George Platt Lynes, el pionero que amó, desnudó y fotografió a otros hombres cuando estaba prohibido
Influyó en la obra de Robert Mapplethorpe, Peter Hujar, Francesco Scavullo y Herb Ritts, entre otros. Ahora, coincidiendo con el Orgullo, la Fundación Loewe le dedica su primera exposición individual en Madrid
La historia del arte está llena de ejemplos de desnudos frontales masculinos: desde las esculturas de jóvenes apolíneos de la Antigua Grecia (los famosos “kouri”) hasta las ilustraciones homoeróticas de Tom of Finland de la década de 1950. Sin embargo, los fotógrafos no lo han tenido tan fácil como los escultores o pintores. Inmortalizar el cuerpo masculino en todo su esplendor y exhibirlo públicamente fue un tabú durante décadas y muchos artistas tuvieron que luchar contra la censura, las acu...
La historia del arte está llena de ejemplos de desnudos frontales masculinos: desde las esculturas de jóvenes apolíneos de la Antigua Grecia (los famosos “kouri”) hasta las ilustraciones homoeróticas de Tom of Finland de la década de 1950. Sin embargo, los fotógrafos no lo han tenido tan fácil como los escultores o pintores. Inmortalizar el cuerpo masculino en todo su esplendor y exhibirlo públicamente fue un tabú durante décadas y muchos artistas tuvieron que luchar contra la censura, las acusaciones de pornografía y la homofobia. Hace cien años, cuando todavía era ilegal retratar a hombres sin ropa, el fotógrafo estadounidense George Platt Lynes se adentró en “zona prohibida”, desafiando las leyes y convenciones de su época.
En realidad, Platt Lynes (Nueva Jersey, 1907 – Nueva York, 1955) quería ser escritor. A mediados de la década de 1920, su padre, rector de una iglesia de Nueva Jersey, lo envió a París para que hiciera méritos para ser admitido en la Universidad de Yale. Al llegar a la capital francesa, cayó en manos de la escritora Gertrude Stein y su círculo de artistas e intelectuales bohemios. Ese fue su primer acercamiento al mundo del arte. Tras una temporada en la ciudad, volvió a Estados Unidos y entró en Yale, aunque no tardó en darse cuenta de que la Ivy League no era para él.
Con solo 20 años, se instaló en Nueva York, donde conoció al poeta Glenway Wescott y al editor Monroe Wheeler, con quienes inició una relación poliamorosa. “Glenway y Monroe eran pareja y se quedaron enamorados de George. Fue un flechazo y fue recíproco”, explica María Millán, comisaria de la primera retrospectiva dedicada a Platt Lynes en España. La muestra, que acoge la Leica Gallery de Madrid y que es auspiciada por Fundación Loewe, se realiza en el marco de Photoespaña y coincide con el Orgullo.
Wescott y Wheeler invitaron a Platt Lynes a vivir con ellos en París. Allí, el aspirante a escritor absorbió como una esponja las tendencias artísticas de la época: desde los últimos coletazos del dadaísmo hasta el bum del surrealismo, pasando por el expresionismo. Sus mentores le regalaron una cámara Kodak con la que empezó a hacer fotos a sus amigos famosos: Marc Chagall, Salvador Dalí, Jean Cocteau, Christopher Isherwood. “En ese entorno las relaciones eran abiertas y respetadas. Todos convivían y se ayudaban”, apunta Millán. Cuando regresó a Manhattan, lo hizo con un interesante portfolio, una serie de retratos de la intelligentsia parisina. Su iluminación expresionista y teatral y sus referencias oníricas y surrealistas llamaron la atención de los editores y directores de arte de revistas como Harper’s Bazaar, Town and Country o Vogue.
“Con solo 25 años, le empezaron a llover las ofertas. Subió como la espuma y se convirtió en el fotógrafo de moda del momento”, dice Millán. Platt era un autodidacta. Inventó una lámpara con una luz redonda que colocaba sobre su cámara e iluminaba perfectamente los rostros. En una época en la que todavía no existía el Photoshop, su técnica garantizaba retratos libres de arrugas e imperfecciones. Fue uno de los creadores de la Hollywood light, que cambió radicalmente la forma de trabajar en la fotografía. En esa época retrató a Janet Gaynor, la primera actriz en ganar un premio Oscar, o a la cantante de ópera Lotte Lehmann, descubridora de los niños cantores de la familia Von Trapp.
