María Hervás: “La comedia educa más que el drama, porque desmonta sin que te des cuenta”
Actriz, directora, dramaturga y productora, ha logrado el éxito total y simultáneo en el teatro y la televisión con ‘Yerma’ y ‘Machos alfa’
Cuando a un intérprete las cosas le van realmente bien, llega el momento del gran salto: de repente puede escoger sus papeles. Hasta entonces no hay opciones, si se lo dan, lo hace. La supervivencia es lo primero. “A ver, tengo que reconocer para no ser una cínica de mierda que me estoy acercando peligrosamente a ese momento”, dice María Hervás. Pone en cada respuesta la misma intensidad que le pone a cada cosa que hace. Hace unos minutos estaba en la sesión de fotos dándolo todo. Y cuando llega la entrevista también lo da...
Cuando a un intérprete las cosas le van realmente bien, llega el momento del gran salto: de repente puede escoger sus papeles. Hasta entonces no hay opciones, si se lo dan, lo hace. La supervivencia es lo primero. “A ver, tengo que reconocer para no ser una cínica de mierda que me estoy acercando peligrosamente a ese momento”, dice María Hervás. Pone en cada respuesta la misma intensidad que le pone a cada cosa que hace. Hace unos minutos estaba en la sesión de fotos dándolo todo. Y cuando llega la entrevista también lo da todo. Se ha pasado tres horas posando, se ha cambiado de ropa rápidamente, ha cogido un poco de fruta del catering (son las tres de la tarde y no ha comido) y se ha sentado en un sillón del estudio del sur de Madrid donde la han retratado. Está atenta a cada palabra. Sin prisas, sin mirar el reloj.
Y no es que le sobre el tiempo. Estudia Filosofía, va al gimnasio seis días por semana. Hasta hace nada estaba representando Yerma y ahora está rodando la segunda temporada de Machos alfa, que en enero se situó en el top de series de habla no inglesa de Netflix en el ámbito global. En nada comenzará a rodar la segunda temporada de El inmortal, una de las series más vistas de 2022 en Movistar+. Además, dicen sus representantes: “Hay otros proyectos que no podemos desvelar”.
Tiene 36 años y una trayectoria, por lo menos, distinta. Una que hubiera sido difícil de adivinar cuando debutó en 2007 en la sexta temporada de Los Serrano, en un papel secundario. Era una chica de barrio de Madrid (el de Puerta de Toledo), que había entrado en la escuela de interpretación de Cristina Rota con 16 años. La hija de una camionera y un funcionario de Correos. Quince años después, es directora, dramaturga, productora y actriz. En el teatro acumula premios y en cine y televisión participa en producciones puramente comerciales. “Lo de poder elegir, en teatro lo tengo desde hace años”, sigue diciendo. “Con lo cual para mí el teatro es sagrado. Hago lo que quiero y cuento las historias que quiero. En la tele… no estoy ahí, pero diría que me queda poco para poder estarlo… Te digo más: creo que me queda más un cambio de chip interno que un salto de estatus. Es decir, creo que lo que me queda es tomar una decisión personal. Decir: ‘¿Yo puedo vivir con menos en vez de con estos mil al mes? ¿Puedo? Sí. Entonces, ¿para qué más?’. El cambio sería sacarme un poquito el capitalismo de la cabeza”.
El momento a partir del cual se empieza a elegir puede ser complicado. Contaba Eddie Redmayne, ganador de un Oscar en 2014 por La teoría del todo, que nadie enseña a un actor a elegir y que cuando llega la oportunidad es muy fácil equivocarse. “Estoy en desacuerdo porque creo que tenemos que parar ya esa ficción de ‘la carrera’. ¿Qué es ‘la carrera’? Coincido más con una opinión que le escuché el otro día a un actor vasco, Eneko Sagardoy. Él decía: ‘Yo iré trabajando en lo que me vayan llamando, lo que vaya eligiendo, lo que yo me vaya armando… lo que sea. Y el día que esté a punto de morirme y me hagan una retrospectiva, entonces podremos hablar de lo que ha sido mi carrera’. No son matemáticas, ni es una fórmula estudiada como nos quieren hacer pensar. A la pregunta: ‘¿Este paso es bueno para tu carrera?’, muchas veces no sabes qué responder. Esa cosa que piensas que fue un error fatídico, hace que los espectadores o los propios directores te vean en otra vertiente. Por ejemplo, que eres más fresca de lo que esperaban. En lo que estoy de acuerdo es en que no te educan para elegir, pero no solamente para ser actor, es que hoy a ningún ser humano en una sociedad absolutamente neoliberal lo educan para elegir nada. En mi campo eso se ve en que, como hay tanto paro en el gremio, tenemos esta cosa de cogerlo todo por si llegan las vacas flacas”.
