Del Versalles chino a las interminables ‘ciudades fantasma’: los excesos inmobiliarios del gigante asiático
Los problemas de la constructora Evergrande han mostrado las costuras de los gigantescos (y frecuentemente excéntricos) proyectos que siguen proliferando a lo largo y ancho de China
Proliferan por doquier y no paran de crecer. Son descendientes del proceso de urbanización que se aceleró en la República Popular a principios del siglo XXI. No se trata de ruinas de una época pretérita, sino de la zona cero de una catástrofe inmobiliaria que en realidad acaba de producirse. Gigantescos ensanches y urbanizaciones periféricas construidas en el último lustro y que nunca encontraron inquilinos. Son las ciudades fantasma chinas. A Lina Batarags, de Business Insider, l...
Proliferan por doquier y no paran de crecer. Son descendientes del proceso de urbanización que se aceleró en la República Popular a principios del siglo XXI. No se trata de ruinas de una época pretérita, sino de la zona cero de una catástrofe inmobiliaria que en realidad acaba de producirse. Gigantescos ensanches y urbanizaciones periféricas construidas en el último lustro y que nunca encontraron inquilinos. Son las ciudades fantasma chinas. A Lina Batarags, de Business Insider, le resultan fascinantes. Le parecen el “síntoma” de una enfermedad devastadora, pero de difícil diagnóstico y muy incierta cura. Según explicaba la periodista en un artículo del pasado mes de octubre, “basta con alejarse del centro de Shanghái o de Pekín para encontrarse en un archipiélago de edificios altos, modernos y en excelentes condiciones, pero completamente vacíos”.
La más célebre, por su alto grado de excentricidad y desmesura, es Ordos New Town, también conocida como Kangbashi, en la Mongolia Interior, al norte del país. Iba a albergar a más de un millón de residentes, pero en marzo de 2020 se habían instalado en ella menos de 100.000. En su construcción, junto a unas minas de carbón que han resultado ser menos prósperas de lo previsto, trabajaron más de un centenar de arquitectos de 27 nacionalidades distintas. Construida en 2001, inaugurada en 2003 y relanzada en 2016 en un ambicioso plan del gobierno autónomo de Mongolia Interior —que proponía dotarla de escuelas, centros médicos y zonas de ocio al aire libre para incentivar su ocupación y convertirla, por fin, en “la capital regional del futuro”—, se contempla como un fracaso sin apenas paliativos.
En 2015, el fotógrafo Kai Caemmerer se embarcó en la elaboración de un completo “censo visual” de las ciudades fantasma chinas. El proyecto no ha podido completarse. Sencillamente, según Caemmerer, “son demasiadas, y se siguen construyendo, contra toda lógica”. Las autoridades de la República Popular se propusieron, en 2020, forzar la demolición de algunas de estas constelaciones de cemento para dar ejemplo y trasladar el mensaje de que la era de la construcción especulativa y desquiciada ya había pasado. El presidente Xi Jinping llegó a declarar que urgía racionalizar las promociones inmobiliarias renunciando, en primer lugar, a “proyectos grotescos, sobredimensionados y de estética extranjerizante”.
En 2015, el fotógrafo Kai Caemmerer comenzó un “censo visual” de las ciudades fantasma chinas. Pero son demasiadas
La penosa crisis, comenzada aquel 2020, de Evergrande, compañía responsable de más de 1.300 promociones inmobiliarias en 263 ciudades y en las que residen alrededor de 12 millones de personas, pero con una deuda que supera los 300.000 millones de dólares, ha supuesto un punto de inflexión. Antes de su aparatoso desplome, Evergrande estaba impulsando promociones como el llamado Palacio de Versalles chino, una comunidad residencial de 265 villas de lujo en la periferia de Hong Kong. Con una extensión de 20.000 metros cuadrados y un precio cercano a los 500 millones de euros, este conjunto de mansiones rococó con jardines, canales, pérgolas y puertos recreativos iba a ser la joya de la corona del grupo inmobiliario en la región. Una extravagancia más a cargo de un grupo que ya había inaugurado, en 2016, en la provincia oriental de Qidong, un resort marítimo inspirado en Venecia con hotel de siete estrellas y mansiones en islotes lacustres.
