John Travolta, los 70 años del semijubilado viudo que sobrevuela Hollywood

Piloto profesional y más interesado en sus aviones y sus hijos que en su carrera como actor, el dos veces nominado al Oscar se ha enfrentado a tres tragedias que han marcado su vida

John Travolta, en el baile del Gobernador celebrado después de los Oscar de 2022, en Los Ángeles, California.Variety (Penske Media via Getty Images)

John Travolta pudo haber sido Richard Gere. Pero su carrera, como su vida, siempre ha tenido un cariz ligeramente errático, algo desenfocado, el de esa resacosa tristeza que llega después de una, o de varias, estampidas de alegría. En su trabajo, ha sido cuestión, más que de talento, de una toma de decisiones a traspiés, probablemente de consejos fallidos. En lo personal, la simple mala suerte que acompaña a una persona, ya sea desconocida o ultrafamosa, se ha cruzado varias veces en su camin...

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John Travolta pudo haber sido Richard Gere. Pero su carrera, como su vida, siempre ha tenido un cariz ligeramente errático, algo desenfocado, el de esa resacosa tristeza que llega después de una, o de varias, estampidas de alegría. En su trabajo, ha sido cuestión, más que de talento, de una toma de decisiones a traspiés, probablemente de consejos fallidos. En lo personal, la simple mala suerte que acompaña a una persona, ya sea desconocida o ultrafamosa, se ha cruzado varias veces en su camino. De hecho, demasiadas.

Travolta pudo haber sido Gere, pero también lo que él hubiera querido. Ahora que el actor cumple este domingo 70 años, quizá eche la vista atrás y se alegre o arrepienta de triunfos y errores. Seguramente repasará esos cuatro bailes que han marcado su carrera: los de Fiebre del sábado noche (1977), Grease (1978), Pulp Fiction (1994) y Hairspray (2007). Han definido su carrera, una de la que parece parcialmente retirado. Sus dos hijos, sus aviones y algún pase de baile de esos que lo convirtieron en quien es son sus mayores intereses. Hace solo unos días, se marcó algunos movimientos en pleno festival de San Remo. La vieja gloria bailó, ante la incredulidad de media Italia, Los pajaritos, y la actuación fue tan sorprendente, rozando lo ridículo, que él mismo no ha dado permiso a la televisión italiana para que la vuelvan a reproducir. Visto y no visto.

Son ese tipo de gestos los que han ido forjando la leyenda de la algo venida a menos estrella de Hollywood. En su carrera siempre se han entrecruzado las cuestiones personales, sentimentales y religiosas, que lo han convertido en carne de los tabloides con más frecuencia de la que él, probablemente, habría deseado. Los años setenta fueron su momento álgido, gracias a las dos películas por las que pasará a la posteridad, en las que tuvo mucho que ver. Gracias a su éxito en Fiebre del sábado noche y al contrato de tres películas que había firmado con el estudio Paramount, entró en Grease, y tuvo la potestad de elegir a su coprotagonista. Y se empeñó en que fuera Olivia Newton-John quien interpretara a la dulce Sandy, chica de instituto a sus entonces 28 años.

Recaudaron más de 350 millones de dólares. “No podría haber hecho la película si no hubiese conocido a John, porque no estaba segura de hacerla. Él me convenció”, declaró ella hace unos años en una gala. Eso hizo incluso cambiar la historia, porque la actriz no consiguió americanizar su acento australiano y el guion la convirtió en una chica nueva en el instituto, ya sin la fuerza de las diferencias de clase estadounidenses de los cincuenta que sí estaba en el libreto teatral original. A cambio, ella se lo agradeció toda la vida. Y él se convirtió en parte de la familia. “Cuando compartes un éxito tan meteórico como ese, imposible de superar, hay un lazo que siempre permanece”, reflexionaba Travolta durante las múltiples celebraciones por el 40º aniversario del largometraje musical. “He estado a su lado durante el nacimiento de su hija, su divorcio, cuando perdió a su hermana. Y ella lo mismo, durante mi matrimonio, mis hijos. Un montón de recuerdos compartidos”.

Olivia Newton-John y John Travolta, en una fiesta por el 40º aniversario de la película 'Grease', en Beverly Hills, California, en agosto de 2018.Alberto E. Rodriguez (Getty Images)

Travolta y Newton-John fueron amigos íntimos durante toda su vida, hasta la muerte de ella hace dos años. Compartieron no solo el rodaje de Grease, sino el bombazo global en el que se convirtió y siguió siendo durante décadas, viajaron juntos a cientos de actos relacionados con la película e, incluso, ambos se la pusieron al segundo marido de la actriz, que no la había visto nunca, en un vuelo en el avión de Travolta, con él pilotando. Perder a la intérprete, que pasó por dos cánceres de mama, fue el cuarto y último gran palo de la vida del actor.

