Crema fría de calabacín y yogur
La necesidad agudiza el ingenio, se suele decir. En la cocina, cuando tienes que dar salida a una cantidad inusual de algún producto, no te queda más remedio que ponerte creativo, a no ser que quieras acabar del mismo hasta lo que los argentinos vienen llamando orto. Esto es más o menos lo que me pasó el otro día cuando una amiga me regaló un calabacín hipertrofiado de la huerta de sus suegros en Tarragona.
El calabazón, porque aquello no era un calabacín, tenía forma de cachiporra, debía de pesar casi dos kilos y habría dado pie a toda clase de bromas sexuales entre caballos. La perspectiva de pasarme dos semanas tomando calabacín salteado, tortilla de calabacín o similares no me seducía en exceso, así que decidí hacer un balde de crema fría con alguna receta distinta y a la vez suave, que ni me aburriera ni me cansara.
Una vez eliminada la parte central del bicho, en el que anidaban unas semillas XL muy capaces de amargar el invento, me dispuse a cocinarlo salteándolo con viveza para que resaltara el sabor. También le añadí cebolla, yogur y algunos hierbajos (usé zatar, pero tranquilos porque sé que no es fácil de encontrar y en la receta he puesto una mezcla sustitutiva). Tras su consiguiente reposo en la nevera durante más de un día, me sorprendió lo bien que había quedado: fresca, nada sosa y bastante ligera gracias al punto de acidez del yogur.
Dificultad: Si sabes lo que significa la palabra "calabacín", puedes hacerla.
Ingredientes
Para 4 personas
- 800 g de calabacín
- 1 yogur natural de buena calidad
- 750 ml de caldo de pollo o de verduras
- 1 cebolla tierna grande
- 1 cucharadita de orégano
- 1/2 cucharadita de tomillo seco
- 1 cucharadita de sésamo tostado machacado
- Aceite de oliva
- Sal