El Cristo de Illa
El ‘president’ pisa el delicado terreno donde coinciden política y fe con un mensaje “cristiano” que encierra guiños electorales y fija posición sobre la inmigración
Esta vez no fue un comentario sobre sus creencias privadas, sino una declaración puramente política. Solemne, incluso. En la toma de posesión de sus consejeros, celebrada el lunes, Salvador Illa apeló al “humanismo cristiano” de su Govern. Antes, el jueves, en el debate de investidura, ya había mencionado esta tradición entre los mimbres de su formación intelectual. ...
Esta vez no fue un comentario sobre sus creencias privadas, sino una declaración puramente política. Solemne, incluso. En la toma de posesión de sus consejeros, celebrada el lunes, Salvador Illa apeló al “humanismo cristiano” de su Govern. Antes, el jueves, en el debate de investidura, ya había mencionado esta tradición entre los mimbres de su formación intelectual. Eso era cosa sabida. Católico practicante, de rezo frecuente, educado en la Escola Pia de Granollers, el president nunca ha ocultado su credo. Pero lo del lunes fue otra cosa, fue más allá: vinculó a su entero Ejecutivo con un acervo que es cultural, pero también religioso, pisando así el siempre pantanoso terreno donde se encuentran la política y la fe. ¿Una improvisación? “Para nada. Salvador nunca improvisa”, afirma un veterano del PSC.
Este socialista, que conoce a Illa desde hace más de una década, le atribuye una triple voluntad: conectar con la “tradición” catalana del “cristianismo progresista”; lanzar un guiño al electorado “huérfano” de la antigua Convergència con un “yo también soy católico”, en una maniobra coherente con su apertura al nacionalismo moderado; y mostrar, “en un mensaje que va más allá de Cataluña”, que hay una forma de reivindicar la religión “distinta de la que apela a lo cristiano de forma excluyente, sobre todo contra los musulmanes”, como haría parte de la derecha, sea con un discurso de base puramente religiosa o con el subterfugio de los “valores occidentales”, típico de Aliança Catalana. Desde el equipo del president, un colaborador conecta la alusión al “humanismo cristiano” con el debate sobre la inmigración, más vivo que nunca en Europa y España (y en Cataluña, por supuesto). Y subraya que Illa lo presentó anudado a la “socialdemocracia”, junto a la que constituye un binomio básico en la construcción de la UE. No hubo puntada sin hilo.
El veterano del PSC, que prefiere que no se publique su nombre, recalca la influencia que ha tenido en Illa, licenciado en Filosofía, el pensador católico humanista francés Jacques Maritain (1882-1973). Y extiende esa influencia a un sector del PSC encabezado por Josep María Carbonell, nombrado en 2022 presidente de la Fundación Blanquerna por el arzobispo de Barcelona, Juan José Omella. Es “erróneo”, añade, interpretar que el énfasis cristiano de Illa pretende contentar a los democristianos de Units per Avançar, su partido aliado, heredero de Unió. Tampoco se trata, sigue, de rivalizar con Oriol Junqueras, otro católico practicante: “Junqueras es una rareza en ERC y la importancia de Units es relativa. Donde hay mucho católico desorientado es en Junts, cuyos seguidores se ven tentados por una forma de entender el cristianismo como rechazo a la inmigración en una Cataluña homogénea. Illa se ofrece como alternativa y les dice: ‘Yo soy cristiano, como vosotros, pero mi cristianismo no va contra nadie’”.
El vacío de la democracia cristiana
Amelia Sanchis, profesora de Derecho Eclesiástico de la Universidad de Córdoba, que investiga las conexiones entre pensamiento político y religioso, contextualiza el discurso de Illa en el “abandono” por parte la derecha, especialmente PP y Vox, de los “mínimos” de la “democracia cristiana”. Dicho descuido libera espacio para un mensaje de contenido “cristiano social” que Illa aprovecha, analiza. “Desde Ronald Reagan, buena parte de la derecha occidental se ha sumado al maridaje de conservadurismo moral –antifeminista, antiaborto– y neoliberalismo económico. Hay espacio para un discurso de inspiración humanista cristiana desde la izquierda, aunque suscita recelos en la propia izquierda”, afirma, en un razonamiento que aplica a Cataluña y al resto de España.
Aunque “nunca fue una corriente potente” en España, ahora la democracia cristiana se ha quedado en la “marginalidad”, coincide el historiador Ángel Luis López Villaverde, que cita como excepción al PNV y a alguna figura suelta del PP, como José Manuel García-Margallo. “En el PP y Vox ha desaparecido la noción de ‘justicia social’, básica de la democracia cristiana y de la que reniega abiertamente Isabel Díaz Ayuso. La apelación a lo cristiano se ha convertido básicamente en una herramienta identitaria para blindar las fronteras”, añade el autor de El poder de la Iglesia en la España contemporánea, que en cambio duda que la izquierda pueda aprovechar ese vacío. “La de Illa es una alusión ambigua, de difícil traducción política, que entronca con una memoria europeísta, democrática y liberal, pero ya muy desdibujada”, señala.
