La Torre del Puerto de David Chipperfield en Málaga toma forma entre el rechazo ciudadano
El prestigioso arquitecto no acudió a la presentación del rascacielos de 144 metros, pendiente de dos recursos judiciales y cuya aprobación final depende del Consejo de Ministros
Tendrá 382 habitaciones, un auditorio de 2.500 metros cuadrados, aparcamiento subterráneo, restaurante mirador y 144 metros de altura. Los detalles de la futura Torre del Puerto, el edificio más controvertido de Málaga en una última década llena de polémicas urbanísticas, han sido mostrados este lunes a la prensa. Lo han hecho los promotores, el fondo catarí Al Alfia junto al grupo hotelero Hesperia, así como el estudio del prestigioso arquitecto David Chipperfield, que se hizo cargo del diseño hace apenas un año y que no ha acudido a la presentación como tampoco lo ha hecho el alcalde, Francisco de la Torre ni el presidente de la Autoridad Portuaria, Carlos Rubio. La iniciativa está pendiente de dos recursos judiciales presentados en contra y de la decisión que tome el Gobierno en un Consejo de Ministros, aun sin fecha. Mientras, parte de la sociedad malagueña muestra su rechazo a la construcción por su impacto en el paisaje, como ya avisó también el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS) que asesora a la Unesco.
El rascacielos se situará al final del dique de Levante, sobre una parcela junto a la estación marítima de cruceros que ha necesitado el cambio de las normas urbanísticas del Plan Especial del Puerto para ser realidad. Chipperfield ha dibujado un edificio de 144 metros de alto, 59 de ancho y 19 de flanco inspirado en la arquitectura mediterránea y pensado bajo criterios de sostenibilidad. El establecimiento —que cuenta con una concesión de 50 años— será un cinco estrellas Gran Lujo y, aunque está promovido por Hesperia, lo operará otra compañía.
Los promotores han explicado que están negociando con tres marcas internacionales para ello, sin dar los nombres. Sí han detallado que su electricidad será 100% renovable y que su funcionamiento no emitirá emisiones a las atmósfera “porque el uso de combustibles fósiles será cero”, según Jorge Mañas, socio fundador del estudio de arquitectura TAG Partners, que ejerce la coordinación. “Es un proyecto sin estridencias ni gastos excesivos que no viene a ocupar un espacio, viene a devolverlo a la ciudad. Encaja de manera natural en el proceso de transformación que ha seguido Málaga en los últimos 20 años”, ha subrayado Jordi Ferrer, director ejecutivo del Grupo Inversor Hesperia. “Es amable, coherente y está en la escala de la ciudad”, ha añadido Ferrer.
La actuación incluye, a sus pies, la construcción de distintos espacios públicos, como una plaza que pretende acoger actividades de ocio, gastronomía y cultura. Y quiere levantar también un ambicioso bulevar ajardinado con miradores que discurrirá a lo largo de 1,3 kilómetros por todo el muelle desde la zona de La Farola, en el barrio de La Malagueta. Es justo esa área la que pretenden sirva para justiciar el interés general de la propuesta ante el Consejo de Ministros. “El proyecto se defiende porque devuelve esos 54.000 metros cuadrados para Málaga. No es lo mismo una infraestructura logística como ahora que transformar todo el dique para la ciudad”, ha asegurado Rodrigo Antón, director de la oficina de Santiago de Compostela del estudio de David Chipperfield. La iniciativa, en su conjunto, tiene un presupuesto aproximado de 200 millones de euros, aunque los promotores confían en contar con fondos europeos y el apoyo de las administraciones para financiar el bulevar en suelo portuario.
