa, que viajaba en carro por la zona vendiendo tejidos y tiñendo lanas.
“Joaquín imita a cualquier personaje internacional siempre con su acento y lenguaje. Tanto él como nosotras encontramos diversión en las raíces”, destaca Sofía Nieto, cofundadora del sello junto a Arancha Rodrigálvarez. “Ha llevado la mancheguidad a algo muy moderno”. Antes de servir de aliado perfecto para Carmen17, marca especializada en la etnografía de la costura y la actualización de la tradición, Joaquín Reyes también ha sido uno de los renovadores de la comedia en España. Con las expresiones y el sentido del humor autóctono por bandera, los programas La hora chanante (2002) y Muchachada Nui (2007) marcaron una época y su jerga se incrustó en el habla popular. También en la forma de pensar: cuando alguien deviene en versión excesiva y grotesca de uno mismo, ahora ya no decimos que se le ha comido el personaje, sino que es “Joaquín Reyes parodiándolo”.
¿Cómo entabló relación con Carmen17 y qué le interesó de su propuesta? Conocí a Sofía y Arancha el año pasado en un evento conmemorativo del Ulises de Joyce, el Bloomsday, que se celebró en la cuesta de Moyano de Madrid. Nos vistieron a los participantes con camisas con motivos como cerámica de Talavera. Me interesó mucho esa fusión del folclore y moda, también en lo referente al trabajo con artesanos y cómo elaboran las prendas. De La Moñetes, me gustó cómo funcionaba en un traje el refajo manchego. Era algo difícil de conjugar, los refajos tienen ese colorido tan particular y bonito, pero son prendas muy recias, para protegerse del frío y trabajar.
Decían ellas que usted es el referente de lo manchego traído a lo moderno. ¿Se ve en el papel de embajador de su tierra? Bueno, yo no me puedo autoproclamar algo así. Pero es verdad que nosotros en La hora chanante apostamos por nuestras señas de identidad, expresiones y palabras. Lo hicimos sin mucho cálculo, simplemente nos parecía divertido utilizar esa idiosincrasia. Éramos muchos manchegos haciendo humor en el mismo grupo: Ernesto Sevilla, Raúl Cimas, Pablo Chiapella, Julián López… Por supuesto, teníamos referentes como José Luis Cuerda. Amanece, que no es poco (1989) ya mezclaba el costumbrismo con el absurdo. Sospechábamos que a los manchegos les gustaría, lo que no esperábamos era que también gustara en Asturias o Cataluña. La Mancha se ve casi siempre como un sitio de paso, no somos gente especialmente emprendedora, fuera no nos conocen muy bien. Supongo que les cogió de sorpresa nuestra socarronería y visión del humor, que también está en las películas de Almodóvar y, si me apuras, en el Quijote.
¿Cómo siente el haber penetrado tanto en el lenguaje popular, que a gente no manchega le salga decir “viejuno” o “a cascoporro”? Es muy halagador. El humor tiene esa capacidad para calar en la sociedad, los humoristas siempre han colocado expresiones. A mí me da mucho gusto que nuestros sketches se recuerden, porque la televisión es un medio efímero. Hay una generación que ha crecido contigo y te sigue recordando. Es difícil que el humor salte a otra generación. Como cómico tienes que asumir que, más o menos, el público con el que vas a transitar va a ser el mismo.
Ustedes abrieron un camino para la comedia alternativa en España. ¿En qué quedó? ¿Sigue habiendo espacio para un humor con cierto atrevimiento formal? Si miras el panorama, echas en falta comedia más arriesgada. En cine, está claro que lo que funciona ahora son las películas familiares. Son fluctuaciones. En el momento de La hora chanante, se daba la circunstancia de que estaban llegando las cadenas temáticas a España y tuvimos la oportunidad a través de Paramount Comedy. Eso luego se fue modificando y redimensionando. En los últimos tiempos, llegaron las plataformas y hubo un momento de efervescencia en el que se apostó por cosas diferentes. Ahora no es así y están volviendo a hacer cosas más mainstream. Nuestro mercado es pequeño, hacen ciertas apuestas, reculan… Pero no estamos mal. La comedia sigue siendo un contenido que se valora y busca. Yo creo que lo más interesante ahora se da en Instagram, TikTok y algunos escenarios. Hay monologuistas que están haciendo una comedia nueva, con otros referentes, asumiendo riesgos. Es mejor que la nuestra, ha evolucionado. Empezamos con el stand-up a finales del 2000 y el de ahora es muchísimo mejor. Hay cómicos mucho más brillantes, ¡también algunos muy malos! Los de ahora están más presentes en el proceso, escriben su material, se graban, lo editan… Eso hace que las voces sean más originales.
