Todo lo que odio
Para celebrar los cinco años de ICON Design, Jordi Labanda se abre en canal y reconoce en esta columna la aversión que le provocan ciertas tendencias arquitectónicas y decorativas
ICON DESIGN cumple cinco años y esta columna también. Me ha parecido una buena ocasión para releer lo escrito y comprobar que mis fobias en materia de arquitectura, decoración y diseño siguen donde las dejé. He elaborado una listita con algunas de las cosas que han ido apareciendo en mis artículos y que son algo así como un compendio de mis terrores favoritos.
Me reafirmo en estar muy en contra de los decoradores negacionistas de ...
ICON DESIGN cumple cinco años y esta columna también. Me ha parecido una buena ocasión para releer lo escrito y comprobar que mis fobias en materia de arquitectura, decoración y diseño siguen donde las dejé. He elaborado una listita con algunas de las cosas que han ido apareciendo en mis artículos y que son algo así como un compendio de mis terrores favoritos.
Me reafirmo en estar muy en contra de los decoradores negacionistas de la Bauhaus que colocan pies de escayola sobre pilas de libros y cuelgan borlas de seda de los pomos de los cajones. Súper en contra de coordinar las cortinas con la tapicería, y también de coordinar los ceniceros con todo lo anterior (bueno, esto me cae un poco bien). Los muebles de anticuario no son santo de mi devoción, ni lo rancio en general. Aunque es mucho peor un chester nuevo envejecido artificialmente (y uno no envejecido, también. Basta ya de chesters).
Sigo. El decoupage me parece una horterada, lo mismo que pensar que la decoración es añadir capas de objetos. Las láminas de botánica enmarcadas en plan antiguo me dan alergia. Sufro con las vistas cenitales de cosas encima de mesas decapadas en la red social de compartir fotografías. Lo camp no me hace gracia, y lo retro tampoco. Las casas que mezclan piezas antiguas con cositas yeyé, uf. Desconfío de quien tiene demasiadas porcelanas en el salón. El tablescaping, un horror.
¿Qué más? Odio con todas mis fuerzas que la industria del mueble copie los calendarios del fast fashion. Y odio, asimismo, que el Salone de Milán se celebre cada año porque favorece el consumo disparatado de algo que no hace falta consumir cada año. ¿Dónde quedaron las ideas altruistas y slow que surgieron en la pandemia? Me da vergüenza ajena que las revistas de decoración utilicen el vocabulario de la moda en sus titulares (“Blue Jean, tu casa seducida por el estilo denim” LOL). Veo una silla Thonet amarillo fluorescente y pienso “¿por qué?”, y me pregunto lo mismo al ver cualquier artefacto decorativo teñido de fluorescente. Las ediciones limitadas me parecen un timo y las colecciones cápsula, otro.
Por cierto ¿hay algo peor que el exceso de buen gusto? A mí me parece una putada. Que prohiban ya esos platos enormes que los anfitriones ponen debajo de los platos de comer y que no sirven para nada. Si lo piensas, es una cosa bien pocha como concepto. Aunque lo que me da pena de verdad son los ambientadores mikado. Y un camino de mesa. Y las velas de parafina. Y los suelos de parquet falso. Y el césped artificial. ¿Quieres hacerme una faena? Regálame una réplica pocket de una escultura de Jeff Koons. En general, desde aquí te lo digo, no me regales nada que pueda comprarse en la tienda de un museo, sobre todo si es una réplica de lo que sea. Más cositas: me saca de quicio el envilecimiento de la estética Memphis en los últimos quince años. Y también, ya de paso, que te rasgues las vestiduras porque acabas de darte cuenta de que el arte occidental ha evolucionado a golpe de apropiacionismo. Asúmelo.
¿El arte urbano? Es un cuadro. Cuando voy a casas de gente y veo tablas de skate compradas en galerías de arte colgadas en la pared, no sé dónde meterme. Pasear por la calle sorteando vacas y meninas gigantes de resina, qué quieres que te diga, no. Pintarrajear a lo modernete-divertido bienes culturales protegidos con dinero público, muy mal. El punk naíf, un perezón total. Banksy, sin comentarios. Ir de galería en galería en plan borrego debería multarse. Aunque, para delito grave, el arte súper vanguardista que no es más que arte decorativo. Y, si me preguntas, los cerezos de Damien Hirst me parecen una broma. Chimpún.