Consecuencias “irreversibles”
Desde el estudio defienden que el diseño del edificio está concebido como “una pieza ligera y abstracta que aparece en el horizonte con una presencia contemporánea y elegante”. Es precisamente su impacto en el paisaje lo que más ha movido a la ciudadanía malagueña a alzar la voz contra una aspiración de la que se habla en Málaga desde el año 2001. Entonces, la Asociación para el Estudio y Desarrollo Integral de Málaga, que agrupaba a empresarios y profesionales y a la que estuvo vinculado el alcalde Francisco de la Torre, invitó a Frank Gehry a Málaga. Le querían proponer que levantase un edificio en el dique de Levante, pero huyó despavorido porque pensó que llegaba para ser contratado cuando en realidad la idea todavía estaba muy verde y, además, desde la Autoridad Portuaria le recordaron que el proyecto, si se desarrollaba, debía ser adjudicado en un concurso público y no a dedo.
Ese paso no se dio hasta 2015, pero en vez del sistema tradicional se optó por un trámite de concurrencia: el Puerto de Málaga dijo que ya había un interesado en ocupar el dique —el fondo catarí Al Alfia, que tenía ya el diseño de un edificio de 136 metros de altura dibujado por el arquitecto José Seguí— y abrió un corto plazo para que otros competidores se presentaran. Solo apareció una segunda propuesta, que ni siquiera cumplía algunos de los requisitos del proceso. Finalmente fue adjudicado a Al Alfia, que había llegado a un acuerdo con Hesperia. Tocaba, eso sí, modificar el Plan Especial del recinto portuario para que la parcela donde se preveía el inmueble multiplicase por siete su edificabilidad: pasaría de un límite de 6.000 a 45.000 metros cuadrados. El trámite se hizo esperar hasta siete años: fue aprobado por el Ayuntamiento de Málaga en 2022 tras recibir 1.100 alegaciones en contra.
Antes de esa fecha aparecieron numerosas voces en contra, como las 250 personalidades de la cultura que firmaron un manifiesto para pedir que no se levante el edificio. O la iniciativa que ha recogido más de 17.000 firmas en Change.org. Una de las más relevantes es la del organismo ICOMOS, que pidió en 2018 que se renunciase a la construcción porque tendría consecuencias “irreversibles” en la ciudad y que sus dimensiones transformarían el paisaje, además de impactar en La Farola, inmueble declarado Bien de Interés Cultural. “A nadie en Florencia, por ejemplo, se le ocurriría una cosa semejante”, decía entonces Víctor Fernández, catedrático de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad de Sevilla y uno de los autores del documento de la entidad asesora de la Unesco.
Después de aquella fecha, la plataforma Defendamos Nuestro Horizonte —nacida en 2017— y la Academia de Bellas Artes de San Telmo presentaron sendos recursos judiciales centrados, precisamente, en la modificación de elementos que certificó el Consistorio. “Creemos que hay determinados incumplimientos sobre la legislación en cuestiones de patrimonio histórico, urbanismo, evaluación ambiental y la propia normativa portuaria”, señala uno de los responsables de la plataforma y catedrático de Geografía en la Universidad de Málaga, Matías Mérida, quien insiste en que no están en contra de un diseño u otro del hotel, sino en su volumen “exagerado y en un lugar totalmente inapropiado”. Es justo lo que han defendido desde el Colegio Oficial de Arquitectos de Málaga, donde recuerdan que no rechazan el edificio, sino la ubicación elegida.
Esos recursos judiciales son clave para que pueda hacerse realidad el trabajo de Chipperfield, Premio Pritzker de 2023 al que le llegó el encargo en 2024 (lo que hizo que Seguí decidiera retirarse). Nadie sabe cuándo llegará la resolución judicial, pero el ministro Óscar Puente ya avisó de que la esperarían para llevar la iniciativa al Consejo de Ministros. Este debe autorizar el uso hotelero en un recinto portuario, algo no previsto en la normativa. Se prevé que sea a lo largo de 2026, pero el sentido de la decisión del Gobierno es una incógnita debido a que tanto PSOE como Sumar lo rechazan, aunque los socialistas inicialmente sí apoyaban la idea. Eso sí, los promotores esperan recibir los permisos e incluso empezar las obras durante el año que viene para que sea una realidad en 2029.