Es posible que le cueste librarse del miedo a las vacas flacas, pero se ha librado de otro de los grandes terrores de los actores: ser encasillados. María Hervás ha hecho comedia, drama, todo tipo de papeles. Y eso es complicado de narices. “Me has planteado mi peor miedo. No por un fetichismo de ‘que te encasillan’. No, eso me da igual. Aunque pasa. A mí me han llegado a decir: ‘No puedes hacer ese personaje porque eres de barrio’. Pues mira, la de barrio está a año y medio de terminar Filosofía y seguramente puedo tener una conversación más interesante de la que puedas mantener tú en cinco vidas. Pero sigues insistiendo en que he nacido en un barrio, vale. Es porque yo soy actriz, porque me enloquece investigar diferentes tipos de existencias, de sentir, de padecer, de modos de hablar, de caminar, de enfrentarse a la vida, de mirar el mundo. Entonces eso permite hacer el mayor rango posible de personajes. Si me tuviera que parecer a algún actor en mi vida, preferiría muchísimo más acercarme a Bardem que a Darín, con todos mis respetos a ambos y amándolos a los dos. Pero en Darín es su carisma lo que impera. Es siempre él. Y es maravilloso. Pero preferiría mucho más ser Bardem que, joder, coges los cuatro o cinco curros que hizo el año pasado y dices: ‘¿Este pavo es la misma persona?”.
El año pasado combinó sus trabajos en televisión con un papel de protagonista en Yerma. La primera producción de una obra de Lorca llevada a cabo por el Teatre Lliure de Barcelona ha sido eso que los viejos críticos llamaban un “éxito de clamor”. Salas llenas, público satisfecho y reseñas elogiosas. Una producción que baja la obra de Lorca de ese pedestal de tragedia griega a la que estamos acostumbrados. Más cercana a la que parece que era la idea del autor, más costumbrista, incluso con un punto de humor. “Creo muchísimo que en todo gran drama y en toda gran tragedia ha de haber necesariamente sentido del humor. Mira a la gente cuando va a los tanatorios. Todo el mundo sale del drama a través del humor. A más dolor y a más drama, más humor para compensar. Yo no había hecho nunca un Lorca, pero es excepcional. Cómo narra la vida. La capta muy bien y te da el privilegio de decir palabras que de otro modo no vas a poder decir. Está tan mal visto hoy hablar de una manera adecuada. Rápidamente se te tilda de pedante”.
Hervás despegó con dos proyectos que tenían poco de comedia. Ifigenia en Vallecas y Jauría. Con el primero, adaptación de un monólogo de Gary Owen, que ella tradujo y adaptó, ganó el Premio Max a la mejor actriz en 2019. “La inmensa mayoría de los premios que tengo son de teatro. Y me han ayudado mucho. Cuando empecé a recibir los premios era ridículamente joven. Y me daba mucho estatus. También de cara a la profesión. Yo notaba el respeto de mis compañeros”.
Con la segunda se la jugó. Era una obra escrita a partir de las transcripciones del juicio a La Manada, construida íntegramente con fragmentos de las declaraciones de acusados y denunciante publicadas en varios medios de comunicación. Cuando la pusieron en marcha no había salido la sentencia del Supremo. Antes del estreno se dijo que intentaban ganar dinero con la tragedia, y en el teatro Pavón Kamikaze de Madrid aparecieron pintadas acusándolos de ello. “Yo quería trabajar con Miguel del Arco [dramaturgo y director de la obra] y fue él quien me llamó. Y me monté en el barco. Las acusaciones eran absurdas. Para empezar, si quieres ganar dinero haces una película o una serie, no una obra de teatro. Y aquello no era tampoco un capricho. El compromiso era muy alto. Leímos muchas cosas, nos estuvimos asesorando… Era el momento de hacerlo. Hay que entrar ahí en ese momento. Porque hacerlo cuando ya hay un consenso social sobre un tema es cínico y es tramposo. Cuando ha pasado el tiempo, hacer una obra de teatro, una canción, una peli, lo que tú quieras, es fácil. De puta madre, ya sabes dónde está el lado bueno de la historia. En ese momento había todo tipo de opiniones. Te tienes que meter entonces, cuando todavía es barro”.