En 1933, ya en la cumbre de la moda, se reencontró con Lincoln Kirstein, un antiguo compañero del colegio y un empresario muy influyente en la escena cultural neoyorquina. Kirstein y el coreógrafo George Balanchine le encargaron retratar a los principales bailarines de la recién creada Escuela de Ballet Americano, conocida hoy como The New York City Ballet en el Lincoln Center. “Él siempre se movió por la belleza. Era muy guapo, y se sabía guapo, y se rodeaba de gente atractiva. Entonces se encontró con un material maravilloso y se expuso a la belleza de la danza y de esos cuerpos esculturales”, dice Millán, que ha montado esta muestra con dos colecciones privadas de París y otra de Nueva York nutrida con los álbumes privados de los herederos de aquellos modelos que posaron para Platt Lynes.
El fotógrafo realizó todas las imágenes del cuerpo de baile del actual Lincoln Center durante 18 años, hasta 1953. Paralelamente, lejos del escrutinio público, inició su proyecto más personal: sus retratos de desnudos masculinos y su estudio de la belleza, la forma y la sexualidad del cuerpo del hombre. Eran imágenes seductoras, íntimas y cargadas de erotismo, retratos llenos de claroscuros sugerentes, pero directos y honestos.
“Lo que George hacía era considerado pornografía. Era ilegal. Hay que recordar que hasta el año 72 la homosexualidad fue considerada una enfermedad mental en Estados Unidos. Él, como era freelance, vivía su sexualidad libremente. Pero muchos de sus amigos tenían una doble vida y solo revelaban su verdadero ser ante la cámara, en la intimidad del estudio”, dice Millán. Entre sus modelos estaban los fotógrafos Paul Cadmus y Jared French, el actor Jack Fontan, el director de arte Romain Johnston, el bailarín Ralph McWilliams o el modelo Christian William Miller, considerado como “uno de los hombres más atractivos” en la escena gay neoyorquina de los cuarenta.
En esos años, Platt Lynes viajó a Los Ángeles, donde retrató a las grandes estrellas del cine de la época, como Kirk Douglas o Louis Jourdan. Yul Brynner se desnudó para él en 1942, antes de convertirse en el protagonista de taquillazos como Los diez mandamientos o El Rey y yo. A mediados de esa década, fotógrafos como Richard Avedon o Irving Penn empezaron a despuntar en la industria de la moda. Entonces, Platt empezó a perder fama y regresó a Nueva York para dedicarse exclusivamente a su proyecto de los desnudos masculinos.
No fue el único fotógrafo que a mediados del siglo XX se dedicó a explorar el cuerpo del hombre. También estaban George Hoyningen-Huene, Herbert List o Robert Vaughan, pero él fue uno de los primeros en utilizar el desnudo frontal para transmitir el deleite de su sexualidad y los vínculos privados y firmes de una comunidad que estaba obligada a vivir a escondidas. “El fotógrafo y sus modelos corrían un gran peligro haciendo este tipo de imágenes. Por eso tenía una regla: si mostraba la cara del personaje, no enseñaba los genitales. Y si mostraba los genitales, ocultaba el rostro”, explica la comisaria. Rompió esa regla en 1941, retratando a los gimnastas J. Smuttney y Buddy Stanley sin ningún tipo de velo.
Al final de su vida, intentó que sus desnudos fueran expuestos públicamente. Inspirándose en la mitología griega, creó una serie de portfolios sugerentes en los que las sombras parecen acariciar los cuerpos atléticos de los modelos que encarnan a Orfeo, Eros y Cíclope. El proyecto nunca salió a la luz. Ni las revistas ni las galerías se atrevieron a exhibirlo. En 1949, Platt Lynes conoció al famoso sexólogo Alfred C. Kinsey, que entonces lideraba un controvertido estudio académico sobre sexualidad. Kinsey quedó impresionado con su trabajo y vio en esas fotos una ventana a la vida de los hombres homosexuales. A pesar de que la compraventa de desnudos masculinos era ilegal, el doctor adquirió muchas de las imágenes de Platt Lynes para sus ensayos y estudios sobre el sexo, el género y la reproducción.
George Platt Lynes colaboró con Kinsey durante años con la esperanza de que la sociedad cambiara y sus fotografías finalmente pudieran ser vistas por el gran público. Las leyes conservadoras que estuvieron vigentes durante toda su vida truncaron su sueño. Nunca pudo mostrar su obra más personal fuera de su círculo íntimo. Sin embargo, su trabajo influyó en fotógrafos posteriores como Robert Mapplethorpe, Peter Hujar, Hervé Guibert, Francesco Scavullo o Herb Ritts. Sus imágenes no solo inmortalizan cuerpos perfectos al desnudo, sino también una idea: que a veces la ropa solo oculta prejuicios.
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