¿Se reconocen en muchos humoristas noveles? Sería presuntuoso decir a qué cómicos creo que hemos influido, pero en algunas piezas que veo sí encuentro rasgos nuestros, por ejemplo, en cómo hacíamos comedia con el montaje. Esa forma de jugar con el montaje que veo en la gentecilla en redes sociales me recuerda a nosotros. No inventamos nada, pero cuando hacíamos La hora chanante los sketches de la tele nos parecía que tenían una realización muy elemental. Quisimos hacer un montaje más cinematográfico en la medida de nuestras posibilidades, con los recursos del cine. Eso lo veo en los jóvenes actuales, que tienen una cultura audiovisual tremenda. La comedia es ritmo, y el ritmo se puede y debe dar con el montaje.
Hace años, en la presentación del libro Una risa nueva (2010), coordinado por Jordi Costa, usted dijo no sentirse a gusto bajo la etiqueta de posthumor. ¿Sigue viéndolo igual? Jordi hablaba muy bien de nuestro trabajo y eso también era halagador, teorizaba sobre lo que hacíamos y llegaba a conclusiones muy interesantes. A mí me parece que nosotros, y lo digo con humildad, no éramos tan sofisticados. Hacíamos un humor raro, buscábamos descolocar a la gente y aprovechábamos que nos dejasen hacerlo. Pero más allá de que quisiéramos, como decía Monty Python, desconcertar al gato, nuestra intención siempre fue hacer reír. La gente que hace posthumor, según argumentaba Jordi Costa, prescinde de la risa en favor de la incomodidad. Nosotros a veces nos pasábamos, pero el objetivo era hacer reír. Me considero un cómico en el más estricto sentido de la palabra, aunque tuviéramos nuestras influencias artísticas.
¿Su formación en Bellas Artes condicionó su concepción del humor? Claro, nos educamos en una facultad donde había muchos artistas conceptuales y mucha performance. Estudiábamos a Chris Burden, Joseph Beuys, Marcel Duchamp… Todo eso fue configurando nuestra personalidad como artistas y como cómicos. Está ahí, subyace en lo que hacíamos. No me quiero poner pedante, pero es verdad. El arte sigue siendo lo que más me interesa, no he perdido nada de interés. Sigo leyendo sobre el arte del siglo XX, me gustan mucho las vanguardias de principios de siglo y cómo se ha evolucionado desde ahí, que es algo que todavía se está intentando asimilar. A mucha gente le sigue resultando una cosa inaccesible y muy inquietante, el arte conceptual provoca rechazo. ¡Fíjate qué movidas más tochas hemos puesto sobre la mesa!
¿Hubo muchos que no entraran en la broma al principio? Que, por ejemplo, se tomaran mal el tono de Smonka! (2005), el concurso donde se reían de los participantes. Cuando te arriesgas, siempre asumes que hay gente que no va a entrar. A Ernesto se le ocurrió hacer ese formato pensando en Plastic (1989), un concurso de Tinet Rubira de los ochenta, donde se reían de la gente que participaba. Ernesto dijo: “¿Por qué no hacemos un concurso así, guasón, que se meta con la gente?”. Pensábamos que no iba a querer venir nadie. Al poco, había una lista de espera más larga en Smonka! que en El Bulli. La gente iba a que les humillaran. Se reían y había complicidad, algo esencial para el humor. Si no hay complicidad, el humor se convierte en burla y ahí es donde empiezan los problemillas.
Sigue haciendo imitaciones en El intermedio (La Sexta). Con la amnistía, ¿volverá a caracterizarse de Puigdemont más tranquilamente? Eso es, me podré volver a caracterizar sin miedo a la delación. ¡24 años ya haciendo imitaciones! Es para estudiarlo. La sección de El intermedio surgió por la necesidad de parodiar periodistas de ultraderecha, porque ya no les dejaban emitir imágenes de sus canales. El entonces director me propuso parodiar a Hermann Tertsch y personajes así. Después, pasamos a otros más famosos, como he hecho siempre. No deja de ser lo mismo que Celebrities (de Muchachada Nui) y Testimonios (de La hora chanante).
