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La patronal hostelera: nuestra Asociación Nacional del Rifle

Entre otras estrategias, podría eliminar a los camareros la penosa tarea de limpiar los ceniceros para hacer más atractivo este gran oficio y, así, combatir la mano de obra que afecta al sector

Hay pocas tareas más lamentables en la vida de un camarero común que limpiar ceniceros. El de cenicero mojado, con el de patata podrida y el de calcetín de adolescente después del básquet, está, sin duda, en el top de olores más repugnantes que existen. Eliminar esta penosa carga sería una de las muchas estrategias magníficas que podría adoptar la patronal para hacer más atractivo este gran oficio y, así, combatir la acuciante falta de mano de obra que afecta al sector. Pero no caerá esa breva.

El Consejo de Ministros aprobó hace bien poco el anteproyecto de reforma de la ley del tabaco que, entre otras cosas, prohíbe fumar en terrazas de bares y restaurantes. Rauda y veloz, como es costumbre, la Confederación Empresarial de Hostelería de España, en representación de las más de 300.000 empresas del ramo, saltó a rasgarse las vestiduras y a calificar la medida de “despropósito”, “ataque al sector turístico” y “ataque contra la hostelería”. Todo esto, bien envuelto con papel recordatorio de que, antes de entrar en vigor, la norma tendrá que pasar por una tramitación parlamentaria en la que no tiene asegurado el apoyo de la mayoría absoluta. Desde Hostelería de España “se reitera la voluntad de diálogo con las autoridades y se insta al Gobierno a reconsiderar la medida”. Cada día que pasa se confirma que la patronal hostelera es nuestra Asociación Nacional del Rifle.

Siempre han estado ahí, cumpliendo con su deber de proteger sus intereses, presionando a la clase política, contra la evidencia científica, el sentido común y la salud pública.

No existe cantidad de alcohol segura al volante. Pero la patronal hostelera se ha opuesto, religiosamente, desde 1983, a todas y cada una de las iniciativas legislativas para limitar el consumo de alcohol entre los conductores. La DGT anunció hace poco la intención de rebajar la tasa de alcohol permitida al volante de los 0,50 actuales a 0,20 gramos por litro de sangre. Porque este 0,50 supone el triple de riesgo de muerte que un consumo cero. La patronal hostelera ya ha pedido hora para reunirse con el director de la DGT y hacerle reflexionar sobre lo disparatado de anteponer salvar vidas a vender copas.

En 2010, vaticinaron que la prohibición de fumar en interiores cerraría 70.000 locales. La realidad fue que el número de bares no sólo no cayó, sino que creció. De repente, algunos de los que hasta entonces no se sentían bienvenidos en ese ambiente atufado, ahora se atrevían a entrar y tomarse un cortado. Lo que sí se derrumbó, y en un 90%, fue la nicotina en el aire y en la saliva de los no fumadores, junto con la mortalidad por infarto de miocardio, las hospitalizaciones por enfermedad pulmonar crónica y asma, y el riesgo de prematuridad y bajo peso neonatal, directamente vinculados al humo del tabaco.

Entonces, Hostelería de España también blandió el miedo a que expulsar los fumadores de los bares los llevase a acumularse en las terrazas y molestar a los vecinos, hablando a voces y tirando papeles al suelo. Hoy no queda, sino reírse de esa argumentación cínica, porque en 2025 resulta que fumar en las terrazas es el bien superior a proteger. En palabras del presidente de la Confederación: “el consumo desordenado en las inmediaciones de las terrazas (...) es un perjuicio para el entorno y los vecinos”.

Que los fumadores salgan del recinto delimitado por la terraza —que unos amigos se tomen unas claras en un banco o que unas compañeras de rellano saquen un par de sillas a la fresca— y no paguen por comer o beber, es peligroso. Ese ruido, esa charla, ese estar en la vía pública desordenado, molesta. Pero dentro del campo de fuerza invisible que se crea en una terraza, no. Porque el cliente es lo primero y sólo es cliente quien paga la consumición.

El pilar fundamental y rey de la argumentación de la patronal es la libertad individual, el bien mayor, el de elegir fumar o no fumar. Esa ley del 2010 liberó a los camareros de la exposición involuntaria al humo de la clientela y nos liberó un poco a todos de lo que le cuesta el tabaco a la sanidad pública: 8.000 millones de euros anuales y 95.526 muertes.

Curiosamente, la patronal hostelera es puntillosa a la hora de elegir qué batallas librar y cuáles dejar pasar. No se la suele ver movilizándose contra el goteo constante de cierres de locales emblemáticos o casas de comidas históricas, que dotan de sentido, legado y arraigo al sector. Tampoco se alza contra los cárteles y los grupos de tizne y porte mafioso que se han hecho con el control de la restauración en grandes ejes comerciales y turísticos como Las Ramblas, en Barcelona. Nunca levanta la voz contra aquellos que, dentro del propio gremio, se saltan las normativas a la torera y hacen competencia desleal a todos aquellos empresarios de la hostelería que sí se esfuerzan por cumplir la ley. Aunque una juraría que todas estas causas están dentro de su ámbito de competencia.

Al pie de la página web oficial de la Confederación Empresarial de Hostelería de España figuran los logotipos de los tres más grandes patrocinadores de la entidad: Coca-Cola, Mahou y, redoble de tambores, Philip Morris.

En la mesa de los mayores, no se muerde la mano que te da de comer. Que corra la caja de puros.

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