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El Museo Británico de Historia Natural y David Attenborough proponen una experiencia inmersiva sobre la historia de la humanidad y la Tierra

Los espectadores se convierten en viajeros estelares propulsados por 24 proyectores y 50 altavoces

El viaje desde los confines del universo comienza cuando se apagan las luces. El Museo Británico de Historia Natural está atestado de turistas. Pero una vez refugiados en la galería Jerwood —95 personas sentadas en poyetes, en el suelo o de pie— nos convertimos en viajeros estelares. Galaxias y estrellas se deslizan a izquierda y derecha, y bajo nuestros pies, los anillos de Saturno, Júpiter y el planeta rojo. Vemos el nacimiento de la Tierra, nuestro hogar, y reconocemos la voz de sir ...

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El viaje desde los confines del universo comienza cuando se apagan las luces. El Museo Británico de Historia Natural está atestado de turistas. Pero una vez refugiados en la galería Jerwood —95 personas sentadas en poyetes, en el suelo o de pie— nos convertimos en viajeros estelares. Galaxias y estrellas se deslizan a izquierda y derecha, y bajo nuestros pies, los anillos de Saturno, Júpiter y el planeta rojo. Vemos el nacimiento de la Tierra, nuestro hogar, y reconocemos la voz de sir David Attenborough, un tesoro nacional británico.

Las paredes y el suelo se transforman en el lecho oceánico de hace más de 4.000 millones de años. Las fuentes hidrotermales brotan, formando columnas ascendentes de ceniza entre aguas de un azul oscuro. Surge la vida. Las rocas tiemblan por el efecto lente bajo el agua. “Queríamos impresionar a la audiencia de una forma nueva”, nos escribe Jonnie Hughes, director de la productora Open Planet Studios que ha desarrollado Nuestra historia con David Attenborough. “Pretendíamos crear una experiencia compartida para sumergir al público mediante 24 proyectores, 50 altavoces, cuatro paredes y el suelo rebosantes de una cinematografía increíble y música para que sientas la historia”.

Attenborough nos guía desde los mismos orígenes de la vida hasta el nacimiento del Homo sapiens. Nos rodea la vegetación tropical y aparecen los gorilas de montaña. “En una película convencional no podríamos mostrar a los gorilas durante varios minutos sin comentarios, pero con esta experiencia, las paredes y el suelo cobran vida de una manera que uno siente el encuentro real con ellos”, cuenta Hughes.

Uno de los momentos clave de la historia ocurre en 1968, dentro de la nave del Apollo 8, cuando el astronauta Bill Anders logra la primera instantánea de la Tierra desde el espacio. Esa fotografía de un planeta azul frágil supuso para Attenborough un gran cambio. Nos convertimos en observadores privilegiados. También en las únicas criaturas de la Tierra dotadas de un poder destructor sin igual sobre los ecosistemas.

De vuelta a las profundidades, surgen las ballenas con sus crías para nadar a nuestro derredor. Escuchamos sus cantos derramados, los gigantes aletean por estas paredes-pantalla y nos hipnotizan. Las ballenas son el punto de inflexión. Fueron presentadas al gran público por la televisión como nunca había ocurrido. El propio sir David me lo comentó por teléfono hace casi 15 años. “Ahora todo el mundo está preocupado por el destino de las ballenas, pero el 99,9% no ha visto una sola ballena debajo del agua. Y se han preocupado gracias a las imágenes de televisión”, decía.

A sus 99 años, Attenborough aparece como un venerable guía en tiempos turbulentos. Es consciente de la tremenda destrucción de muchas partes del planeta que ha explorado durante el pasado siglo. Pero sigue siendo optimista. Quiere hacernos ver “la importancia que la humanidad tiene para escribir el próximo capítulo de nuestro planeta”, reza la nota de prensa del museo.

Nuestra historia es una oportunidad única para estimular nuestros sentidos y empatizar con los seres vivos que nos acompañan. ¿Imaginan un futuro donde los humanos pudiéramos ver como los insectos o experimentar el olfato de los grandes depredadores mientras cazan en la sabana africana? “Nos encantaría explorar otras posibilidades en producciones futuras que pudieran conectar a la audiencia con la naturaleza y la narración”, dice Hughes. Ojalá que en ese futuro podamos disfrutar dentro de una sala de museo como también en plena naturaleza.

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