Iglesias exhibe su mayoría soñada
El vicepresidente ensalza los pactos con ERC y EH Bildu como un “compromiso histórico” para que la “derecha esté fuera del Gobierno durante muchos años”
Pablo Iglesias confiesa que venía trabajando por esto “desde hace meses, incluso desde hace años”. Y el resultado es “para sentirse muy satisfecho”, presume el vicepresidente segundo y líder de Unidas Podemos. Porque no se trata ya de haber alcanzado una mayoría parlamentaria reforzada —se prevén 189 escaños— como la que este viernes dará carta de naturaleza en el Congreso a los Presupuestos del Estado para 2021. La operación, al men...
Pablo Iglesias confiesa que venía trabajando por esto “desde hace meses, incluso desde hace años”. Y el resultado es “para sentirse muy satisfecho”, presume el vicepresidente segundo y líder de Unidas Podemos. Porque no se trata ya de haber alcanzado una mayoría parlamentaria reforzada —se prevén 189 escaños— como la que este viernes dará carta de naturaleza en el Congreso a los Presupuestos del Estado para 2021. La operación, al menos desde el punto de vista de Iglesias, va mucho más allá. El vicepresidente sostiene que el Gobierno de coalición y sus aliados, ese Frankenstein de las pesadillas del centroderecha y también de algunos viejos —y no tan viejos— socialistas, ese heterogéneo conglomerado que incluye —para orgullo del líder de Podemos y escándalo de sus adversarios— a ERC y EH Bildu, han asumido un “compromiso histórico”. “Es la oportunidad de consolidar una mayoría de dirección de Estado que va a mantener a la derecha fuera del Gobierno durante muchos años”, proclamó este miércoles Iglesias en el Congreso.
Ya es difícil que el vicepresidente segundo deje pasar una ocasión para exhibir sus triunfos políticos. Y su comparecencia parlamentaria de este miércoles para explicar los Presupuestos de su departamento era una de esas que no podía desaprovechar. De modo que Iglesias caminó de puntillas por las cuentas de la Vicepresidencia de Derechos Sociales y se entregó a un discurso plenamente político, que constituyó también una manera de saborear su éxito: una mayoría aliada al Gobierno de la que ha quedado excluido Ciudadanos y en la que faltan muy pocos de esos a los que la oposición llama “enemigos de España”. El vicepresidente se lo restregó ufano al PP, cuyos diputados murmuraban por lo bajo su desaprobación. “Ustedes vieron en la pandemia no una crisis, sino una oportunidad de hacer caer al Gobierno de España”, les reprochó, antes de concluir con un pronóstico que repite hace días: “Pues ahí lo tienen. Me temo, señores de la derecha, que habrá Gobierno socialcomunista para rato”.
Esa mayoría que “inaugura una nueva etapa política” representa un país “plural, diverso y fraternal”, más cercano a la España real, según Iglesias, que la de los que “usan la Constitución como un artefacto para golpear en la cabeza a los que piensan distinto”. En su ardorosa defensa de las controvertidas alianzas gubernamentales, Iglesias sostuvo incluso que “partidos como ERC, el PNV o EH Bildu comprenden mejor el espíritu social de la Constitución” que una derecha a la que acusó de no creer “ni en la justicia fiscal, ni en los servicios públicos ni en los derechos de los trabajadores”.
Los diputados del PP, que se revolvían en el escaño ante las palabras de Iglesias, entraron en combustión cuando su diputada Alicia García se dirigió a la tribuna para dar la réplica. “¡Vamos, Alicia!”, la animaban algunos de sus compañeros, ansiosos por poner al vicepresidente en su sitio. “Usted ha venido aquí de mesías, de salvador de la humanidad, pero yo le voy a dar de bruces con la realidad”, le avisó de entrada la diputada popular. La realidad eran los desastres de la pandemia, los fallecidos en los geriátricos o las carencias en los servicios de ayuda a dependientes. Lo más celebrado fue alguna ironía. “Podría usted empezar por prescindir de alguno de sus 14 altos cargos o 23 asesores. Recuerde el 15-M: ‘Sí, se puede”, invitó García al vicepresidente.
La penúltima jornada del maratón parlamentario para debatir el texto final de los Presupuestos había comenzado a primera hora de la mañana con un hecho insólito: se debatió sobre el texto final de los Presupuestos. Esta vez nadie mencionó a ETA, ni la Guerra Civil, ni a Trump, ni siquiera al socorrido Maduro. Asombrosamente todos los oradores hablaron solo de las cuentas de la Vicepresidencia de Transición Ecológica. La anomalía duró muy poco. De vuelta a la nueva normalidad, en las posteriores comparecencias de ministros saltaron otra vez chispas con las menciones a Otegi, los siniestros presagios sobre el Ministerio de la Verdad que la oposición atribuye al Gobierno, las disquisiciones genealógicas acerca de quién es el heredero político de los asesinos de García Lorca o las soflamas de la siempre explosiva diputada de Vox Rocío de Meer, quien reveló a toda la Cámara: “Aquí no hay derecha ni izquierda ni centro. Aquí hay solo dos partidos: globalismo o patria”. En la patria, claro está, solo entran los suyos.
A todo esto, se votaron enmiendas y se produjo cierto revuelo entre las fuerzas políticas porque el Gobierno sufrió algunas derrotas que, salvo modificación posterior, le obligan a destinar más fondos a dependencia o a programas educativos, además de excluir a los lácteos del impuesto a bebidas azucaradas. En alguno de esos casos, la derecha no tuvo reparo en sumarse a propuestas de ERC. Nada parecido se espera este jueves en la votación final. Ahora toca la mayoría soñada por Iglesias.