Se cumple un año de la muerte de Sánchez Dragó, que dijo que su Celebrities era lo peor que había visto. ¿Cuánta complicidad ha encontrado en el ámbito de las parodias? Dragó dijo textualmente que era peor que la mierda. Claro, en el momento en el que te dicen que tu parodia es peor que la mierda no sabes qué pensar. En la alquimia, la mierda se transforma en oro. Ser peor que la mierda es algo bueno, igual quería decir que nuestra parodia era oro. Yo he tenido un miedo razonable de que algunos parodiados me cogieran de la pechera, pero casi todos se lo han tomado muy bien. Julio Medem me dijo que le gustó mucho la suya y no tengo motivos para no creerle. En cambio, Manu Chao creo que me estuvo buscando en un festival para darme una palicilla antiglobalización.
¿Cree que ha contribuido a cambiar la imagen de algunos parodiados? Como Reverte, que en 2009 no estaba tan caricaturizado. No creo que nuestras parodias tengan tanta influencia. Es verdad que mucha gente se convierte en su parodia. Es un temor que yo mismo tengo, convertirme en mi propio personaje. A Reverte le pasa, ya es su personaje, directamente. Hay otras personas que parodias con las que siempre te vas a quedar corto, porque es gente muy excesiva. Hace poco hicimos una parodia de Milei en El intermedio y muchas cosas que parecían barbaridades las había dicho de verdad.
Hace unos meses anunció que iba a estar un tiempo sin pisar los escenarios. ¿En qué punto se encuentra actualmente? Era el momento de descansar. Había estado con Festejen la broma, un espectáculo que escribí antes de la pandemia, y era mejor dejarlo en un buen momento que seguir hasta que aburriera. Pero siempre tengo cosillas. Hemos escrito una nueva película Miguel Esteban, Ernesto Sevilla y yo. Será una película familiar, ¡a ver si así nos sale bien! También justo estoy escribiendo una novela sobre el mundo del arte, una sátira. Y volveré a los escenarios, porque el mundo del monólogo me gusta mucho, es con el que me inicié. Volveré hasta que la gente me diga: “¡Bájate ya, hombre!”. Que esa es otra. Los cómicos envejecemos entre regular y mal, así que hay que saber irse.
Denominación de origen
Fundado hace 10 años, el taller de Carmen17 (situado, como su nombre indica, en la calle del Carmen, 17, en Madrid) compagina su línea de trabajo basada en la artesanía y la tradición regional con la labor de diseño y elaboración de vestuario para artes escénicas y audiovisuales. Películas como La estrella (2013) o Karen (2020) han contado con su sello. “En 2020 surgió el proyecto de la marca”, cuenta Sofía Nieto (37 años, Madrid). “Estaba todo parado por la pandemia, pero teníamos el taller y podíamos desarrollar trabajo de costura y diseño. Iba a ser algo pasajero, pero empezaron a llegar pedidos de toda España. Por eso ahora hacemos las dos cosas. Como siempre tuvimos este ánimo muy local, estamos haciendo colaboraciones muy de raíz, como La Moñetes. Camisas con estampados de cerámica, abrigos de lana de Béjar con gorreras de Ávila... Todo historias tristemente en extinción o consideradas un poco rancias”.
Con la colección La Moñetes, elaborada en el taller Eustaquio Rosa del pueblo Casas de Lázaro, Carmen17 fue finalista en los últimos Premios Nacionales de Artesanía. “El escudo de Casas de Lázaro tiene una lanzadera, que es una pieza del telar, muestra de lo representativo que era de su economía y modo de vida”, apunta Nieto. “Ha sido genial que la marca nos haya proporcionado este nicho y albergue este tipo de ejercicios”, añade, por su parte, Arancha Rodrigálvarez (50 años, Madrid). De respectiva ascendencia extremeña y soriana, Nieto y Rodrigálvarez, además de trabajar de manera sostenible con proveedores locales y apostando por la trazabilidad, reivindican la dimensión cultural de la costura. “Nos hemos encontrado algunas situaciones un tanto machistas”, relata la primera. “Algunos te ven con un acerico en la mano y te leen como si fueras del servicio. Pensábamos que si nosotras fuéramos diseñadores hombres y encima cosiéramos y patronáramos, se nos consideraría la hostia. La costura ha sido una herramienta de feminización, relegada a espacios domésticos sin reconocimiento económico ni profesional. Queremos visibilizar que la costura es un lenguaje artístico y que un estudio de diseño puede plantearse desde la costura”.
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