Pese a todo, en China se ha seguido construyendo aun después de que Evergrande se convirtiese en el Lehman Brothers asiático. Proyectos tan estrafalarios que suelen acabar en la lista de edificios más feos del año que elabora desde 2019 la web china de arquitectura Archcy “para fomentar la discusión sobre la belleza y la fealdad de la arquitectura y promover la responsabilidad social de los arquitectos”. En su listado está, por ejemplo, la arcada con la que se ha adornado el acceso principal a la Universidad de Zhejiang, descrito por uno de los usuarios de Archcy como “un espantoso plagio de las tradiciones más estereotipadas de Occidente”. No le va a la zaga el puente sobre el monte Jiuhua, en la ciudad de Mianyang, en plena meseta tibetana: estos puentes colgantes de cristal están bajo sospecha, después de que uno de los más largos y situados a mayor altura del mundo, el de Longjing, se quebrase debido a los fuertes vientos mientras lo cruzaba un grupo de turistas con el instinto de conservación en huelga de celo. El de Mianyang tal vez no sea uno de los más peligrosos, pero tiene un cuarteto de gigantescas figuras de hombres y mujeres chinos con trajes tradicionales formando un pórtico en cada extremo: un radical ejemplo de costumbrismo kitsch.
No son novedad las listas de edificios más feos del país asiático, milagros del clickbait —contenidos periodísticos planteados para obtener muchos clics— que desafían la capacidad de sorpresa del usuario donde cotizan alto la iglesia con forma de violín de Foshan, en la provincia de Guangdong. O el hotel con forma de matrioska de 72 metros de altura en Manzhouli, ciudad del noreste muy cerca de la frontera rusa, que parece sugerir a los visitantes del otro lado que se sentirán como en casa. Luego está la moda de las casas invertidas, viviendas de corte dadaísta cuyos tejados a dos aguas tocan el suelo y cuya primera manifestación fue la que se construyó en 2014 en la población de Fengjing, cerca de Shanghái. La ocurrencia causó furor entre los turistas y eso desató en otros promotores y arquitectos el impulso de clonarla. La más célebre ahora mismo, por su colorista e imaginativo mobiliario, es la de Chongqing, al suroeste, inaugurada en 2017 como una especie de museo lúdico que permite a sus visitantes experimentar cómo sería la vida cabeza abajo, ya que los muebles y accesorios están anclados al techo.
Pero no todo es parque temático. Está por llegar la Cloud Gallery de la ciudad de la Ciencia y la Tecnología de Songjiang, en Shanghái. Esta galería comercial de 1,5 kilómetros de longitud constará de 23 edificios cubiertos por una malla retráctil en forma de nube sobre la que van a desplegarse 100.000 lámparas LED. También encaja en la proporción casi faraónica el puente peatonal en forma de anillo de la ciudad meridional de Kumming, o el Museo de la Ciencia y la Tecnología de Xiangyang, un enorme edificio que recuerda al célebre nido de pájaro de Herzog & De Meuron con el que Pekín maravilló al mundo en sus Olimpiadas de 2008. Oscar Holland, de CNN, considera que la gigantesca escala de proyectos como este demuestra que “China ha construido con fruición y falta de complejos en los últimos años, como una especie de emirato de Dubái global, un Dubái socialista de casi diez millones de kilómetros cuadrados y más de 1.400 millones de habitantes”. Algunos de estos edificios son notables obras de ingeniería movidas por la ambición. Por estética y por dimensiones, se antojan una caricatura de los estragos inmobiliarios que Occidente lleva medio siglo cometiendo. Y, a la luz de lo ocurrido con Evergrande, resulta tentador interpretarlos como una metáfora de ese crepúsculo de los dioses inmobiliario que atraviesa China.