El primero fue cuando era muy joven y se quedó prácticamente viudo por primera, y no última, vez. La segunda mitad de los setenta fueron claves para él, gracias a su inesperado éxito en El chico de la burbuja de plástico, en 1976, puesto que de ahí le llegó la oportunidad en Fiebre del sábado noche, un año después, que le valió la gloria eterna y una primera nominación al Oscar. Tenía apenas 22 años con ese primer telefilm de éxito cuando en pleno rodaje y en cuestión de unas semanas, se enamoró de la actriz, ya consagrada, que interpretaba a su madre, Diana Hyland, de 40. Estaban en su mejor y su peor momento. En 1975 descubrieron que ella tenía cáncer de mama y se sometió a una doble mastectomía que actuó a tiempo. Pretendían mudarse juntos, casarse. Pero en la Navidad de 1976 la enfermedad volvió. El 27 de marzo de 1977, con 41 años recién cumplidos, Hyland falleció. Él acababa de cumplir 23.

Diana Hyland y John Travolta, en una gala en noviembre de 1976.Rue des Archives (Credit ©Rue des Archives/AGIP / Cordon Press)

Entonces Travolta empezó a volar solo, a remontar. Llegaron Fiebre..., Grease, los éxitos. Le llegaron a ofrecer American Gigolo y Oficial y caballero, que finalmente se llevó Gere. A finales de los ochenta giró a la comedia con Mira quién habla, en la que la hoy también fallecida Kirstie Alley contó en más de una ocasión que se enamoró locamente de él, pero que no se lanzó porque no quería traicionar a su marido. Además, el actor tenía la vista puesta en otro objetivo. En 1989 conoció a la actriz Kelly Preston, una principiante, recién divorciada de su primer marido, en el rodaje de Los expertos, y dos años después se casaron. Ella ya estaba embarazada. Fueron buenos tiempos. Pulp Fiction (1994) le valió su segunda candidatura al Oscar, llegaron Phenomenon, Cara a cara, Primary Colors... También nacieron sus hijos, Jett, en 1992, y Ella, en 2000. Jett tuvo problemas de salud desde muy niño, y con solo dos años le diagnosticaron el llamado síndrome de Kawasaki, que provoca inflamación arterial; además, sufría convulsiones y estaba en el espectro autista, una enfermedad que la Cienciología, la religión que profesa la familia y de la que el actor es fiel desde 1975, no acepta ni contempla.

John Travolta y Kelly Preston, en el festival de Cannes de 2018.ANNE-CHRISTINE POUJOULAT (AFP via Getty Images)

En 2009, durante las vacaciones navideñas que la familia Travolta-Preston disfrutaba en las Bahamas, Jett sufrió uno de esos ataques en el cuarto de baño y se dio un golpe contra una bañera. Los paramédicos trataron de reanimarlo, lo llevaron a un hospital y allí murió. Tenía 16 años. “La Cienciología nos salvó de aquello. Nuestra familia y amigos también”, afirmaba Preston casi una década después en una entrevista con EL PAÍS en Cannes. “Y el tiempo”. “Cuando pasa algo así, o complica la pareja o tu relación te ayuda a salir adelante”, explicaba entonces la actriz. “Creo que los dos intentamos llevar el dolor lo mejor que pudimos. Fue un momento en el que era muy difícil mirarnos el uno al otro, porque si uno estaba mal… pero la fuerza de nuestra relación nos ayudó”. Pronto quisieron superar la pérdida de Jett con otro hijo, y casi tres años después, Preston dio a luz a Ben. Y volvieron a trabajar juntos, en Gotti, interpretando a un matrimonio de mafiosos.

La pareja y su fuerte unión fueron el pilar de Travolta durante casi 30 años. Hasta que en julio de 2020 Preston falleció. Tenía 57 años. La historia se repetía, y un cáncer de mama acababa con el amor de su vida, a la que sigue recordando en su cuenta de Instagram en las fechas señaladas. La actriz llevaba dos años enferma, aunque muy pocos lo sabían. Él pidió privacidad y perdón por alejarse, y se refugió en sus hijos y sus amigos, como Newton-John, que tras la muerte de Preston y después de sus dos fases con cáncer decidió crear una fundación para luchar contra la enfermedad. Moriría dos años más tarde, a los 73.

Este último lustro no ha sido fácil para Travolta. Como él mismo anunció, sus hijos han sido retiro y consuelo, es con su familia con quien se siente “en paz”, como contaba a este diario hace una década. También con sus aviones; hace dos años se sacó la licencia para volar Boeing 737, por lo que podría convertirse en piloto de vuelos comerciales. Aunque con 250 millones en el banco, casi 100 películas (y alguna que queda por llegar) y dos hijos ya casi criados, probablemente prefiera la tranquilidad.

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