El descuido de los postulados democristianos que observan Sanchis y López Villaverde es compatible con el mantenimiento del “humanismo cristiano” en los estatutos del PP. El partido de Alberto Núñez Feijóo, a través de un portavoz, declina valorar el uso de esa expresión por parte de Illa: “Cada uno se puede inspirar en lo que considere oportuno”.
La Iglesia catalana
Sanchis reconoce que puede parecer “paradójico” que la alusión al cristianismo provenga de un líder socialista en un territorio especialmente secularizado. Según un informe de marzo de la Fundación Ferrer i Guàrdia, Cataluña es la comunidad en la que un mayor porcentaje de personas se declaran irreligiosas (51,3%). También es donde menos se marca la casilla de la Iglesia del IRPF (16%). Pero la “paradoja” sería “solo aparente”, añade. “En Cataluña sigue extendido un cristianismo cultural en sectores progresistas y nacionalistas. La Iglesia catalana –explica– ha tenido siempre un componente nacional, incluso nacionalista, y acredita una historia de cierta oposición al franquismo al menos desde los 70. Parecer próximo a la Iglesia, como hace Illa, puede verse como una muestra de catalanismo más que de pura filiación religiosa”, explica Sanchis, que recuerda que “la abadía de Montserrat fue un símbolo de resistencia antifranquista” y que en 1981 los jesuitas fundaron Cristianisme i Justícia, un centro de estudios de matriz progresista. Sanchis cita la figura de Alfonso Comín (1933-1980), cofundador de Cristianos por el Socialismo, como un “referente” que conecta las tradiciones cristiana y socialista, algo que a nivel estatal haría Gregorio Peces-Barba.
Carlos Rodríguez López-Brea, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad Carlos III, apunta en la misma dirección para explicar los porqués de la insistencia de Illa en el “humanismo cristiano”: “La Iglesia catalana, aun con su relativa debilidad, mantiene una transversalidad que la conecta con sectores progresistas –incluida CC OO– y nacionalistas, de forma parecida a lo que ocurre en el País Vasco”. “En tiempos de radicalización excluyente de la derecha en clave religiosa –añade–, tiene sentido apelar a unos valores humanistas que en Cataluña remiten a figuras como [el monje benedictino] Hilari Raguer, en España a una tradición que incluye al cristianismo social en el que se politizó Felipe González y en Europa a nombres destacados de su fundación [Robert Schuman, Konrad Adenauer o Alcide De Gasperi eran cristianos]”.
Entusiasmo y críticas
En el Grupo Federal de Cristianos Socialistas del PSOE hay entusiasmo con el nuevo president. “Illa nos da mucha visibilidad y un plus de calidad”, afirma Cristóbal López, coordinador del grupo, que depende de la Secretaría de Memoria y Laicidad, dirigida por Manuel García, precisamente del PSC. A sus 55 años, López, dirigente de la agrupación Centro de Sevilla –la de Alfonso Guerra, Juan Espadas y el exalcalde Antonio Muñoz–, confía en que el ascenso de Illa recuerde al PSOE que los cristianos son “el alma del partido, aunque a veces no se nos vea”. “No somos corriente, ni queremos cuotas, sino que se entienda que el socialismo parte de la fraternidad, y sin fraternidad es imposible”, señala López, que considera a Illa uno de los “referentes cristianos” del partido junto a la ministra María Jesús Montero y a históricos como José Bono, Miguel Ángel Moratinos, Ramón Jáuregui o Rosa Aguilar. En 2002 Cristianos Socialistas entregó a Illa su premio Fernando de los Ríos, galardón que lleva el nombre de una figura por la que el president siente especial aprecio, como destaca un miembro de su equipo, que reivindica la “revolución del respeto” tenida por divisa del ministro republicano.
Otras voces muestran mucho menos fervor ante la entrada de Cristo en escena. “En plena ofensiva xenófoba, es pertinente apelar al humanismo, una doctrina que viene del Renacimiento y reivindica la dignidad humana. Pero tiene que ser sin apellidos. Si le añades ‘cristiano’, ya te pueden decir Vox o el PP: ‘Estamos de acuerdo’”, expone Juanjo Picó, presidente de Europa Laica, para quien la tarea pendiente del PSOE es la separación Iglesia-Estado, con la derogación de los Acuerdos con el Vaticano, y no dar discursos “innecesarios, ambiguos y excluyentes”.
Desde Podemos, la eurodiputada Irene Montero cargó el lunes en X contra Ramon Espadaler, secretario general de Units per Avançar y conseller de Justicia, calificándolo de “antiabortista, tránsfobo y antifeminista”.
A lo largo de su trayectoria, Espadaler, que al igual que Illa se declara alineado con el “humanismo cristiano”, se ha opuesto a medidas como el aborto sin consentimiento paterno antes de los 18 años y la ‘ley trans’. Picó, de Europa Laica, ve en su nombramiento –y en la composición del Govern– una voluntad de “contentar” al nacionalismo incluso pagando el precio de incluir perfiles “conservadores”. “Puede ser políticamente inteligente, pero sacrifica una laicidad imprescindible en cualquier proyecto progresista”, afirma.