El lío del garbanzo pedrosillano que vuelve locos a los consumidores
La legumbre toma el nombre del gentilicio de Pedrosillo el Ralo, una zona que intentó proteger esta denominación, pero una sentencia judicial ha generalizado su uso y la importación de este grano de países como Estados Unidos
La etiqueta delantera del paquete o del frasco de legumbres anuncia que el interior contiene garbanzos pedrosillanos. Hasta ahí todo en orden. La confusión del consumidor llega cuando le da la vuelta al envase y comprueba que la procedencia no es del municipio de Pedrosillo el Ralo, en la comarca salmantina de La Armuña. La mayoría procede de un poco más lejos, preferentemente de Estados Unidos, Canadá, Argentina, o de comunidades como Andalucía, sobre todo de la provincia de Sevilla. Ahí es cuando llega la confusión. El garbanzo pedrosillano no tiene denominación de origen, pero sí coge el gentilicio de esta localidad, que se ha visto obligada por una sentencia judicial a dejar de utilizar este nombre para denominar a la leguminosa que cultivan.
“El problema es que debido a la calidad del garbanzo de Pedrosillo comenzó a coger fama y a designarse así a todo garbanzo de tamaño pequeño, el que no es lechoso o grande, sin atender a la procedencia”, explica Nicolás Armenteros, director técnico de la Agrupación de Consejos Reguladores Legumbres de Calidad, organismo que controla el proceso de producción y garantiza el origen de cada legumbre, agrupando como marcas de garantía los sellos de la lenteja de Armuña, las judías de Barco de Ávila, el garbanzo de Fuentesaúco y el de Pedrosillo.
Todo se desbordó. Desde Legumbres de Calidad quisieron proteger el nombre de pedrosillano para salvaguardar el prestigio que tiene el garbanzo, y limitar la zona de cultivo a Pedrosillo el Ralo y los municipios limítrofes. En la Oficina Española de Marcas y Patentes obtuvieron el sello de garantía de la legumbre, pero debido a un contencioso-administrativo no pueden utilizar en exclusiva el término pedrosillano.
En mayo de 2019, el Tribunal Superior de Justicia de Madrid resolvió la demanda interpuesta por Asaja-Sevilla, junto a la empresa Legumbres Luengo y la Asociación de Legumbristas de España, a favor de los demandantes respecto a la concesión de la marca de garantía garbanzo pedrosillano, aprobada por la Oficina Española de Patentes y Marcas en junio de 2016. Según la sentencia, “la denominación pedrosillano es el nombre de una variedad vegetal de garbanzo, con vigencia y efectos en todo el territorio español, excluyéndose así que con tal denominación se esté aludiendo a una indicativa de procedencia geográfica de garbanzos”. La resolución judicial también añade que “resulta irrelevante si la protección que pretende dispensar la marca viene referida a garbanzos procesados o a garbanzos frescos”, ya que se está “aludiendo a una concreta variedad vegetal cuya denominación ni puede ser apropiada por nadie”.
Un jarro de agua fría
La sentencia, “que convierte el nombre de pedrosillano en un genérico”, fue acatada por Legumbres de Calidad, que lamenta que no se pueda utilizar en la zona de la que partió el término, pero sobre todo la confusión que se sigue generando en el consumidor. En España se distinguen cinco variedades importantes: garbanzo castellano,garbanzo blanco lechoso, garbanzo venoso andaluz, garbanzo chamad y el garbanzopedrosillano
“El término pedrosillano tiene mucho arraigo, y, en cambio, pedrosillo no tiene tanto reclamo para vender, porque a la gente lo que le suena es el otro nombre. Es triste que haya en el mercado toneladas de garbanzos que lleven nuestro nombre y que hayan sido producidos a miles de kilómetros de España”, reconoce Armenteros, que defiende las cualidades de la legumbre de su tierra, donde se plantan 2.000 hectáreas de media cada año, con una producción de 1.000 kilos cada una. Esto da una cosecha anual de 2.000 toneladas anuales de garbanzo de Pedrosillo.
Uno de esos agricultores es Juan Pedro del Taso, con cerca de 50 hectáreas en Espino de la Orbada, en la comarca de La Armuña, y desde 2020 con marca propia, Legumbres Espino. Para él la resolución judicial también fue un jarro de agua fría: “Ha sido perjudicial para la zona, porque todo el mundo conoce el garbanzo pedrosillano por Pedrosillo. Nosotros tenemos una marca de garantía, pero además es que nuestra legumbre, aunque visualmente sea igual, tiene un sabor mejor, marcado por el terreno de suelos arcillosos, que se ha labrado durante siglos y cultivado con unas temperaturas que no son extremas”.
Son cuatro, además de su intenso sabor, las características que distinguen al garbanzo de Pedrosillo. Según detalla Armenteros, conviene tener en cuenta “la finura de la piel, la integridad del grano, la textura cremosa y la uniformidad del grano”.
Otra de las confusiones se genera en la venta de legumbres a granel, esto es, sin empaquetar. Esos sacos o cestas repletas de hermosos granos que invitan a consumir un producto, con la sensación de que es de proximidad. En la mayoría de los casos solo se anuncia la procedencia con el nombre genérico de la legumbre. Sin más. “A los que protegemos la calidad nos hace mucho daño. Los graneles son legales, pero nos gustaría que no se utilizaran con tanta ligereza. Debería contener la misma información que los envases precintados. No se atiende a esa exigencia de especificar la procedencia, la denominación del producto, el peso, la categoría, toda esa información que aparece en un envase”, explica el director técnico de Legumbres de Calidad.
Esta situación no solo ocurre con los garbanzos, también con las lentejas o las judías. “Ves algunas variedades que no se producen en España y es un engaño, porque dan la sensación de que proceden de un productor directo, cuando no lo es”. Es imposible que sea un producto de cercanía, porque las cifras no cuadran, dado que la producción nacional, detalla Armenteros, no llega a cubrir el 35% del consumo nacional. Según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, en 2022 se consumieron en España 154,3 millones de kilos de legumbres, de los cuales 69,4 correspondieron a grano seco y 84,9 a grano en conserva. Del total, 64,7 millones fueron de garbanzos, 43,10 millones de alubias y 45,3 de lentejas. El consumo de legumbres por persona fue de 3,34 kilos (1,5 secas y 1,84 cocidas): 1,40 kilos de garbanzos, 0,93 de alubias y 0,98 de lentejas.