Cuando el catalán al salir de clase es la prioridad, aunque no merienden
Me sorprenden las prioridades de los mismos que dicen Nova York, Osca o Saragossa, pero se molestan cuando se menciona Lérida
Me permitiréis que empiece con unas anécdotas personales. A principios de los años 50, parte de mi familia llegó desde Cuenca a Barcelona (la paterna, que la materna siempre residió por estos lares). Una de mis tías abuelas, maestra represaliada a la que habían restituido el título, empezaba a trabajar en un pueblecito de la provincia de Barcelona. Pocos años después se apuntó a clases de catalán. Sí, a mediados de los sesenta, las libretas andaban por casa. A ella le pareció que esa era una de las mejores maneras para entender parte de la cultura que le era ajena y que, además, le ayudaría co...
Me permitiréis que empiece con unas anécdotas personales. A principios de los años 50, parte de mi familia llegó desde Cuenca a Barcelona (la paterna, que la materna siempre residió por estos lares). Una de mis tías abuelas, maestra represaliada a la que habían restituido el título, empezaba a trabajar en un pueblecito de la provincia de Barcelona. Pocos años después se apuntó a clases de catalán. Sí, a mediados de los sesenta, las libretas andaban por casa. A ella le pareció que esa era una de las mejores maneras para entender parte de la cultura que le era ajena y que, además, le ayudaría con los alumnos en la escuela. Unos alumnos que, dicho sea de paso, 50 años más tarde le hicieron un homenaje cuando cumplió 100 años. Algo bueno haría aquella conquense en aquella escuela.
Años después, en los 80, mientras yo iba a la escuela pública de la normalització lingüística, mi abuela fue una de las viudas de guerra que recibió, de manos de Pasqual Maragall, un reconocimiento a esas víctimas. El reconocimiento le llegó escrito en castellano y catalán.
Me vinieron a la cabeza estas anécdotas cuando el otro día leí uno de los tuits de Clara Ponsatí, la exconsejera de Educación en el Gobierno de Puigdemont: “¿Vuestros hijos vuelven de la escuela jugando entre ellos en castellano? Reaccionemos. Hace falta un plan de choque para la lengua y los partidos aún no lo reconocen. Nos lo jugamos todo. Hemos de poner el catalán en el centro de la campaña”. Y poco después añadía otro: “Llevadnos al Parlament y garantizaremos el derecho de la infancia a ser educada 100% en catalán”.
También estos días, Pere Aragonès se quejaba del lapsus de Salvador Illa con Lérida (en lugar de Lleida) y aseguraba que eso “visualiza mucho cómo piensa. En la práctica, abandona el catalán. Un presidente de la Generalitat también es un ejemplo para los ciudadanos. Si llegara a ser presidente, la lengua estaría en peligro”.
Me sorprenden las prioridades de los mismos que dicen Nova York, Osca o Saragossa, pero se molestan cuando se menciona Lérida, o que los niños jueguen en el patio en la lengua que quieran, y que no disimulan el regusto supremacista y que no les deja, o no quieren, ver y celebrar que Cataluña es, felizmente, plural y no monolingüe.
Al mismo tiempo ocultan, tras su defensa acérrima de la lengua, la realidad de Cataluña: que las urgencias de la sanidad siguen en la cola de la Unión Europea, pero somos líderes en el gasto de la sanidad privada; que el informe PISA registra resultados catastróficos; que Cataluña, datos del 2021, es la cuarta comunidad de España con mayor tasa de abandono escolar; o que el 24,4% de la población se encuentra en riesgo de pobreza, el 46,7% no llega a fin de mes y 400.000 niños viven en situación de pobreza.
Temas, a mi juicio, más que preocupantes y que deberían ser los que centraran los parlamentos de estos días preelectorales.
Así que, al votar, intentemos que esta vez no volvamos a tener un gobierno supremacista en la Generalitat, preocupado por la lengua que hablen nuestros hijos al salir de clase en lugar de por su sanidad o su pobreza.