Hubo dudas, hubo estrés. Hubo el compromiso de suspender la obra si a la víctima y su familia no les parecía bien: “El día del ensayo general se subió Miguel del Arco a los camerinos como una exhalación: ‘Parad, parad, parad’. Y yo pensé: ‘Se acabó. Ya está, no se va ni a estrenar’. Y Miguel del Arco se echa a llorar: ‘Ha llamado la madre, que están con nosotros, que gracias por todo lo que estamos haciendo’. Fue superemocionante”.
La víctima no fue a ver la obra, pero sí sus padres. “Los vi en primera fila y supe que eran ellos. Al final nos abrazamos. Su madre es maravillosa”, asegura la actriz. Con el tiempo, Hervás y la víctima se conocieron, una relación que todavía mantienen. “Es que ella es espectacular, porque es un ser lleno de vida, con los ojos más brillantes que he visto, con una sonrisa que te dan ganas de comértela. Es increíble cómo la vida sale y crece, cómo el verde sale de entre las grietas del cemento. Es como una exhalación de vida esa chavala. Nos mandamos nuestros mensajes y le tengo cariño. Y encima, bueno, vive muy cerca de mi casa. A veces me la encuentro por ahí y la tengo como si fuese mi hermana pequeña, mi prima pequeña o algo así. Y ella a mí creo que también. Cuando la veo, cuando me la encuentro tomándose unas cañas con sus colegas, pues entro al bar y pago la ronda. Es una familia muy especial y a su madre la llevo en el alma. Me han dado muchísimo amor, me han apoyado muchísimo en todo lo que supuso ese viaje”.
Su pasión es contagiosa. Todos los actores dicen estar enamorados de su profesión, pero en el caso de María Hervás ese amor es desbordante. “Este es un trabajo muy peligroso, porque si no haces por apasionarte”, dice, pronunciando “haces” como si fuera la palabra más importante del mundo, “puedes convertirte en una marioneta absurda que llega, le plantan la ropa, le ponen un poco de rímel y dice cosas. ¿Por qué Bardem es extraordinario? Porque él elige darle importancia a lo que hace. Podría elegir no dársela, pero elige dársela. Él elige que lo que hace sea extraordinario. Yo siento que me tengo que enamorar de mi curro todo el rato”.
Pero ¿es posible darle la misma importancia a Jauría que a un pasatiempo como Machos alfa? “Son distintas importancias. Mira, una cosa que aprendí en terapia. Llegué un día cuando estaba haciendo Jauría. Estaba tan inmersa en el compromiso social, el compromiso feminista, la lucha, bla, bla, bla, que todas las conversaciones con cualquier persona me parecían vergonzantes. Yo decía: ‘¿Pero qué puta mierda me importa a mí lo que me estás contando?’. Y le decía a mi terapeuta: ‘Es que la gente es banal, es superficial. No me interesan las conversaciones de la peña. ¿La gente no ve el dolor?’. Y un día me dijo: ‘María, el ser humano también es superficial y es ligero. Y está muy bien que lo sea. Forma parte del abanico de lo que significa ser humano. ¿Por qué negártelo? ¿Por qué negarte ese disfrute?’. Eso me golpeó la cabeza. Machos alfa y Jauría tienen una importancia muy parecida a nivel de peso. Es la idiosincrasia lo que cambia. Si hablo de discurso ideológico, pues probablemente Jauría tiene más fuerza. Pero en su campo, lo que quiere contar y al público al que se dirige, Machos alfa es importante. Es lo que te decía sobre elegir: hay que tener la cabeza bien porque, si no, desechas un montón de cosas. En realidad, la comedia moviliza un montón, mucho más de lo que nos pensamos. A la peña la educas más con la comedia que con el drama. Es un poco como que se relajan. La comedia desmonta sin que te des cuenta. Y eso también es importante”.